Hacer ver
Los artistas ven¨ªan a recordarle al resto de ciudadanos que su escaparate les concede el poder de visualizaci¨®n de los problemas morales de la sociedad
No es raro que una pel¨ªcula tan tosca como Tres anuncios en las afueras?haya conquistado los Globos de Oro y se encamine con fuerza hacia los Oscar. Su trazo de personajes a brochazo limpio confirma que la sutileza est¨¢ perdiendo la apuesta frente al subrayado. Pero quiz¨¢ por todo ello esta pel¨ªcula conecta con la atm¨®sfera que vive Hollywood hoy, donde se ha impuesto una mirada de superioridad frente a los distintos. El triunfo de alguien de tan dudosa cordura como Donald Trump ha servido para desvelar la incapacidad de sus oponentes. Los m¨¢s perezosos se han abonado a la f¨¢cil descalificaci¨®n de esa nutrida amalgama de votantes que vieron en la garrulez, el aislamiento orgulloso y la xenofobia de su l¨ªder rasgos de autenticidad. Si tu pa¨ªs depende del voto de esa gente no conviene despreciarlos de manera f¨¢cil, sino tratar de corregir su deriva con argumentos y dirigir los esfuerzos a reforzar el sistema educativo y la dimensi¨®n medi¨¢tica en la que florecen.
Durante la gala de los Globos de Oro, pese a estar de acuerdo con sus posturas y apreciar la necesidad de enfrentarse al sexismo rampante, no dejaba de percibirse esa rara superioridad. Los artistas ven¨ªan a recordarle al resto de ciudadanos que su escaparate les concede el poder de visualizaci¨®n de los problemas morales de la sociedad. Y ah¨ª es donde radica parte del error, porque el escaparate se limita a las poses, m¨¢s que acci¨®n es estampa. En lugar de predicar para ac¨®litos, quiz¨¢ los protagonistas de Hollywood lo que deber¨ªan es usar su poder para cambiar las din¨¢micas sexistas de su negocio y frenar la cosificaci¨®n femenina que bendicen 364 d¨ªas al a?o y condenan en una jornada de puertas abiertas. Igual que deber¨ªan reducir la sobreexplotaci¨®n industrial de la violencia y dejar de exprimir la rentabilidad de la incultura para hacer ver valores m¨¢s suculentos que la superficialidad del f¨ªsico, el poder del ¨¦xito y la potencia atl¨¦tica. No empezar¨ªamos pues por exigir cambiar a los dem¨¢s, sino cambiarnos a nosotros mismos.
Jam¨¢s se ha corregido a un racista por llamarle racista. Puede que sea un apreciable esfuerzo de catalogaci¨®n, pero si lo que pretendes es extraerle de la enorme masa tan acogedora formada por agresivos victimistas autoindulgentes e irracionales, no le empujes a ella. Uno no puede atajar los problemas de una sociedad dici¨¦ndole a los otros yo soy mejor que t¨², sino con el esfuerzo por demostrar las ventajas de sostener otra actitud, la enorme rentabilidad de aprender a convivir en igualdad. El exhibicionismo de la virtud es la primera dentellada del defecto.
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