?Qui¨¦n cubre el turno de noche?
Frente al tableteo de las armas, ¨¦l tecleaba muchas veces, como una provocaci¨®n hist¨®rica, la repudiada palabra ¡°amor¡±.
TRAS LA SENTENCIA que conden¨® a Ratko Mladic, conocido por el Carnicero de Srebrenica, juzgado por genocidio por el Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia, en La Haya, lo primero que me vino a la cabeza fue una pregunta del historiador jud¨ªo estadounidense Hayim Yerushalmi: ¡°?Es posible que el ant¨®nimo de ¡®olvidar¡¯ no sea ¡®recordar¡¯ sino ¡®justicia¡¯?¡±. Esta vez, la respuesta no era un enmudecimiento. Se ha hecho justicia. Es la impunidad, la suspensi¨®n de las conciencias y la indiferencia decretada lo que activa la memoria hist¨®rica. S¨ª, es posible que el ant¨®nimo del olvido sea la justicia y que lo que impide descansar a la memoria sea la injusticia. En Espa?a lo sabemos muy bien. ?O no?
S¨ª, esta vez se ha hecho justicia. As¨ª que me olvid¨¦ del verdugo Mladic y me fui por el t¨²nel de un poema a abrazar a Izet Sarajlic. Estaba en el cementerio, bajo la lluvia, al lado de la tumba de su esposa, muerta justo al terminar la guerra: ¡°?Cu¨¢nto me gusta empaparme junto a ti!¡±.
Se hab¨ªan amado como nunca durante el sitio de Sarajevo, el m¨¢s largo de los asedios, cuatro a?os en vilo (1992-1996), 12.000 muertos y m¨¢s de 50.000 heridos. Izet Sarajlic, fallecido en 2002, era antes de la guerra un c¨¦lebre poeta bosnio, el m¨¢s traducido de la desaparecida Yugoslavia. Doctor en Filosof¨ªa, figura universitaria, acad¨¦mico. Cuando empezaron a caerse las vigas del cielo, podr¨ªa ser de los primeros en zafar del infierno. ?Y qui¨¦n iba a reproch¨¢rselo? Muchos lo hicieron. Pero Izet se qued¨®. Cada d¨ªa se jugaba la vida en las colas del pan o del agua. Y la poes¨ªa tambi¨¦n era una forma de apostar la cabeza. No es una met¨¢fora. En la oscuridad helada, sin luz ni calefacci¨®n, los poetas de Sarajevo daban recitales al pueblo de la noche. Manten¨ªan vivos los cuerpos de las palabras.
Terminada la Guerra Mundial, el fil¨®logo jud¨ªo alem¨¢n Victor Klemperer, un superviviente, tuvo un encuentro casual con una mujer berlinesa, no hebrea, que le cont¨® que hab¨ªa estado en prisi¨®n durante el nazismo. ¡°?Por qu¨¦ estuvo usted en la c¨¢rcel?¡±. Y ella contest¨®: ¡°Pues por ciertas palabras¡±. Esa respuesta sencilla y genial, ¡°por ciertas palabras¡±, empuj¨® a Klemperer a escribir una obra en verdad imprescindible. La LTI (Lingua Tertii Imperii) o La lengua del Tercer Reich. Es la historia mejor contada de la mutilaci¨®n de las palabras para imponer un ¡°orden¡± criminal.
La lengua del Tercer Reich es la historia mejor contada de la mutilaci¨®n de las palabras para imponer un ¡°orden¡± criminal
Cuando el poder abusivo somete al lenguaje, cuando contagia todo de arenga, desaparece lo que Esther Cohen denomina ¡°la posibilidad de la aventura¡±. Ese es el meollo. En la literatura y en la vida.
Lo extraordinario de Izet, y de gente como Izet, es que custodiaron la libertad de las palabras, la posibilidad de la aventura, en el imperio de la destrucci¨®n. Sobre aquel tiempo de asedio, Izet Sarajlic escribi¨® una carta con el escritor italiano Erri De Luca: ¡°?Qui¨¦n cubre el turno de noche para impedir el secuestro del coraz¨®n del mundo? Nosotros, los poetas¡±.
Me parece una pregunta extraordinaria: ¡°?Qui¨¦n cubre el turno de noche?¡±.
Ahora, la antolog¨ªa en castellano de Sarajlic, con el t¨ªtulo Despu¨¦s de mil balas (Seix Barral, noviembre de 2017), se abre con una semblanza del propio Erri De Luca que es u?a y carne de los poemas. De ambos, de Izet y Erri, dec¨ªan que eran como los hermanos Grimm: ¡°En el siglo m¨¢s zarandeado y desbocado de la historia humana, nos dedic¨¢bamos a escribir cuentos¡±.
Hay una poes¨ªa de Antonio Machado tan estremecedora que resume todo el horror de una guerra, esa en la que podemos sentir a trav¨¦s del tiempo un bombardeo sobre la poblaci¨®n civil y el peor destrozo: La muerte del ni?o herido. All¨ª donde dice:
¡°Invisible avi¨®n moscardonea
¡ª?Duermes, oh dulce flor de sangre m¨ªa? El cristal del balc¨®n repiquetea.
¡ª?Oh, fr¨ªa, fr¨ªa, fr¨ªa, fr¨ªa, fr¨ªa!¡±.
Izet le llev¨® la contraria a la guerra de otra forma. Frente al tableteo de las armas, ¨¦l tecleaba muchas veces, como una provocaci¨®n hist¨®rica, la repudiada palabra ¡°amor¡±. Ante un incesante bombardeo nocturno, va y escribe: ¡°Una noche como ¨¦sta inconscientemente te preguntas cu¨¢ntas noches de amor te quedan¡±. Caen las granadas y una de ellas est¨¢ a punto de alcanzar el poema: ¡°Ha sido lanzada desde el Mrkovici / donde antes de la guerra /cog¨ªa margaritas /con la mujer que amo¡±.
Machado e Izet, cada uno a su manera. As¨ª es la gente del turno de noche en el coraz¨®n del mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.