?V¨ªctimas, s¨ª! Pero las nuestras
Existe algo conectado a la sacralizaci¨®n de las v¨ªctimas que es todav¨ªa peor que ella: el uso de las v¨ªctimas desde el punto de vista pol¨ªtico.
UNA DE LAS perversiones de nuestro tiempo consiste en la sacralizaci¨®n de las v¨ªctimas; o si se prefiere: en la conversi¨®n de las v¨ªctimas en h¨¦roes. Porque, sobra decirlo, las v¨ªctimas (de la guerra, del terrorismo, de cualquier violencia o tropel¨ªa) merecen toda nuestra solidaridad y nuestro apoyo, empezando por el econ¨®mico y terminando por el pol¨ªtico; pero no necesariamente son h¨¦roes, entre otras razones porque una v¨ªctima es por definici¨®n pasiva, mientras que un h¨¦roe es por definici¨®n activo. Claro que una v¨ªctima puede ser a la vez un h¨¦roe, igual que un h¨¦roe puede ser una v¨ªctima; pero ambas condiciones pocas veces coinciden. Nuestra ¨¦poca, no obstante, ha decretado que siempre lo hacen, y eso explica que, como dice Tzvetan Todorov, nadie quiera ser una v¨ªctima, pero todos queramos haberlo sido. Eso explica tambi¨¦n la inundaci¨®n universal de victimismo, as¨ª como la existencia de lo que S¨¢nchez Ferlosio denomina El Victimato, gracias al cual ¡°la justicia moderna reverbera la antigua venganza, porque la culpa no parece ser el da?o, sino la impunidad¡±.
Una v¨ªctima es por definici¨®n pasiva, mientras que un h¨¦roe es por definici¨®n activo
Hay sin embargo algo conectado a la sacralizaci¨®n de las v¨ªctimas que es todav¨ªa peor que ella: el uso pol¨ªtico de las v¨ªctimas. En Espa?a lo vemos a diario en la inicua asimetr¨ªa del trato que algunos dispensan a las v¨ªctimas del franquismo y a las de ETA. El PP no se cansa de proclamar su respeto por las v¨ªctimas de ETA y de velar por su bienestar, cosa que est¨¢ muy bien, pero Rajoy ha presumido ignominiosamente de no destinar un solo euro a las asociaciones de v¨ªctimas del franquismo para que terminen de una vez con la verg¨¹enza de los muertos en las cunetas y las fosas comunes. Por su parte, Podemos protesta con raz¨®n cuando el PP ningunea a las v¨ªctimas del franquismo o cuando un juez condena a un a?o de c¨¢rcel a una chica por contar en Twitter chistes sobre el asesinato de Carrero Blanco, pero se muestra bien tolerante con un grupo de abertzales que pega una paliza a unos guardias civiles de paisano en Alsasua, cuando no equipara a los verdugos con las v¨ªctimas. Si se trata de las v¨ªctimas del franquismo, el PP aboga por pasar p¨¢gina, por no reabrir heridas, olvidar el pasado, mirar s¨®lo al futuro y otros clich¨¦s parecidos; si se trata de las v¨ªctimas de ETA, en cambio, el PP aboga por todo lo contrario: por no olvidar nada, por honrar a los muertos, preservar su memoria y tener el pasado siempre presente, para no repetirlo. Algo parecido le ocurre a Podemos, s¨®lo que a la inversa: si se trata del franquismo, todo por el recuerdo de las v¨ªctimas; si se trata de ETA, todo o casi todo por el olvido, el perd¨®n y la reconciliaci¨®n. Es verdad que, hasta donde alcanzo, Podemos no ha llegado con las v¨ªctimas de ETA a los grados de vileza a los que ha llegado el PP con las del franquismo. Tambi¨¦n es verdad que existen infinidad de diferencias entre las v¨ªctimas de ETA y las del franquismo, pero ninguna de ellas es esencial: ambas son v¨ªctimas de atropellos contra la democracia, y ambas merecen el mismo trato por parte del Estado.
Es injusto que no lo est¨¦n recibiendo. David Rieff public¨® hace unos meses un ensayo brillante y controvertido titulado Elogio del olvido; contra lo que creen quienes abominan de ¨¦l sin haberlo siquiera hojeado, el libro no contiene un elogio indiscriminado del olvido, sino una cr¨ªtica razonada de lo que Todorov llam¨® ¡°los abusos de la memoria¡± y uno, m¨¢s provocadoramente, ¡°la industria de la memoria¡±: los malos usos pol¨ªtico-medi¨¢ticos del pasado. Horrorizado por el empleo de la historia como carburante del odio en la guerra de la extinta Yugoslavia y el genocidio de Ruanda, hechos que conoci¨® de primera mano, Rieff especula con sutileza sobre las virtudes pol¨ªticas que, en ciertas situaciones, puede tener el olvido. Pero lo cierto es que los abusos de la historia y la memoria casi nunca justifican el olvido: s¨®lo obligan a hacer un uso honesto del pasado; igual que los abusos de las v¨ªctimas no justifican su abandono: obligan a protegerlas mejor, a no usarlas en provecho propio, a estar de verdad con ellas. Con todas ellas. Son dos obligaciones con las que seguimos sin cumplir.?
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