Particip¨¦ en el campeonato mundial de 'PokerStars' sin tener idea y me comieron viva
El p¨®quer no es un juego de azar, es un asunto serio. Uno de los requisitos es ser bastante empoll¨®n. Hay que estudiar mucho, practicar sin parar
El Hilton de Praga, situado junto al r¨ªo Moldava, que cuenta con spa y casino, parece por dentro una urbanizaci¨®n de Beverly Hills. El patio central con palmeras genera una atm¨®sfera bastante acertada para celebrar un campeonato de PokerStars, la compa?¨ªa de p¨®quer online m¨¢s grande del mundo. Al entrar tengo la sensaci¨®n de que este sitio ser¨ªa muy del gusto de Tony Soprano. Me lo imagino comprando joyas para pedirle perd¨®n a Carmela por alguna fechor¨ªa en las lujosas tiendas del interior. A m¨ª tambi¨¦n me gusta, no pens¨¦is que no tengo nada en com¨²n con Tony. Siempre estoy a favor de los escenarios de fantas¨ªa.
EL JUEGO Y LA VIDA
He sido enviada a este microclima de est¨¦tica vaporwave sin tener ni idea de p¨®quer ni de lo que me voy a encontrar. Reci¨¦n llegada, me estoy comiendo un s¨¢ndwich con una especie de salami checo muy sabroso cuando un se?or con traje pasa por delante de m¨ª con un malet¨ªn transparente hasta arriba de fichas. Camina con prisa porque lleva una fortuna encima a base de pl¨¢stico de colores. Otro periodista y yo intercambiamos miradas de asombro. Un?jugador espa?ol me cuenta que?vive en un exilio forzoso en el Reino Unido, donde las leyes son favorables y se puede dedicar profesionalmente a echar hasta tres mil partidas diarias online, a?orando la hermosa tierra de Galicia. Viajan y participan en los eventos en vivo porque es much¨ªsimo m¨¢s emocionante y divertido, pero no disfrutan de otros juegos propios del casino.
El p¨®quer tiene que ver con la suerte, s¨ª, en lo que al reparto de cartas se refiere, pero en ning¨²n caso ser¨ªa apropiado considerarlo un juego de azar. La diversi¨®n es uno de los aspectos clave para prosperar. Te tiene que gustar, tienes que pasarlo bien. Pero otro de los requisitos es ser bastante empoll¨®n. Hay que estudiar mucho, practicar sin parar. Es un asunto serio, nada que ver con apostar al negro o al rojo y ver lo que pasa.
Cuando entro en la sala principal donde se est¨¢ llevando a cabo el campeonato, es verdad que identifico algunos esbozos de familia Soprano repartidos por las mesas, pero ni mucho menos tantos como esperaba. El sutil sonido de cientos de jugadores acariciando sus fichas con las manos a la vez proporciona un ambiente de panal, de afanoso taller. Los participantes son variopintos. Muchos llevan auriculares, gafas de sol, capuchas, disfraces, y la mayor¨ªa trae estudiada una perform¨¢tica personal. En general se habla poco y hay quien prefiere pasar las horas en completo aislamiento, unas veces para concentrarse mejor y otras para despistar a los contrincantes.
"Me encuentro con la extraordinaria Maria Konnikova. Este portento con sudadera de PokerStars acaba de arrasar en el evento femenino. Escritora de ¨¦xito, con dos carreras y especialista en aplicar sus profundos conocimientos psicol¨®gicos a la vida cotidiana"
Un chico ha venido vestido de mapache y no para de hacer bromas en su mesa, lo que provoca respuestas c¨ªnicas a su alrededor. La mayor¨ªa de la gente aqu¨ª reunida es bastante diestra en el arte de mantener la elegancia. A veces alguien pierde y se enfada, o gana y se alegra, y levanta antipat¨ªas porque el descontrol de las emociones est¨¢ muy mal visto. Hay que mantener la compostura pase lo que pase. Los croupieres son expertos en eso, siempre gr¨¢ciles.
Las masajeadoras encargadas de aliviar los dolores musculares de los jugadores que se parten el cuerpo durante horas sin moverse de la mesa trabajan con fuerza, en silencio. Contar con una buena condici¨®n f¨ªsica ayuda a resistir mejor la partida, a concentrarse, porque el entumecimiento acecha y al final del d¨ªa acaba pesando como un toro. Las barritas de prote¨ªnas son un recurso habitual y los jugadores comen sin levantarse, ayud¨¢ndose de mesitas auxiliares o banquetas. Desde fuera, la sala de cash game, en la que se apuesta con dinero de verdad y no se admiten observadores, ofrece un ambiente muy distinto, una tirantez mucho m¨¢s empa?ada. Todo el mundo insiste en que los profesionales serios no disfrutan de los casinos ni de apostar con billetes. Tambi¨¦n insisten en que la actitud es tan importante como el estudio y la pr¨¢ctica.
