La fealdad del bello deporte
La FIFA no puede reformarse desde dentro mientras quienes tienen la responsabilidad de encabezar las reformas necesiten para mantenerse en sus cargos a quienes deben dirigir
Qui¨¦n no se regocij¨® cuando, despu¨¦s de tanto tiempo de esc¨¢ndalos y corrupci¨®n, hace poco m¨¢s de un a?o, pareci¨® que, por fin, se estaban limpiando los establos de la FIFA. Con cierta "ayuda" del FBI, y tras una serie de medidas penales contra varios dirigentes, se hizo cargo del organismo una nueva direcci¨®n, en medio de promesas generalizadas de reforma, transparencia e integridad.
Nosotros participamos entonces como miembros independientes del nuevo Comit¨¦ de Gobierno. Nos tomamos en serio la tarea de supervisar el proceso de reforma de la FIFA, aplicar normas sobre la selecci¨®n de candidatos a los principales cargos, supervisar las elecciones y promover la responsabilidad social y los derechos humanos en el f¨²tbol. Hoy, ninguno de nosotros sigue en su puesto. ?Nuestro pecado? Por lo visto, nos tomamos nuestro deber demasiado en serio.
Por supuesto, sab¨ªamos que cambiar una cultura institucional era un proceso largo. Al fin y al cabo, es un deporte cuyas organizaciones son completamente reacias a someterse al escrutinio p¨²blico, est¨¢n dominadas por unos cuantos personajes que se niegan a rendir cuentas y tienen una dependencia end¨¦mica de enormes intereses econ¨®micos y pol¨ªticos. Sab¨ªamos que la FIFA estaba sumida en un gran conflicto de intereses: sus dirigentes, para sobrevivir, necesitan a las federaciones de f¨²tbol cuya integridad deben garantizar. Ese es el primer problema, adem¨¢s de la falta de democracia, integridad y responsabilidad en muchas de esas federaciones. En la FIFA, el poder est¨¢ en gran parte en manos de grupos de votaci¨®n dominados por ciertos "jefes". Por eso los ¨®rganos de direcci¨®n no cambiaron pr¨¢cticamente nada durante tantos a?os pese a todos los esc¨¢ndalos que la rodeaban. Solo gracias a la acci¨®n judicial de las autoridades estadounidenses fue posible apartar, por fin, varias manzanas podridas. Pero el f¨²tbol sigue lleno de manzanas as¨ª. Sus dirigentes no responden ante la opini¨®n p¨²blica, sino ante una base diferente, dispuesta a sustituir a cualquiera que intente transformar las cosas, arrebatarles sus privilegios y acabar con sus abusos.
Todos nosotros, unidos por nuestro amor al deporte pero sin v¨ªnculos con el mundo del f¨²tbol y con gran experiencia en el derecho y la administraci¨®n, aceptamos nuestra designaci¨®n despu¨¦s de que nos prometieran solemnemente respetar nuestra independencia, un elemento crucial para cualquier ¨®rgano judicial, cuasi judicial o regulador encargado de supervisar el respeto a las normas legales y la integridad de quienes gobiernan.
Conscientes de que las reformas no ser¨ªan inmediatas, mostramos flexibilidad cuando era necesario, pero trazamos ciertos l¨ªmites. Intentamos hacer respetar el principio de neutralidad pol¨ªtica, que hasta entonces la FIFA aplicaba selectivamente. En ese contexto, nuestra decisi¨®n de apartar al viceprimer ministro ruso Mutko de las elecciones a la FIFA produjo una reacci¨®n de los dirigentes contra nosotros.
Tambi¨¦n intentamos implantar la igualdad de g¨¦nero y los derechos humanos y regular la limpieza y la libertad de las elecciones a la FIFA, mientras examin¨¢bamos acusaciones de injerencias indebidas. En todos los casos nos encontramos con gran resistencia. Al final, nuestros esfuerzos fracasaron. Qued¨® claro que los directivos, para sobrevivir, nos retiraban su apoyo.
Nuestras conclusiones son las siguientes:
La FIFA no puede reformarse desde dentro mientras quienes tienen la responsabilidad de encabezar esas reformas necesiten para mantenerse en sus cargos a aquellos a quienes deben dirigir y los que necesitan ser supervisados puedan cerrar a discreci¨®n los ¨®rganos encargados de ello.
