Micromachismos
A la revoluci¨®n de las mujeres de 2017 hay que acompa?arla de microluchas por la igualdad
La revoluci¨®n de las mujeres ha venido para quedarse, ni un paso atr¨¢s, y en 2017 se han dado zancadas con la campa?a de denuncias contra los abusos sexuales. El movimiento se recordar¨¢ como uno de los grandes hitos en este laborioso camino de conquistas por el respeto y la equidad entre sexos, como hicieron historia las sufragistas en Estados Unidos y Gran Breta?a, la igualdad salarial en Suecia, ¡°el segundo sexo¡± de Beauvoir, la segunda ola de Kate Millett o la tercera de Rebecca Walker. En 2017, las mujeres se conectaron con un solo grito, ¡°me too¡±, para denunciar lo que hasta entonces hab¨ªan sido silentes acosos sexuales (no confundir con consentidos). Las denuncias saltaron de la pancarta callejera al altavoz de los escenarios, y prendieron como una chispa sobre un reguero de p¨®lvora, r¨¢pida y luminosa. Por fin se hizo real el ansiado ¡°stop al silencio¡± y la liberaci¨®n de fantasmag¨®ricas culpas. A partir de ahora ya nada ser¨¢ igual porque el acoso ha dejado de ser un marchamo social para ellos. Se acabaron los acosadores tabernarios a voces.
Por el camino de esta cruenta lucha se van quedando v¨ªctimas an¨®nimas de violencia machista, 48 el ¨²ltimo a?o en Espa?a, por osar decirles a los pretendidos patriarcas ¡°basta¡±. Esto nos obliga a abrir 2018 en pie, sin olvidar que la vida cotidiana sigue cubierta de estereotipos y actos ¡°micromachistas¡±. ?Micro, si son machistas? No ser¨¢ que la nueva expresi¨®n pretende definir con benevolencia la cotidianeidad del trato a las mujeres como seres subsidiarios, talladas desde ni?as como figuritas de porcelana para el disfrute de los hombres.
Para entenderlo bien pong¨¢monos las gafas de ver de una ¡°ni?a normal y corriente¡±. ?Qu¨¦ ha visto en un ¡°d¨ªa normal y corriente¡±, por ejemplo en esta Navidad? Veamos. La publicidad le habr¨¢ bombardeado o bien con mu?ecas lloronas y meonas necesitadas de cuidados, o con esbeltas barbies ataviadas con refulgentes trajes y rubias melenas para peinar; junto a carritos beb¨¦, escobas o cocinas. Para la hermana mayor habr¨¢ reparado en la oferta de perfumes capaces de extasiar a los hombres; y para mam¨¢ m¨¢gicos detergentes, con portentoso poder de reluz y blancura. En las pel¨ªculas, se habr¨¢ topado con vigorosos h¨¦roes. En las noticias, habr¨¢ normalizado a presentadoras embutidas en sugerentes vestidos, presentadores que conducen la pol¨ªtica, hombres que prescriben sobre ciencia o econom¨ªa, ic¨®nicos futbolistas y relatos donde la mujer es protagonista porque ha sido asesinada por su pareja o por un depredador sexual. En los programas festivos habr¨¢ observado que las chicas lucen m¨¢s carne que ropa, y que de esta guisa son capaces de entonar las campanadas engullendo las uvas a 0 grados. Lo normal es que pap¨¢ se haya ofrecido a ¡°ayudar¡± a mama poniendo alguna que otra mesa. Por el sal¨®n habr¨¢n circulado magazines que propon¨ªan a las reinas de la casa soluciones expr¨¦s de rejuvenecimiento, cremas anticelul¨ªticas, melenas de seda, moda encajada como guantes en l¨¢nguidas jovencitas, reportajes de maduras pasadas por el Photoshop, recetas de cocina y trucos para reforzar las armas de mujer. En el restaurante le ofrecer¨ªan la carta de vinos a pap¨¢ y, por supuesto, la cuenta. Ah¨ª la hermana mayor fue la se?orita y mam¨¢ la se?ora, ante la certidumbre de que mam¨¢ posee marido y prole y que la crema facial efecto flash no hizo milagros. Por el centro comercial habr¨¢ visto a alguna chica en semicueros ofreciendo globos, en la joyer¨ªa a muchachas guapas con el imperativo laboral de llevar los labios pintados de rojo, y en la secci¨®n droguer¨ªa a vendedoras mayores con los labios a su aire.
En Navidad, la ni?a promedio ha respirado rosa intenso, como el chicle igualmente pegajoso, por muy revolucionaria que pueda ser mam¨¢ y ella sea quien le escoja las lecturas. El colegio, los amigos y la televisi¨®n ya se encargan de dividirle el mundo en dos bloques diferentemente coloreados. En cuanto crezca, percibir¨¢ que la industria del consumo le cobrar¨¢ una tasa rosa en los productos que se suponen son para ellas, y el mundo laboral la colocar¨¢ bajo una lupa y le negar¨¢ el mismo salario que a ellos. Por eso bien est¨¢ que conozca por qu¨¦ en dos meses habr¨¢ que seguir conmemorando el d¨ªa de la mujer trabajadora. Y que a las grandes revoluciones como la de 2017, hay que acompa?arlas de microluchas para hacer frente al eufem¨ªstico micromachismo, un virus que est¨¢ por todas partes.
Gloria Lomana es periodista y analista pol¨ªtica. Acaba de publicar Juegos de poder.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.