?Qu¨¦ nos costar¨¢ esta vez a los alemanes?
Macron pide comprensi¨®n para los padres fundadores que levantaron Europa sin el pueblo porque pertenec¨ªan a una vanguardia ilustrada; pero ¨¦l quiere convertir ahora el proyecto de las ¨¦lites en un proyecto de ciudadanos. Merkel debe responder
Para Walter Benjamin, Par¨ªs era la capital de Europa. Para el contestatario e ir¨®nico Robert Menasse, ¨²ltimo Premio del Libro Alem¨¢n, deber¨ªa serlo Bruselas. Una esperanza fr¨¢gil. El propio Menasse rebaja tan elevadas expectativas en una entrevista en el Frankfurter Allgemeine Zeitung contando una bonita historia sobre la tarde que pas¨® con un corresponsal alem¨¢n en un caf¨¦ de periodistas lleno de humo. All¨ª pudo observar c¨®mo al reportero en cuesti¨®n su redacci¨®n de Fr¨¢ncfort le rechazaba un art¨ªculo sobre el programa espacial de la UE con el siguiente comentario: ¡°No escribas de forma tan complicada. Cuenta solo qu¨¦ nos costar¨¢ esta vez a los alemanes¡±. Es dif¨ªcil formular de forma m¨¢s concisa el limitado inter¨¦s que muestran los pol¨ªticos, gestores y periodistas alemanes en construir una Europa pol¨ªticamente eficaz. Desde hace d¨¦cadas una prensa t¨ªmida y complaciente presta su ayuda a nuestra clase pol¨ªtica para no perturbar a la opini¨®n p¨²blica con el tema de Europa. La incapacitaci¨®n del p¨²blico no podr¨ªa haberse demostrado con mayor elegancia que en el (supuesto) debate televisado ¡ªel ¨²nico que hubo¡ª entre la canciller Angela Merkel y el aspirante socialdem¨®crata, Martin Schulz, antes de las elecciones al Bundestag del pasado septiembre, en el que se delimit¨® cuidadosamente la agenda de los temas a discusi¨®n. Incluso en la d¨¦cada de la crisis financiera a¨²n candente, tanto a la canciller como a su ministro de Finanzas se les permiti¨® presentarse ¡ªen abierta contradicci¨®n con los hechos¡ª como los aut¨¦nticos europeos.
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Pero ahora ha aparecido en escena Emmanuel Macron, que podr¨ªa, a pesar de sus halagadores esfuerzos por mantener una cooperaci¨®n deferente con la canciller, derrotada y acosada por su propio partido, levantar el velo sobre este grato autoenga?o. Las mentes realistas de los peri¨®dicos nacionales parecen temer que las palabras del presidente franc¨¦s abran los ojos al p¨²blico alem¨¢n sobre el nuevo traje del emperador: la opini¨®n p¨²blica podr¨ªa percatarse de que el Gobierno alem¨¢n, con su robusto nacionalismo econ¨®mico, est¨¢ desnudo. Georg Blume recoge en el primer cap¨ªtulo de su reciente libro ¡ªsubtitulado C¨®mo Alemania pone en peligro una amistad¡ª tristes testimonios tomados de la prensa y de la pol¨ªtica acerca del condescendiente tono neoalem¨¢n hacia Francia y los franceses. Algunos comentarios sobre Macron han oscilado desde el principio entre la indiferencia, la arrogancia y el rechazo precipitado. Y, con la salvedad de un titular de Der Spiegel, en un primer momento el eco del discurso ¡ªmeticulosamente preparado¡ª del presidente franc¨¦s sobre Europa fue entre d¨¦bil y nulo.
Entretanto, la reticencia se resquebraja. Tambi¨¦n en la prensa se va imponiendo la idea de que el pr¨®ximo Gobierno alem¨¢n (en caso de que alguien siga teniendo ganas de ello) tiene que recoger la pelota del presidente franc¨¦s, que ahora est¨¢ en su tejado. Una pol¨ªtica de simple aplazamiento, o de inacci¨®n, bastar¨ªa para echar a perder una oportunidad hist¨®rica ¨²nica.
