?xtasis del disparate
La marcha de Bruselas sella la ruptura separatista con la democracia y Europa
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Los ciudadanos espa?oles bienintencionados que ejercen su derecho democr¨¢tico a manifestarse merecen todo el respeto de los dem¨¢s, por mucho que su causa no est¨¦ en ocasiones a la altura. Pueden hacerlo dentro y fuera del pa¨ªs, gracias a que el franquismo, que prohib¨ªa las expresiones p¨²blicas contrarias a ¨¦l, acab¨® hace muchos a?os. Y a que Espa?a es un r¨¦gimen democr¨¢tico consolidado y ejemplar. De lo contrario, los miles de catalanes que atravesaron varias fronteras para acudir a Bruselas no habr¨ªan podido hacerlo.
Lamentablemente, ayer se manifestaron detr¨¢s de unas pancartas unos lemas y unos dirigentes secesionistas que alcanzaron en las calles de Bruselas el ¨¦xtasis en su larga secuencia de distorsiones, mentiras e insultos con el ¨²nico objetivo de destruir la imagen de Espa?a. Triste deriva la de estos personajes que, fracasado su intento de insurrecci¨®n popular por falta de apoyo, intentan ahora sacar adelante su fantas¨ªa mediante el procedimiento de liquidar el espacio de convivencia en el que los catalanes conocieron sus m¨¢s altas cotas de autonom¨ªa y progreso. Puigdemont y los suyos solo practican ya la pol¨ªtica de tierra arrasada.
Denigrar la actual democracia al tildarla de equivalente a la fenecida dictadura y desde?ar a la Uni¨®n Europea y sus dirigentes por presunta actitud antiliberal no es solo una idiotez pol¨ªtica. Supone una autolesi¨®n para quienes podr¨ªan encontrar en ella otros cauces, altavoces y amparos adicionales a los que les otorga la Constituci¨®n espa?ola. Y es una verg¨¹enza para todos los catalanes y espa?oles, porque amenaza con colgarles el sambenito de la irresponsabilidad colectiva.
La mejor respuesta institucional a tanto desvar¨ªo la dio el vicepresidente de la Comisi¨®n, Frans Timmermans: todos tienen el derecho a manifestarse y a pedir cambios ¡°pero no se puede ignorar la ley¡±.
La manifestaci¨®n, que pretendi¨® ser una mini-Diada, fue nutrida, colorida y ordenada, como las marchas de otros tiempos, pero deslucida por las agrestes presencias y emblemas de grupos neofascistas, xen¨®fobos y racistas: esas malas compa?¨ªas con los que comparten cama los dirigentes separatistas. Y apenas impact¨® a una ciudad acostumbrada desde d¨¦cadas a acoger tractoradas, vertidos de mantequilla y leche y lanzamiento de hortalizas y otras curiosas e inventivas concentraciones.
La escalada de disparates aconseja individualizar y deslindar las responsabilidades pol¨ªticas para que nadie se sorprenda despu¨¦s. Puigdemont se ha asociado a los ultras antieuropeos, contra el consenso de la sociedad catalana y espa?ola, y ha perdido as¨ª cualquier resquicio de credibilidad. Su figura se ha empeque?ecido hasta el l¨ªmite del rid¨ªculo. Su exconsejero Toni Com¨ªn tacha de franquista la democracia espa?ola que su padre, el dirigente cat¨®lico y comunista Alfonso Carlos Com¨ªn tanto contribuy¨® a entronizar: ha malbaratado su historia y ensuciado su apellido. La secretaria general de Esquerra, Marta Rovira, anuncia en lenguaje b¨¦lico que pretende ¡°arrasar¡±. Est¨¢ mucho mejor cuando prorrumpe, como eficaz t¨¦cnica argumentativa, en sonoros llantos. Menuda tropa.
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