Una sociedad infantilizada
El p¨²blico es hoy una comunidad fr¨¢gil y asustadiza a la que hay que proteger y orientar
El campo cultural empieza a parecerse al pol¨ªtico en su crispaci¨®n continua, en la sucesi¨®n de pol¨¦micas incendiarias, en la acumulaci¨®n de indignados y en el talante avinagrado, sucio y tabernario que adquieren los debates. Ser¨¢ el sino de unos tiempos melodram¨¢ticos, pero no s¨¦ cu¨¢nto m¨¢s podremos aguantar sin que la guerra cultural se convierta en una guerra a secas ni qui¨¦n disparar¨¢ la primera bala. ?Ser¨¢ un espectador de la Carmen feminista con el final cambiado estrenada en Florencia el 7 de enero? ?Ser¨¢n Catherine Deneuve y las firmantes del manifiesto contra la campa?a #Metoo? ?Ser¨¢ un lector de C¨¦line, enfadado por la decisi¨®n de Gallimard de no publicar su panfleto antisemita? ?O ser¨¢ Claire Dederer, que escribi¨® un largu¨ªsimo art¨ªculo contra Woody Allen y los hombres monstruosos?
Otros art¨ªculos del autor
M¨¢s all¨¢ de razones, argumentos, pros y contras, lo que tienen en com¨²n todas estas pol¨¦micas es que se parecen mucho a las que suscitan los contenidos para ni?os. Cuando nos preguntamos si una obra es digna de tener espectadores o no, si ha de editarse ¨ªntegra o con un contexto que neutralice su brutalidad, si es l¨ªcito alterar su argumento para adecuarla a los valores morales del siglo XXI o, directamente, si sus autores tienen derecho o no a producirla, estamos considerando que el p¨²blico es una comunidad fr¨¢gil, asustadiza y propensa a sufrir traumas irreversibles, a la que hay que proteger y orientar, para que no se aparte nunca de la senda del bien. Aunque no soy entusiasta de clasificar la cultura por edades, puedo entender que haya un consenso acerca de que los ni?os y los j¨®venes, cuyo criterio y gusto a¨²n no est¨¢ formado, no deber¨ªan exponerse a pornograf¨ªas, violencias extremas o ambig¨¹edades morales demasiado sutiles, pero no veo ninguna raz¨®n para que un adulto, mayor de edad y con una capacidad cognitiva normal, vea, lea y escuche lo que le d¨¦ la gana sin que nadie le advierta sobre su conveniencia o le prevenga sobre su maldad.
En una sociedad cada vez m¨¢s infantilizada, donde las virtudes y ambiciones de los adultos (autonom¨ªa, responsabilidad, capacidad de decisi¨®n y, sobre todo, libertad) tienen cada vez menos prestigio y donde tanta gente busca consuelo, amparo y gu¨ªas para aprender a vivir, es l¨®gico que el p¨²blico sea tratado como ni?os. Parece como si espectadores y lectores hubiesen perdido la capacidad de juzgar o de enfrentarse a las paradojas y a los dilemas. S¨ª, puede que la obra de arte est¨¦ hecha por una persona que no nos gusta, que incluso ha delinquido o simplemente tiene un comportamiento turbio o es un malnacido (aunque tambi¨¦n puede que la estemos juzgando con una estrechez de miras neopuritana que har¨ªa pasar por liberal a cualquier cazador de brujas), y tal vez en esa obra se perciban desasosiegos, sombras y planteamientos inquietantes que reflejan esa turbiedad moral. Muy bien, ?y qu¨¦? No hay que buscar la moraleja al final del texto: la hormiga no siempre vence a la cigarra y Caperucita puede ser una psic¨®pata que ha planeado el crimen de su abuelita, porque una de las razones de ser del arte es precisamente incomodar, sembrar dudas, hacer que el receptor se cuestione su propia vida y su actitud. Hay una dimensi¨®n confesional en el arte, no siempre expl¨ªcita, y las confesiones, si son sinceras, nunca son bonitas ni c¨®modas de escuchar.
Una de las razones de ser del arte es precisamente incomodar, sembrar dudas, hacer que el receptor se cuestione su propia vida y su actitud
En su mencionado art¨ªculo, Claire Dederer cita mal a Walter Benjamin. Le atribuye la frase ¡°la barbarie que est¨¢ en la base de toda gran obra de arte¡± para sostener su tesis de que muchos artistas (hombres) son monstruos ego¨ªstas y que han sido su monstruosidad y su ego¨ªsmo los que les han hecho artistas. La cita correcta de Benjamin, que pertenece a Sobre el concepto de historia, es: ¡°No hay documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie¡±. Se refiere el fil¨®sofo a que las grandes obras del pasado se han levantado sobre la injusticia, el esclavismo y la opresi¨®n. Es una idea vieja que ya expres¨® Nietzsche, pero que no se puede aplicar al cine de Woody Allen sin caer en el rid¨ªculo y que, desde luego, es obsceno usar como justificaci¨®n de censuras y melindres puritanos. ?Qu¨¦ hacer con todo ese arte ambiguo, puede que inmoral y contrario a los valores de convivencia y respeto? Lo ¨²nico que puede hacer una sociedad libre: garantizar la libertad creativa y permitir que cada cual lo vea o lo rechace, sin taparle los ojos a nadie.
Sergio del Molino es escritor.
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