Pocas veces las contingencias de la historia se evidencian de forman tan dr¨¢stica como en el caso del inesperado ascenso de una personalidad fascinante, quiz¨¢ deslumbrante, y desde luego ins¨®lita. Nadie pudo contar con que un ministro independiente del Gobierno Hollande, en una egoc¨¦ntrica actuaci¨®n en solitario (o eso era lo que parec¨ªa), creara de la nada un movimiento pol¨ªtico que dar¨ªa un vuelco a todo un sistema de partidos. Contraven¨ªa cualquier fundamento de la demoscopia que una sola persona sin apoyos, en el breve lapso de una campa?a electoral, lograra hacerse con la mayor¨ªa de los electores con un pol¨¦mico programa en el que defend¨ªa profundizar en la cooperaci¨®n europea y se enfrentaba al pujante populismo de derechas al que uno de cada tres franceses hab¨ªa dado su voto. Que alguien como Macron ¡ªen un pa¨ªs cuya poblaci¨®n siempre ha sido m¨¢s euroesc¨¦ptica que la luxemburguesa, belga, alemana, italiana, espa?ola o portuguesa¡ª legara a ser elegido presidente era de todo punto improbable.
Es muy poco probable que la c¨²pula de los socialdem¨®cratas logre imponerse con su exigencia de una ¡°Europa solidaria¡±
Aun consider¨¢ndolo fr¨ªamente, es igualmente improbable que el pr¨®ximo Gobierno alem¨¢n tenga la fuerza y la amplitud de perspectiva para dar con una respuesta productiva ¡ªes decir, que permita avanzar¡ª a la pregunta que le ha planteado Macron. Incluso aunque se llegue a una renovada Gran Coalici¨®n entre la CDU y el Partido Socialdem¨®crata, es muy poco probable que la c¨²pula de los socialdem¨®cratas, fundamentalmente proeuropea, logre imponerse con su exigencia de una ¡°Europa solidaria¡±. Angela Merkel tuvo que enfrentarse a una mayor¨ªa de su partido para lograr que se revisaran las dos posiciones que impuso en el primer momento de la crisis financiera: tanto el intergubernamentalismo que garantiza a Alemania una posici¨®n dominante en el Consejo Europeo, como la pol¨ªtica de austeridad a la que Alemania ¡ªgracias a esa posici¨®n¡ª pudo someter, para su propio y desproporcionado beneficio, a los pa¨ªses del sur de la Uni¨®n. Y tambi¨¦n es en grado sumo improbable que esta canciller, desde su debilitada situaci¨®n pol¨ªtica interna, no intente dejar claro a su encantador hom¨®logo franc¨¦s que, lament¨¢ndolo mucho, no puede aceptar su elaborada perspectiva reformista. Por otra parte, y es esa la pregunta que a m¨ª me importa: ?puede esta pol¨ªtica a la que no conozco personalmente ¡ªhija de un p¨¢rroco protestante, notablemente lista y concienzuda, hasta ahora mal acostumbrada por el ¨¦xito, pero sin embargo dada a la reflexi¨®n¡ª tener verdadero inter¨¦s en acabar de forma tan poco gloriosa sus 16 a?os en la canciller¨ªa? ?Se retirar¨¢ tras cuatro a?os m¨¢s de penosa supervivencia pol¨ªtica con un poder menguante? ?O conseguir¨¢ mostrar grandeza y saltar sobre su propia sombra, a pesar de todos aquellos que ahora murmuran sobre su decadencia?