LA PRESA F?CIL
Estoy recibiendo un cursillo r¨¢pido para incorporarme al evento femenino, tratando de ensayar mi cara de circunstancias y de adoptar los modales apropiados frente a mi maestro, un croupier encantador que trata de que asimile ciertas nociones de estad¨ªstica sin ¨¦xito. No estoy lista en absoluto y ni siquiera tengo claras las reglas b¨¢sicas, pero me acompa?an sin acreditaci¨®n de prensa y con doscientos euros en fichas hasta una mesa en la que me esperan algunas de las mejores jugadoras del mundo. Llevan ropa c¨®moda, sus lenguajes corporales son relajados y est¨¢n llenos de confianza.
A estas inteligent¨ªsimas mujeres les cuesta poco identificarme como novata perdida y siento que en su escaneo me est¨¢n viendo hasta los traumas infantiles a trav¨¦s de las costillas. Algunas me miran con condescendencia, otras hacen chistes, la de mi izquierda trata de darme indicaciones con piedad y la de mi derecha nunca llega a quitarse los auriculares. La situaci¨®n es tan estresante que me siento con las tripas abiertas frente a ellas, ri¨¦ndome de mi propia incompetencia con los hombros encogidos.
De repente, llueve sobre m¨ª la suerte del principiante, me tocan dos ases, apuesto fuerte a esta mano y la gano. Tener varias torres de fichas delante es una sensaci¨®n triunfal, pero mi fortuna dura poco y, mirando a los ojos risue?os de una de las chicas que me est¨¢n desarmando con cierto cari?o, noto que me est¨¢ bajando la regla, que se me descompone el intestino, que llegan los dolores de vientre y ri?¨®n.
Tengo que abandonar cuanto antes. Aguanto el tir¨®n, rodeada de estas simp¨¢ticas fieras que salivan por mis fichas, deseando que me devoren cuanto antes para descansar de semejante presi¨®n. Poco a poco voy perdiendo hasta que, en menos de una hora, Ga?lle Baumann, una c¨¦lebre jugadora francesa, se encarga de desplumarme y puedo por fin alejarme aliviada con la postura de Chiquito.
M¨¢s tarde me encuentro con la extraordinaria Maria Konnikova, jugadora de origen ruso que emigr¨® a Estados Unidos a los cuatro a?os. Este portento de unos cincuenta kilos con sudadera de PokerStars y cabellera suelta acaba de arrasar en el evento femenino. Escritora de ¨¦xito con dos carreras, dos libros, un tercero en proceso y una larga lista de colaboraciones en diferentes peri¨®dicos y revistas a sus espaldas, es especialista en aplicar sus profundos conocimientos psicol¨®gicos a la vida cotidiana.
"A veces alguien pierde y se enfada, o gana y se alegra, y levanta antipat¨ªas porque el descontrol de las emociones est¨¢ muy mal visto. Hay que mantener la compostura pase lo que pase"
Mientras tomo notas en un cuaderno, bebe agua y me dice que ella tambi¨¦n prefiere escribir a mano. La posici¨®n de su cuerpo es siempre segura, relajada, correcta. Sonr¨ªe, mantiene la calma y la cercan¨ªa y me habla de c¨®mo han cambiado para ella las cosas en el ¨²ltimo a?o, desde que pas¨® de escribir habitualmente en el New Yorker a convertirse en una jugadora brillante a nivel mundial. El p¨®quer no s¨®lo ha conseguido que aumenten la confianza en s¨ª misma, su capacidad para examinar el entorno y para tomar decisiones, sino que cada partida le resulta un acontecimiento literario fascinante de estructura perfecta. El yoga es su mejor aliado para mantener cuerpo y mente en forma durante las horas de entrenamiento y competici¨®n.
En general est¨¢ muy contenta pero a veces tiene que lidiar con prejuicios. Para empezar, los de su propia abuela rusa, que desprecia por completo el giro que ha dado su existencia, pero tambi¨¦n con el frecuente machismo de algunos jugadores con los que ha compartido mesa en torneos con normas menos r¨ªgidas que las que imperan aqu¨ª. Los inconvenientes de esta cala?a la enfadan, pero no le impiden ganar de todas formas.
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