Los problemas de la FIFA no son un caso ¨²nico en el deporte. Los deportes en su conjunto constituyen uno de los sectores m¨¢s importantes de la vida social y econ¨®mica y representan aproximadamente el 2% del PIB mundial. Sin embargo, es un sector gobernado mayoritariamente por sistemas privados de instituciones internacionales. Estos ¨®rganos regulan el acceso a los mercados deportivos, definen y hacen respetar muchas de las normas que rigen su funcionamiento y controlan o alteran las actividades econ¨®micas que los rodean. Pero ni est¨¢n sujetos a los mismos mecanismos de participaci¨®n p¨²blica y responsabilidad que todas las dem¨¢s formas de regulaci¨®n de la vida social y econ¨®mica, ni se someten a ning¨²n tipo de escrutinio p¨²blico. Esa situaci¨®n debe cambiar.
?Qu¨¦ se puede hacer? Creemos que hace falta una actuaci¨®n decisiva desde fuera. Existe una responsabilidad respecto a miles de millones de aficionados que, si los organismos deportivos no quieren o no pueden asumir, tendr¨¢n que asumir las autoridades p¨²blicas. Un buen punto de partida ser¨ªa que los principales interesados aparte de la FIFA, en particular los parlamentos de las grandes potencias futbol¨ªsticas, el Parlamento Europeo y el Congreso estadounidense, celebraran sesiones de investigaci¨®n. Sin embargo, ya se han elaborado destacados informes independientes y parlamentarios sin resultados concretos, en parte, porque las verdaderas medidas solo pueden tomarse a nivel supranacional. Ning¨²n Estado (ni siquiera Suiza, que acoge tantas instituciones) tiene el poder suficiente, por s¨ª solo, para regular esos organismos internacionales: cada vez que se ha intentado, se ha amenazado a ese pa¨ªs con excluirlo de las competiciones y se ha "rendido". Las excepciones han sido Estados Unidos, cuando intervino el sistema penal, y la Uni¨®n Europea, en el ¨¢mbito regulador. La UE re¨²ne a 28 Estados miembros, y los organismos internacionales no pueden despreciar ese dato.
Por eso, la UE tiene una responsabilidad especial.
La Comisi¨®n Europea est¨¢ autorizada a actuar en el marco del mercado interior o de la competencia. El Parlamento Europeo debe volver a ocuparse de este asunto. Pero ha llegado el momento de exigir medidas reales a la Comisi¨®n y el Consejo. Dos posibles iniciativas concretas (que podr¨ªan coordinarse con otros Estados y organizaciones regionales) ser¨ªan:
1. Crear un organismo independiente con competencias para revisar y supervisar los aspectos ¨¦ticos y de gobierno, incluida la limpieza de las elecciones. Dicho organismo no gobernar¨ªa el deporte en s¨ª, sino que solo garantizar¨ªa el respeto de las organizaciones deportivas internacionales a los principios de transparencia, responsabilidad y controles y equilibrios, as¨ª como al principio de legalidad. Esta misma semana, el Comit¨¦ de Cultura de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa pidi¨® a la UE que emprendiera esta iniciativa, y nosotros nos sumamos.
2. Hacer que la investigaci¨®n y el enjuiciamiento penal de las actividades delictivas relacionadas con el deporte sean una prioridad para el futuro Fiscal P¨²blico Europeo. Lo ideal ser¨ªa que fuera una competencia autom¨¢ticamente asignada a su departamento, pero, si no, hay que tener en cuenta que muchos de estos problemas tienen repercusiones directas en los intereses econ¨®micos de la Uni¨®n (la base legal fundamental para determinar el ¨¢mbito de actuaci¨®n de esta nueva Fiscal¨ªa).
Miles de millones de aficionados practican o siguen con pasi¨®n diversos deportes, pero no tienen ning¨²n control de las organizaciones que los gobiernan. Alguien debe actuar en su nombre para proteger la integridad de esos deportes. No podemos dejar que el deporte, tan hermoso, siga estando en manos de una cultura y una organizaci¨®n tan desagradables.
Joseph Weiler y Navi Pilay fueron miembros del Comit¨¦ de Gobierno de la FIFA. Miquel Poiares Maduro presidi¨® los Comit¨¦s de Gobierno y Supervisi¨®n de la FIFA.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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