Gratitud cada vez m¨¢s tenue
Miren a su alrededor y d¨ªganme si no se han quedado esperando alguna vez a que alguien les diera las gracias por haberles hecho un favor.
LLEVO TIEMPO observando que una de las cosas que m¨¢s han cambiado en este siglo es la noci¨®n de agradecimiento. Si alguien se portaba bien con uno, o le hac¨ªa un favor, o le prestaba dinero y lo sacaba de un apuro, o lo consolaba en el des¨¢nimo, eso sol¨ªa quedar en nuestra memoria para siempre. Bastaba con una sola ocasi¨®n, un solo gesto de generosidad, para que nuestra gratitud fuera imperecedera. Yo, desde luego, he procurado llevar eso al extremo: he tenido en cuenta hasta deferencias m¨ªnimas. Durante a?os un viejo amigo me dio motivos para retraerle la amistad, y sin embargo tard¨¦ much¨ªsimo en hacerlo porque un d¨ªa de 1981 le ped¨ª que, ya que viv¨ªa en la misma calle que una novia extranjera que ten¨ªa yo por entonces y que estaba enferma (no recuerdo por qu¨¦, yo no pod¨ªa desplazarme), se acercara a verla y a llevarle unos medicamentos. No era un gran sacrificio ni nada extraordinario, pero que se mostrara dispuesto me bast¨® para guardarle agradecimiento imprescriptible. Si alguien hac¨ªa algo por uno una sola vez, eso ya no se borraba. Tambi¨¦n he contado en alguna entrevista que mi ya larga amistad con P¨¦rez-Reverte no es ajena a lo siguiente: en 1995 abandon¨¦ una editorial de prestigio y poderosa. La ruptura no estuvo relacionada con la mejor oferta de otra ni nada por el estilo (de hecho no tuve una nueva novela hasta 1998), sino con mi descontento y mis sospechas. Me encontr¨¦ con un vac¨ªo y una insolidaridad absolutos por parte de mis colegas novelistas. No es que yo les pidiera ni esperara que dijeran nada p¨²blicamente, claro (no involucro a los dem¨¢s en mis litigios), pero es que ni siquiera en privado casi nadie me dio el menor ¨¢nimo (se teme enemistarse con el poderoso). P¨¦rez-Reverte, al que entonces no conoc¨ªa, tuvo el detalle de acerc¨¢rseme en una presentaci¨®n y decirme: ¡°Ya s¨¦ de tus problemas. Si te puedo echar una mano, o necesitas un abogado, cuenta conmigo¡±. No ten¨ªa por qu¨¦, y en aquella ¨¦poca de soledad se lo agradec¨ª much¨ªsimo. Como tambi¨¦n la solidaridad que me brind¨® Manuel Rodr¨ªguez Rivero. Son cosas que no se olvidan, o que yo no olvido. No necesitaba reiteraci¨®n ni acumulaci¨®n para tener a esas personas un miramiento (casi) eterno y a prueba de bombas.
Parece como si los favores no contaran a menos que se prolonguen indefinidamente.
Eso ya no existe mucho. Parece como si los favores no contaran a menos que se prolonguen indefinidamente. El que se rindi¨® en el pasado es eso, pasado, y hay que renovarlo continuamente para mantener el agradecimiento. Es como si todo lo habido careciera de peso en cuanto los favores se interrumpen, por lo que sea. En lo personal y en lo p¨²blico. Miren lo que le pas¨® a Puigdemont el d¨ªa en que iba a renunciar a la DUI y a convocar elecciones. Quienes llevaban dos a?os jale¨¢ndolo y teni¨¦ndole gratitud se revolvieron al instante y lo llamaron traidor porque ya no hac¨ªa lo que ellos quer¨ªan. Cuanto hab¨ªa hecho con anterioridad se hab¨ªa esfumado. Tanto p¨¢nico le dio que acab¨® por incurrir en la mayor sandez (bueno, una m¨¢s de las suyas), y ah¨ª lo tienen, con la chaveta perdida en Bruselas. En lo que a m¨ª respecta, durante m¨¢s de veinte a?os di un trato de amistad y privilegio a un matrimonio, con el que tuve incontables deferencias y al que ayud¨¦ a ganar dinero en tiempos dif¨ªciles, durante la crisis. Fue suficiente que en una ocasi¨®n no pudiera hacerles a marido y mujer el favor acostumbrado (o no quisiera del todo, tras un roce) para encontrarme con una actitud de insolencia y desprecio. Es m¨¢s, precisamente por lo continuado de los favores, hab¨ªan perdido de vista que se trataba de eso, de un favor entre amigos, pero favor al cabo, y se permitieron recriminarme que por una vez no se lo hiciera, o no a su gusto. Hab¨ªan pasado a considerarlo una especie de obligaci¨®n por mi parte, algo ins¨®lito. Y descubr¨ª con amargura que nada de lo habido durante veinte a?os largos contaba: ni las molestias que me hab¨ªa tomado, ni las muchas horas dedicadas, ni el esfuerzo, ni el distanciamiento que me hab¨ªa ganado de otros por mi ¡°favoritismo¡± hacia ellos. Se me qued¨® el alma helada, y no me cupo sino concluir que lo que para m¨ª hab¨ªan sido dos decenios de cordialidad y afecto, por el otro lado hab¨ªan sido meros inter¨¦s e hipocres¨ªa. Todo marchaba bien mientras el favor fuera permanente. Un solo ¡°fallo¡± justificado bastaba para anular cuanto hab¨ªa acumulado.
S¨ª, el agradecimiento ha cambiado, se ha hecho tan tenue para muchos, que a uno a veces le dan ganas de no prestar m¨¢s favores. ?Para qu¨¦, si no se van a apreciar a menos que se perpet¨²en? ?Y para qu¨¦ va uno a perpetuarlos, si esa continuidad va a acabar convirti¨¦ndolos en un ¡°deber¡±, en una ¡°deuda¡± para quien los hace, y le van a reprochar que los suspenda? No s¨¦, es como si una Navidad no pudiera darles aguinaldo a mis sobrinos (por andar mal de fondos, por ejemplo), y ellos me lo reclamaran y me lo echaran en cara y dejaran de hablarme. No pasar¨ªa, mis sobrinos son muy buenos chicos, y considerados. Pero miren a su alrededor y d¨ªganme si no han sufrido sorpresas de este tipo. Atr¨¦vanse a decirme que la noci¨®n de gratitud no ha cambiado. Pero, con todo y con eso, quien conserva la antigua nunca dejar¨¢ de hacer favores, no s¨®lo porque siempre haya excepciones, sino porque tampoco suele esperar que se los devuelvan. S¨®lo que le den las gracias.
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