La ¡®guerra de religi¨®n¡¯ de los ¡®indepes¡¯
La fe en la naci¨®n se impone como redentorismo. Catalu?a es un caso extremo
D¨ªas atr¨¢s, un polit¨®logo extranjero se sorprend¨ªa de que la campa?a catalana tratara de pol¨ªticos pero no de pol¨ªticas. Es algo, por cierto, que Borrell ha advertido m¨¢s de una vez. La agenda de la campa?a es el circo belga de Puigdemont, la catalanidad de Arrimadas, el efecto de Junqueras en la c¨¢rcel, la hip¨®tesis Borgen de Iceta, la falsa equidistancia de Colau¡ en cambio no el desempleo ¡ªlas representantes de los dos partidos dominantes en las encuestas desconocen incluso la cifra real de ese y otros asuntos centrales, a preguntas de ?vole¡ª o los recortes o el agujero negro provocado en la econom¨ªa de Catalu?a.
El independentismo ha entendido bien que, m¨¢s all¨¢ del discurso emocional, la estrategia pasa por convertir el 21-D en una guerra de religi¨®n. No es un fen¨®meno excepcional. Nacionalismo: una religi¨®n se titulaba el cl¨¢sico de Hayes. De hecho, como apunta Karen Armstrong, experta en religiones, premiada este a?o con el Princesa de Asturias: ¡°En Europa, el culto nacionalista ha suplantado a la religi¨®n¡±. La fe en la naci¨®n se impone como redentorismo. Catalu?a es un caso extremo del fen¨®meno.
La estrategia es proponer una elecci¨®n entre Catalu?a y Espa?a. A veces se reduce a ¡°o se vota a Puigdemont o se vota a Rajoy¡± como Turull en el debate, pero en definitiva siempre con la misma l¨®gica. Se trata de enfrentar a Catalu?a con Espa?a bajo la premisa de que Espa?a agrede a Catalu?a. Desde el Espanya ens roba a la c¨®mica acusaci¨®n de unilateralidad del 155, el mensaje es siempre el victimismo. Para movilizar a los suyos, alertan del acoso del nacionalismo espa?ol. Esto excita la ¡°lealtad nacional excluyente¡± del nacionalismo religioso apuntada por Cavanaugh.
Desde luego, el nacionalpopulismo, como todo populismo, usa la l¨®gica pueblo vs. ¨¦lite corrupta. En su caso, el buen pueblo catal¨¢n democr¨¢tico contra el Estado espa?ol franquista y colonizador. Y, en su discurso, la corrupci¨®n, los recortes, la mala gesti¨®n, las cargas policiales¡ todo eso parece algo de Espa?a, extra?o a Catalu?a. Claro que es un disparate, pero, como ya observaba Orwell, el nacionalista podr¨¢ reparar en que hace o dice cosas deshonestas, pero en la medida en que act¨²a en nombre de algo grande que est¨¢ muy por encima de ¨¦l mismo (la naci¨®n) eso le lleva a no cuestionar que es lo correcto. El fundamentalismo nacionalista tiende al fanatismo.
Con el proc¨¦s dirigido al 21-D, el independentismo ha acentuado su guerra de religi¨®n. El CIS muestra el alejamiento de la poblaci¨®n respecto a la otra realidad: excluyendo el paro, las principales preocupaciones son la declaraci¨®n de independencia, la falta de di¨¢logo Estado/Generalitat, la falta de autogobierno, el 155 o el Gobierno central. La agenda pol¨ªtica ha ocupado todo el escenario. La sociedad catalana, incluso la no indepe, ha asumido el discurso nacionalista. Han ganado la agenda, imponiendo su elefante. Las inversiones, los recortes, la vivienda o las infraestructuras no llegan al 1%. Est¨¢n a otra cosa. ¡°Somos la ¨²nica garant¨ªa de que no gane Ciudadanos¡± proclamaba el hombre de ERC en el debate apelando a la barricada contra el enemigo. Es su guerra de religi¨®n, para redimir a Catalu?a.
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