Naci¨®n, democracia y Transici¨®n
La pluralidad de proyectos perif¨¦ricos se impuso frente a unas se?as de identidad comunes
Entre las muchas sugerencias que se desprenden de la lectura del espl¨¦ndido reciente ensayo de Santos Juli¨¢ sobre la Transici¨®n espa?ola, hay una, insinuada mejor que explicitada, que pienso merece un comentario. Se trata del dilema que entonces se plante¨® entre democracia y naci¨®n. En pocas palabras, el dilema consisti¨® en priorizar la construcci¨®n de la democracia sobre la recuperaci¨®n de una idea de naci¨®n espa?ola. No faltaban razones para esta decisi¨®n. Resulta evidente que los proyectos de nacionalismo espa?ol a lo largo de los siglos XIX y XX hab¨ªan sido plurales y enfrentados. El proyecto de la tradici¨®n liberal-democr¨¢tica dominante en l¨ªneas generales hasta la Guerra Civil se hubo de enfrentar al proyecto nacional-cat¨®lico y de inspiraci¨®n fascista triunfante con el franquismo. Como consecuencia de ello, cab¨ªa deducir una similar idea de pluralidad con referencia a la naci¨®n espa?ola. Aunque, en este punto, la acci¨®n de un Estado secular, la comunidad cultural mayoritaria y la proyecci¨®n de un largo pasado restaban fuerza a la existencia de distintas visiones de la naci¨®n com¨²n, es cierto que la pluralidad enfrentada de proyectos nacionales debilitaba la coherencia de la naci¨®n de los espa?oles. En consecuencia, la reconstrucci¨®n de una idea nacional para nuestro pa¨ªs constitu¨ªa una empresa azarosa, sujeta a enfrentamientos que no se presentaban en la idea de recuperar la democracia.
Otros art¨ªculos del autor
Los distintos actores del proceso de Transici¨®n se apuntar¨ªan a esta visi¨®n de la cuesti¨®n por distintas, pero coincidentes razones en el resultado final. Los reformistas provenientes del franquismo eran conscientes del papel que una particular idea de naci¨®n espa?ola hab¨ªa desempe?ado, especialmente en su primer trecho de vida, en la dictadura. En su deseo de incorporarse a la restablecida democracia ten¨ªan una buena disculpa para orillar la recuperaci¨®n de la naci¨®n. La izquierda espa?ola ten¨ªa su parcial inspiraci¨®n en un marxismo de combate, en el olvido de la tradici¨®n liberal-democr¨¢tica anterior a la Guerra Civil y en su lucha por hacerse un lugar al sol en Catalu?a, y el Pa¨ªs Vasco, unas eficaces explicaciones para alejarse de una idea de naci¨®n espa?ola. Ni que decir tiene que los nacionalismos perif¨¦ricos, radicalizados por la acci¨®n de la dictadura y deseosos de sustituir la naci¨®n com¨²n por sus propias realidades nacionales, coincid¨ªan con aquellas actitudes.
Lo que se plante¨® entonces como una estrategia pol¨ªtica prudente pondr¨ªa de manifiesto con el paso del tiempo sus debilidades. No se prest¨® atenci¨®n al dato de que todo Estado, incluso el m¨¢s democr¨¢tico, necesita para garantizar su buen funcionamiento el cimiento de una comunidad de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes. En ¨²ltima instancia, de una naci¨®n pol¨ªtica fundamentada en una cosmovisi¨®n liberal-democr¨¢tica. Incluso, dentro de un proyecto de construcci¨®n europea, el Estado y la naci¨®n siguen siendo artefactos funcionales para la vida de los europeos. Cuando se habla de la historicidad de las naciones se est¨¢ haciendo referencia a un hecho cierto. Tan cierto como la historicidad de los Estados. Pero mientras estos ¨²ltimos sigan desempe?ando un papel importante en la vida de los pueblos resultar¨¢ de todo punto precipitado predicar su superaci¨®n. Lo mismo cabe afirmar de unas naciones pol¨ªticas abiertas al reconocimiento de los valores del pluralismo, las lealtades compartidas y la tolerancia.
Se olvid¨® entonces tambi¨¦n que el papel hurtado a la naci¨®n espa?ola habr¨ªa de ser ocupado por otras realidades nacionales que aspiraban a sustituirla. Es verdad que el proceso constituyente de 1978 vino a rectificar parcialmente esta situaci¨®n. Los debates constitucionales, la f¨®rmula del art¨ªculo 2, la compatibilidad ampliamente aceptada de la idea de naci¨®n com¨²n y la de nacionalidades y regiones habr¨ªa de suponer una parcial modificaci¨®n de la actitud ante la cuesti¨®n hasta entonces dominante. Se produjo en este momento un consenso respecto a la cuesti¨®n nacional espa?ola que daba satisfacci¨®n a la mayor parte de las posiciones en conflicto. Ser¨ªa necesario estudiar las causas e identificar a los responsables de que ese consenso aparezca hoy debilitado, hasta el punto de que sean en la actualidad muchas las voces, merecedoras de atenci¨®n, a favor de una revisi¨®n del pacto de 1978. Lo que s¨ª parece claro es que los pasos dados a lo largo del proceso de Transici¨®n anterior a la Constituci¨®n de 1978 dejar¨ªan una profunda huella en la pol¨ªtica espa?ola. Una huella cuyo peso seguimos sintiendo en la actualidad.
Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado en la UNED.
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