Tambi¨¦n ella sabe que la uni¨®n monetaria europea, que es de elemental inter¨¦s para Alemania, no puede estabilizarse en tanto que se mantenga el r¨¦gimen actual, que profundiza cada vez m¨¢s las diferencias de nivel en la renta nacional, el desempleo y el endeudamiento p¨²blico entre las econom¨ªas nacionales del norte y del sur de Europa, que llevan a?os distanci¨¢ndose. El fantasma de una ¡°uni¨®n de riesgo financiero¡± deforma en Alemania la visi¨®n de esta din¨¢mica destructiva, que solo puede frenarse si se establece una competencia verdaderamente limpia que trascienda la fronteras nacionales y se sigue una pol¨ªtica contra el deterioro de la solidaridad, cada vez m¨¢s acusado tanto entre las distintas naciones como dentro de cada una de ellas. Baste mencionar el paro juvenil. Macron no se limita a bosquejar una visi¨®n, sino que exige que la eurozona avance con pasos concretos, a trav¨¦s de medidas como la armonizaci¨®n del impuesto de sociedades, un impuesto a las transacciones financieras, la convergencia paulatina de los diversos reg¨ªmenes de pol¨ªtica social, el establecimiento de una autoridad europea para regular el comercio internacional, etc¨¦tera.
En todo caso, no son estas propuestas aisladas, conocidas desde hace tiempo, las que hacen que destaque la conducta, la iniciativa y el discurso de este pol¨ªtico sobre el de todos aquellos a los que estamos acostumbrados. Lo que se sale de la norma son tres rasgos caracter¨ªsticos:
?Conseguir¨¢ Merkel saltar sobre su propia sombra, a pesar de todos aquellos que ahora murmuran sobre su decadencia?
¡ªEl coraje para la iniciativa pol¨ªtica;
¡ªEl compromiso en traducir el proyecto de las ¨¦lites europeas en una legislaci¨®n aut¨®noma y democr¨¢tica de los ciudadanos:
¡ªLa capacidad de convicci¨®n que transmite una persona que conf¨ªa en el poder de la palabra que articula el pensamiento.
Con una elecci¨®n de palabras caracter¨ªsticamente francesa, Macron se dirigi¨® el 26 de septiembre a su p¨²blico de estudiantes y tambi¨¦n a la clase pol¨ªtica en Alemania al conjurar repetidamente la ¡°soberan¨ªa¡± que solo Europa, y no ya el Estado nacional, es capaz de garantizar a su ciudadan¨ªa. Solo bajo la protecci¨®n y con la fuerza de una Europa unida pueden estos ciudadanos afirmar sus intereses y valores comunes en un mundo convulso. Macron contrapone la soberan¨ªa ¡°real¡± a la quim¨¦rica de los ¡°soberanistas¡± franceses. Llama por su nombre al indigno juego del personal gubernamental que se distancia en casa de las leyes que ¨¦l mismo ha aprobado en Bruselas, y demanda nada menos que la refundaci¨®n de una Europa capaz de actuar pol¨ªticamente tanto en el ¨¢mbito interno como en el exterior: a esta autoafirmaci¨®n de los ciudadanos europeos es lo que se alude con la palabra ¡°soberan¨ªa¡±. Macron menciona, como paso para la institucionalizaci¨®n de la capacidad de actuaci¨®n com¨²n, una mayor cooperaci¨®n en la eurozona sobre la base de un presupuesto com¨²n. Es de lamentar que la Comisi¨®n Europea ¡ªa causa de una mal entendido sentido de la responsabilidad hacia la unidad de todos los miembros de la UE¡ª torpedee esa decisiva propuesta de una Europa a dos velocidades. La propuesta central de Macron para aunar las fuerzas en el coraz¨®n de Europa dice as¨ª: ¡°Un presupuesto (com¨²n) solo puede ir de la mano de un fuerte liderazgo pol¨ªtico a trav¨¦s de un ministro com¨²n y de un ambicioso control parlamentario en el nivel europeo. Solo la eurozona con una moneda internacional fuerte puede ofrecer a Europa el marco de un poder econ¨®mico mundial¡±.
