Las ilusiones del ¡®proc¨¦s¡¯

Se ha dicho que una de las razones del ¨¦xito del proc¨¦s es que cuenta con un relato potente. Ese relato descansa en la asunci¨®n de una supuesta y secular enemiga de Espa?a contra Catalu?a; pero tal mensaje no habr¨ªa logrado imponerse sin el concurso de dos artefactos ret¨®ricos: la ilusi¨®n de mayor¨ªa (somos m¨¢s) y la ilusi¨®n de excelencia (somos mejores).

La ilusi¨®n de mayor¨ªa radica en que una parte consigue ocupar una posici¨®n hegem¨®nica de modo que un nosotros particular (independentistas) se convierte en el nosotros comunitario (catalanes). Tiene dos manifestaciones. Una es de naturaleza discursivo-comunicacional y establece que la visi¨®n independentista est¨¢ avalada por el consenso social. Un buen ejemplo lo proporciona ??igo Dom¨ªnguez refiri¨¦ndose a TV3 (EL PA?S, 12-11-2017): ¡°Toda Catalu?a ser¨ªa una [...] La idea es siempre la misma: el deseo de independencia es abrumador, total, y no lo que es en realidad, no mayoritario, seg¨²n las ¨²ltimas elecciones. En ese sentido las posturas contrarias son residuales¡±. Es, en efecto, una m¨²sica constante: la del clamor de la calle, el mandato democr¨¢tico, la reivindicaci¨®n popular.

La otra manifestaci¨®n es de naturaleza social: actores salientes ubicados en posiciones estrat¨¦gicas se constituyen en emblemas comunitarios (Kristina Lerman y colaboradores: The ¡®Majority Illusion¡¯ in Social Networks). El proc¨¦s cuenta con un factor determinante para conseguir ese efecto: la terna medi¨¢tica Piqu¨¦, Llach y Guardiola.

La repetici¨®n desde los amplificadores audiovisuales y la prestancia de los influencers da cuenta de c¨®mo posiciones minoritarias consiguen imponer sus definiciones de la realidad. La contrapartida de esta sobrerrepresentaci¨®n es la espiral del silencio que invisibiliza al resto de la poblaci¨®n. No es visible, luego no existe. De ah¨ª la sorpresa ante las manifestaciones antisecesionistas de octubre (y el recurso a su descalificaci¨®n expeditiva como de extrema derecha).

Hay actores convertidos en emblemas comunitarios, como la terna medi¨¢tica Piqu¨¦, Llach y Guardiola

La atribuci¨®n cuantitativa se completa con otra cualitativa. Es la ilusi¨®n de excelencia. El nosotros supuestamente titular monopoliza los referentes valiosos. Puesto que se trata de un contencioso diferencial, el resultado es una distribuci¨®n simb¨®lica asim¨¦trica: a la Catalu?a n¨®rdica, democr¨¢tica, dialogante y risue?a se contrapone una Espa?a intolerante, cutre, malencarada y franquista. La etnicidad catalanista se constituye en identidad de prestigio, de ah¨ª su poder de seducci¨®n y su distribuci¨®n desigual en la pir¨¢mide social ¡ªbien ilustrada por la rareza de los apellidos comunes en la c¨²spide¡ª. Hay una continuidad entre el proc¨¦s y la nacionalizaci¨®n pujolista. La apropiaci¨®n de la excelencia tiene su momento fundacional en el memorable: ¡°De ¨¦tica, moral y juego limpio hablaremos nosotros¡±.

La estrategia de acumulaci¨®n de capital simb¨®lico ¡ªuna invariante de todos los supremacismos¡ª que comporta la ilusi¨®n de excelencia no es mero narcisismo: se articula como instancia proveedora de derechos. A un pueblo (un t¨¦rmino m¨¢s apropiado que sociedad por su connotaci¨®n organicista) portador de tales avales, ?c¨®mo se le va a negar el ¡°derecho a decidir su futuro¡±? Pero ni ese supuesto derecho ¡ªun endemismo jur¨ªdico vasco-catal¨¢n¡ª tiene aval en la normativa internacional, ni la mera adici¨®n de cifras es fundamento s¨®lido de derechos, porque, como recuerda F¨¦lix Ovejero, ¡°la voluntad y el n¨²mero resultan irrelevantes para fundamentar derechos¡± (EL PA?S, 13-11-2017).

Los acontecimientos de las ¨²ltimas semanas son elocuentes por cuanto los propios protagonistas han acabado reconociendo el car¨¢cter ilusorio de los avatares terminales del proc¨¦s. (Tambi¨¦n Junts pel S¨ª y la CUP anunciaron solemnemente que boicotear¨ªan unas elecciones convocadas por el Gobierno central). Sin embargo, ello no equivale a una impugnaci¨®n de las ilusiones se?aladas. Porque estas persiguen una doble finalidad: adem¨¢s de sostener el relato dominante, distraer la atenci¨®n respecto a las pr¨¢cticas y los mecanismos puestos en funcionamiento por los actores interesados con ese fin. Por eso la tarea de achicar los mitos, falacias, medias verdades, sofismas y posverdades vertidos cotidianamente demanda un esfuerzo que hace literalmente inaccesible el suelo epist¨¦mico para la explicaci¨®n del proc¨¦s. Sin que ello presuponga desde luego que las variables y los actores se?alados expliquen todos sus recovecos.

Mart¨ªn Alonso es polit¨®logo y autor de El catalanismo, del ¨¦xito al ¨¦xtasis (tres vol¨²menes; 2014-2017).