El gozo de la curiosidad
MI QUERIDO CONTRADICTOR: Me dirijo a ti de manera gen¨¦rica porque no eres alguien concreto sino el representante de ese grupo de personas que me han llevado la contraria a lo largo de mi vida y que me contradir¨¢n en el futuro; solo s¨¦ que a ti debo la mayor parte de las cosas que conozco pero, sobre todo, que la confianza propia no sea excesiva y esa distancia de seguridad respecto de uno mismo sin la cual nuestra vida ser¨ªa un tedioso ejercicio de autorratificaci¨®n.
Los seres humanos necesitamos entornos reconfortantes, no podr¨ªamos vivir sin rutinas incuestionadas y tenemos una escasa capacidad para las sorpresas. Ahora bien, m¨¢s all¨¢ de un determinado grado de conformidad, la vida se convierte en una insoportable coreograf¨ªa de aprobaci¨®n de lo que somos y de cuanto sabemos. Ser¨ªa terrible que Nietzsche tuviera raz¨®n cuando sosten¨ªa que los humanos no hacemos otra cosa que sorprendernos al encontrar cosas que previamente hab¨ªamos escondido. La prueba de que es posible hacer verdaderos descubrimientos, de que hay novedad en la historia, sois vosotros y vosotras, quienes nos contradicen.
Los seres humanos necesitamos entornos reconfortantes, no podr¨ªamos vivir sin rutinas incuestionadas y tenemos una escasa capacidad para las sorpresas
Si uno es fil¨®sofo tiene adem¨¢s, por oficio, una especial adicci¨®n a la contrariedad. Por deformaci¨®n profesional podemos entender bien a qu¨¦ extra?o mecanismo mental se estaba refiriendo Unamuno cuando afirmaba: ¡°No estoy siempre conforme conmigo mismo y suelo estarlo con los que no se conforman conmigo¡±. Pensar es una estrategia para ir m¨¢s all¨¢ de lo pensado, por otros y por uno mismo, impugnar los prejuicios (sobre todo los propios), imaginar situaciones ins¨®litas, suponer que algo podr¨ªa ser de otra manera. Para eso necesitamos un interlocutor que nos contradiga y, si no lo tenemos, lo inventamos: la ciencia cultiva la controversia, la refutaci¨®n y la cr¨ªtica, el derecho ha establecido procesos contradictorios previos a la determinaci¨®n de la verdad jur¨ªdica y a la democracia le debemos ese hallazgo pol¨ªtico prodigioso de que a todo gobierno le corresponde una oposici¨®n. Son estrategias que nos salvan de la locura en la que caer¨ªamos, individual y colectivamente, si no tuvi¨¦ramos nadie alrededor sistem¨¢ticamente empe?ado en quitarnos la raz¨®n.
Si nos fijamos en c¨®mo configuramos nuestros entornos obtendremos mucha informaci¨®n acerca de c¨®mo somos. Hay quien prefiere el coro de aduladores y quien elige la primera l¨ªnea de combate con el adversario. El equilibrio entre la seguridad y el riesgo, entre la comodidad de la rutina y el gozo de la curiosidad es algo que cada uno debe aprender a orquestar. No existe una f¨®rmula universal para determinar el justo medio entre la convicci¨®n y la duda, pero yo he encontrado un remedio casero que no falla nunca: si en un momento dado descubres que eres el m¨¢s listo del grupo, debes salir corriendo. Lo peor que puede pasarle a uno es tener disc¨ªpulos dedicados a glosarte, hijos d¨®ciles o seguidores entusiastas. Es mucho m¨¢s interesante buscar la compa?¨ªa de alguien diferente, procurar el contraste, dejarse arrastrar por la atracci¨®n de la controversia, generar algo que adquiera vida propia.
Aprendemos gracias a quienes nos contradec¨ªs y, en el terreno de la convivencia, aprendemos incluso a no irritarnos demasiado por las man¨ªas de los dem¨¢s. El pensamiento, la vida y la democracia os necesitan para mantenerse en pie. Por eso, si uno anda escaso de contradictores es aconsejable que se los vaya procurando. Yo los he tenido y espero seguir teni¨¦ndolos en abundancia, en parte por razones estrat¨¦gicas y en parte por haber dicho y hecho no pocas cosas que merec¨ªan la cr¨ªtica y el reproche.
Mientras preparo mi pr¨®xima equivocaci¨®n, quer¨ªa recordar a mis contradictores que sigo contando con vosotros, aunque ya os anuncio que, como de costumbre, no me dejar¨¦ vencer sin ofrecer resistencia. Forma parte del trato.?
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