Debido a esta aspiraci¨®n a confrontar pol¨ªticamente los crecientes problemas de una sociedad mundial, Macron destaca como muy pocos otros entre la clase de funcionarios pol¨ªticos cr¨®nicamente desbordados, capaces solo de adaptarse de forma oportunista y de reaccionar d¨ªa a d¨ªa, sin sentido alguno de la perspectiva. Es para frotarse los ojos: ?pero hay alguien que a¨²n quiera cambiar algo en el status quo?
El presidente franc¨¦s destaca entre esos pol¨ªticos capaces solo de reaccionar d¨ªa a d¨ªa, sin sentido alguno de la perspectiva
?Es que hay quien tiene el fr¨ªvolo coraje de rebelarse contra la conciencia fatalista de felahs que se doblegan irreflexivamente a los pretendidos imperativos sist¨¦micos de un orden econ¨®mico mundial encarnado en organizaciones internacionales que han perdido el contacto con la realidad? Si le entiendo bien, Macron defiende unos intereses que hasta ahora no se explicitan y que por tanto no est¨¢n representados en nuestro sistema de partidos, segmentado entre el neoliberalismo cotidiano del centro, el autosatisfecho anticapitalismo de los nacionalistas de izquierdas y la rancia ideolog¨ªa identitaria de los populistas de derechas. Es inherente al fracaso de la socialdemocracia, en toda Europa, que una pol¨ªtica en principio favorable a la globalizaci¨®n, que impulsa el avance de la pol¨ªtica europea, pero que al mismo tiempo no pierda de vista los da?os y destrucciones sociales de un capitalismo desencadenado --y que por tanto tambi¨¦n urge la necesaria re-regulaci¨®n transnacional de mercados importantes¡ª no haya logrado un perfil reconocible. La socialdemocracia alemana solo podr¨ªa obtener el margen de acci¨®n requerido para perfilar una pol¨ªtica de esta naturaleza en un futuro Gobierno si el Ministerio de Finanzas recayera en una figura con el peso suficiente para imponer sus puntos de vista, como Sigmar Gabriel.
La segunda circunstancia que distingue a Macron de otras figuras es su ruptura con un consenso silencioso. Hasta ahora mismo, en la clase pol¨ªtica iba de suyo que la Europa de los ciudadanos plantea un cuadro demasiado complicado y que la finalit¨¦, el objetivo de la unificaci¨®n europea, es un tema demasiado complejo para que los propios ciudadanos puedan ocuparse de ¨¦l. Los asuntos corrientes de la pol¨ªtica bruselense son solo para expertos, en todo caso para cabilderos bien informados; los choques m¨¢s serios entre intereses nacionales en conflicto los despachan los jefes de Gobierno entre s¨ª, generalmente aplaz¨¢ndolos o dej¨¢ndolos en suspenso. Pero sobre todo, los partidos pol¨ªticos est¨¢n de acuerdo en que en las elecciones nacionales hay que evitar los temas europeos en la medida de lo posible, a no ser que se pueda echar a los pol¨ªticos de Bruselas la culpa de los problemas que se han creado en casa. Y ahora Macron quiere acabar con esa mauvaise foi. Al poner en el centro de su campa?a la reforma de Europa ha roto un tab¨², e incluso ¡ªun a?o despu¨¦s del Brexit¡ª ha ganado esta ofensiva contra ¡°las tristes pasiones de Europa¡±.
