Paisaje moral despu¨¦s de la batalla.cat
No se puede insistir en f¨®rmulas fallidas, pero los actores no parecen capaces de hacer algo distinto
El final de la Navidad ofrece siempre un paisaje desolador. Alrededor de los contenedores de basura, al caer la tarde del 6 y el 7 de enero, las ruinas de la fiesta se suceden calle tras calle, donde se amontonan centenares de paquetes m¨¢s o menos fastuosos y algo absurdos como ballenas varadas en una playa, envoltorios de ultradise?o obsolescente, envases sofisticados con toda su impostura, los restos de este largo fest¨ªn de contradicciones entre la euforia y la sombra de la crisis. La basura es el negativo de una sociedad ¨Cmet¨¢fora certera de alguna de las primera novelas de Javier Mar¨ªas¨C y en definitiva la huella donde se sedimenta la realidad. Ah¨ª est¨¢ nuestro paisaje moral.
En el espacio pol¨ªtico, tras la frontera de la Navidad, sucede algo semejante. El paisaje moral nos retrata con cierta crudeza, entre los restos inquietantes de un proceso fallido. El presidente Rajoy, inseguro en el 155 tras el fiasco del 21-D, mantiene su inacci¨®n mientras los barones se revuelven ante los sondeos que ya proyectan el ¨¦xito de Ciudadanos a toda Espa?a. Puigdemont se afianza en ¡®o yo o ninguno¡¯, decidido a bloquear el Parlament si no se le da el salvonducto a la investidura, puesto que un plante indepe dejar¨ªa la c¨¢mara sin quorum. S¨¢nchez¡ bueno, S¨¢nchez definitivamente parece fugado de s¨ª mismo. Rivera, tras el ¨¦xito de Arrimadas, es el aliado de Rajoy y su mayor enemigo, a sabiendas de que las reacciones lentas del electorado conservador han tardado en deparar su momento. Junqueras parece seguir creyendo que proclamar su fe le va a sacar de prisi¨®n, pero en esto no hay milagros; y proclamarse hombre de paz no es una eximente para el derecho penal. Arrimadas no puede refugiarse en el ¨¦xito, y tendr¨¢ que asumir un liderazgo que de momento mantiene congelado en la sonrisa del 21-D. Iglesias est¨¢ escondido, literalmente escondido, tras el enorme fracaso de su estrategia; y Colau ya ni siquiera domina Barcelona en las encuestas. Iceta sigue diciendo cosas muy convincentes excepto para los votantes. Incluso la CUP va desfondada porque la radicalidad de Puigdemont no deja espacio m¨¢s all¨¢. El paisaje moral con los restos del proc¨¦s es desalentador.
No parece f¨¢cil adivinar qu¨¦ puede romper este escenario deteriorado; tal vez s¨®lo unas elecciones generales para establecer un nuevo marco pol¨ªtico. Claro que sin la soluci¨®n de Catalu?a, el Gobierno no puede abocar el pa¨ªs a la inestabilidad, pero a la vez sin Catalu?a no va a haber presupuestos que den estabilidad al Gobierno. Y adem¨¢s hay ruido de sables en las comunidades por el chantaje de Montoro. En Catalu?a, el bloqueo va a pudrir a¨²n m¨¢s la cosas. El Gobierno no va a tomar decisiones arriesgadas desde el 155 sobre todo tras el resultado en las urnas, porque nadie descarta nuevas elecciones, y si hay Govern ser¨¢ con la agenda ¨²nica de Puigdemont cuyo discurso de Navidad, aun a sabiendas de que la unilateralidad es in¨²til, se desconect¨® por completo de la realidad social de los catalanes. Catalu?a, dentro de su poderosa inercia de prosperidad, pierde competitividad, dinamismo e incluso riqueza.
Algo distinto deber¨ªa ocurrir para modificar el escenario, pero no parece que vaya a ocurrir nada distinto. ¡°Es una locura hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes¡±, seg¨²n la m¨¢xima cient¨ªfica atribuida a Einstein. Si se buscan resultados distintos, no puede volver a hacerse lo mismo¡ y eso vale para casi todo, desde luego tambi¨¦n para la pol¨ªtica. No se puede insistir en f¨®rmulas fallidas, pero los actores no parecen capaces de hacer algo distinto. La pregunta desasosegante es qu¨¦ puede romper esa necrosis moral.
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