Esta circunstancia confiere credibilidad en su boca a la tan tra¨ªda frase de que la democracia es la esencia del proyecto europeo. No estoy en condiciones de juzgar c¨®mo se han trasladado a la pr¨¢ctica las reformas pol¨ªticas que ha anunciado en Francia. Ya se ver¨¢ si ha cumplido la promesa ¡°social-liberal¡± de mantener el dif¨ªcil equilibrio entre justicia social y productividad econ¨®mica. Como persona de izquierdas, no soy un macronista, si es que existe algo as¨ª. Pero la forma en que habla de Europa marca una diferencia. Macron pide comprensi¨®n para los padres fundadores que levantaron Europa sin el pueblo porque pertenec¨ªan a una vanguardia ilustrada; pero ¨¦l quiere convertir ahora el proyecto de las ¨¦lites en un proyecto de ciudadanos, y exige que se den pasos obvios para la autoafirmaci¨®n de los ciudadanos europeos contra los Gobiernos nacionales que se bloquean mutuamente en el Consejo Europeo. As¨ª, demanda que en las elecciones europeas no solo exista un derecho electoral com¨²n, sino tambi¨¦n que los candidatos sean elegidos en listas transnacionales. Esto impulsar¨ªa la formaci¨®n de un sistema europeo de partidos sin el que el Parlamento de Estrasburgo no puede convertirse en un lugar en el que los intereses sociales puedan generalizarse y defenderse m¨¢s all¨¢ de las fronteras de cada una de las naciones.
Los discursos pueden cambiar la percepci¨®n de la pol¨ªtica en la opini¨®n p¨²blica y elevar el nivel del debate p¨²blico
Si se quiere valorar adecuadamente la importancia de Emmanuel Macron, tambi¨¦n hay que considerar un tercer aspecto, una cualidad personal: sabe hablar. No es ¨²nicamente que estemos ante un pol¨ªtico que coseche atenci¨®n, prestigio e influencia por sus dotes ret¨®ricas y su sensibilidad hacia la palabra escrita. M¨¢s bien se trata de que la elecci¨®n exacta de sus frases inspiradoras y la fuerza de articulaci¨®n de su discurso confieren al propio pensamiento pol¨ªtico fuerza anal¨ªtica y amplitud de perspectiva. El anterior presidente del Bundestag, Norbert Lammert, fue el ¨²ltimo que suscit¨® entre nosotros el recuerdo de los grandes debates parlamentarios de los primeros tiempos de la RFA. Naturalmente, la calidad del ejercicio de la profesi¨®n de pol¨ªtico no se mide por el talento oratorio. Pero los discursos pueden cambiar la percepci¨®n de la pol¨ªtica en la opini¨®n p¨²blica, elevar el nivel y ampliar el horizonte de un debate p¨²blico. Y con ello la calidad no solo de la formaci¨®n de la voluntad pol¨ªtica, sino tambi¨¦n de la propia actuaci¨®n pol¨ªtica.
Cuando las amorfas tertulias se convierten en el baremo de la complejidad y aliento que son admisibles en el pensamiento pol¨ªtico, Macron sorprende por el formato de sus discursos. Parece que carecemos de la capacidad para percibir tales cualidades, incluso para el cu¨¢ndo y el d¨®nde de un discurso. Por eso, el discurso que ofreci¨® hace no mucho en el Ayuntamiento de Par¨ªs con motivo del centenario de la Reforma protestante no solo fue interesante en cuanto a su contenido; no solo fue un h¨¢bil intento de aprovechar el repaso a la historia de las luchas de religi¨®n en Francia para adaptar una doctrina de Estado, el estricto laicismo franc¨¦s, a las exigencias de una sociedad pluralista. La ocasi¨®n y el tema del discurso fueron al mismo tiempo un gesto hacia la cultura del pa¨ªs vecino, marcada por la impronta del protestantismo... como tambi¨¦n hacia su colega protestante en Berl¨ªn. Naturalmente, a nosotros se nos han vuelto extra?os la ambici¨®n y el estilo para representar el poder del Estado, al menos desde la mirada nost¨¢lgica de Carl Schmitt a la contrailustraci¨®n francesa del siglo XIX. Puede faltarnos el sentido y la gravitas de una vida en el palacio del El¨ªseo que Macron exhibe en su entrevista con Der Spiegel. Pero vuelve a impresionar el ¨ªntimo conocimiento de la filosof¨ªa de la historia hegeliana que muestra su reacci¨®n cuando se le pregunta por Napole¨®n como el ¡°esp¨ªritu del mundo a caballo¡±.
J¨¹rgen Habermas es fil¨®sofo.
Traducci¨®n de Jes¨²s Albor¨¦s Rey.
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