Rusia: el palo, la zanahoria y la desinformaci¨®n
El Kremlin pretende debilitar a Europa porque quiere quedarse con Ucrania y otros pa¨ªses de la zona, o al menos mantenerlos como pa¨ªses-clientes
Desear¨ªa que la Uni¨®n Europea pudiera tener una relaci¨®n fluida y cercana, incluso cordial, con Rusia. Es una gran naci¨®n, socialmente compleja, culturalmente riqu¨ªsima, y es un pueblo muy vivo, a pesar de todo lo que le ha ocurrido a lo largo de los siglos. Pero, por desgracia, hace ya muchos a?os que el pa¨ªs adopt¨® un relato a la vez victimista e imperialista elaborado desde el poder. El presidente Vlad¨ªmir Putin eligi¨® el camino de la confrontaci¨®n.
La Guerra Fr¨ªa hab¨ªa quedado atr¨¢s y Mosc¨² deb¨ªa encontrar nuevas formas de influir para proteger sus intereses. Podemos llamarlo injerencias, noticias falsas, hackeos¡ todo cabr¨ªa bajo el paraguas de la desinformaci¨®n. Como ha explicado la historiadora Mira Mil¨®sevich, la desinformaci¨®n es tradicional en la pol¨ªtica rusa desde la ¨¦poca presovi¨¦tica. Se dirige tanto hacia los propios ciudadanos rusos como hacia los pa¨ªses que Rusia considera de su zona de influencia, y, por supuesto, hacia los que considera sus enemigos. Ah¨ª es donde entramos los europeos.
Rusia conoce las debilidades de las democracias liberales. Nosotros protegemos la libertad de expresi¨®n: preferimos un error o una mentira a una verdad obligatoria. La naturaleza pluralista de nuestro sistema permite cualquier debate, incluso los que cuestionan el propio pluralismo. Al contrario que el Kremlin, nosotros necesitamos un motivo poderos¨ªsimo para bloquear una noticia. No digamos ya para cerrar un medio.
La desinformaci¨®n rusa no pretende tanto que la gente crea algo distinto de la realidad como que renuncie a conocer dicha realidad. Busca abolir las certezas, hacer que las personas dejen de creer que existe la verdad y la mentira, que se abandonen a la c¨®moda tierra de nadie del ¡°todos mienten¡±, que dejen de confiar en las fuentes tradicionalmente fiables. Yo no creo que el relativismo, la supuesta debilidad del concepto de ¡°verdad¡± en Occidente, ayude a que funcionen mejor las t¨¦cnicas de desinformaci¨®n. Creo m¨¢s bien que las noticias falsas dan un asidero a los prejuicios de quien no quiere reconocer que se equivoca. Son el mosquet¨®n cognitivo para enganchar y encontrar acomodo a las creencias propias que ser¨ªan dif¨ªcilmente defendibles desde un honesto esfuerzo de escalada racional. Al fin y al cabo, el sectarismo es algo absolutamente universal. Y funciona.
Yo querr¨ªa marcar en rojo la raz¨®n por la que creo que deber¨ªamos protegernos y actuar contra la desinformaci¨®n rusa: porque est¨¢ sobradamente acreditado que nos encontramos ante una estrategia cuyo objetivo es debilitar a los pa¨ªses occidentales. Rusia pretende debilitar a Europa porque quiere quedarse con Ucrania y otros pa¨ªses de la zona, o al menos mantenerlos como pa¨ªses-clientes. Como la Uni¨®n Europea es la alternativa para estos pa¨ªses, somos el enemigo para Rusia, que busca en consecuencia limitar nuestra capacidad pol¨ªtica a base de crearnos crisis internas. Mientras tanto, movilizan tropas contra los disidentes y ofrecen prebendas a los aliados. Una nueva modalidad de acci¨®n exterior que podr¨ªa describirse como ¡°el palo, la zanahoria y la desinformaci¨®n¡±.
Hasta ahora, la injerencia rusa consta en las elecciones que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca, en el refer¨¦ndum del Brexit, en procesos electorales europeos como el de Francia y en el llamado proc¨¦s ¡ªel intento de golpe de Estado en Catalu?a¡ª. Marine Le Pen no gan¨®, tal vez Trump y el Brexit habr¨ªan ganado igual sin la ayuda exterior, y en Catalu?a el asunto sigue sin resolverse. Pero, en todo caso, lo que no podemos admitir es que una potencia trate de imponernos su agenda a trav¨¦s de la desinformaci¨®n. El que quiera defender el pr¨®ximo proyecto xen¨®fobo en Occidente, que lo haga en igualdad de condiciones respecto a los dem¨¢s. No permitamos que nuestros procesos democr¨¢ticos se mezclen con las nuevas formas de guerra incruenta.
La cuesti¨®n de c¨®mo combatir la desinformaci¨®n es mucho m¨¢s complicada. En mi opini¨®n, ser¨ªa un error verlo como un problema relacionado con el debate p¨²blico. Es un asunto de seguridad, y debe implicar a los organismos que la gestionan. En el ¨¢mbito de la UE, la competencia recae en el Servicio Europeo de Acci¨®n Exterior, y encuentro natural que todo el trabajo se coordine con la OTAN. En el plano nacional, el presidente Macron ha asumido el liderazgo una vez m¨¢s, lo que es de agradecer, pero ¨¦l sabe que esta batalla es europea, e incluso atl¨¢ntica.
No se me escapa que, aunque lo tratemos como un problema de seguridad, el asunto acabar¨¢ afectando a los t¨¦rminos del debate p¨²blico, algo muy delicado y especialmente endiablado en la ¨¦poca de las redes sociales. Putin parece ver nuestras libertades civiles como una debilidad, pero se equivoca: es nuestra fortaleza. Por eso tenemos reglas. Se trata de revisarlas para asegurarnos de que no se nos cuela como libre expresi¨®n lo que es un intento de debilitarnos. Y tambi¨¦n necesitamos recursos: hemos de conocer los planes de los manipuladores para poder evitarlos. La inteligencia com¨²n europea es m¨¢s urgente que nunca.
Un ¨²ltimo apunte, muy personal: creo sinceramente que deber¨ªamos revisar la imagen que tenemos de nosotros mismos. S¨ª, las democracias liberales tienen puntos d¨¦biles, fallan a los ciudadanos en cuestiones importantes, no tienen todas las respuestas. Pero tambi¨¦n han logrado grandes ¨¦xitos, siguen siendo los sistemas capaces de ofrecer m¨¢s prosperidad y libertad y demuestran una capacidad de adaptaci¨®n tal vez lenta pero inexorable.
Quiz¨¢ deber¨ªamos preguntarnos si lo que nos hace falta para luchar contra las noticias falsas no es precisamente expandir noticias verdaderas, luminosas, que cuenten con determinaci¨®n lo positivo de vivir en un pa¨ªs europeo del siglo XXI, los logros del libre comercio, o que hoy muchos enfrentamientos entre pa¨ªses se dirimen antes en Facebook que en escenarios b¨¦licos. Mostrar las fortalezas de la democracia liberal, con autocr¨ªtica pero sin complejos. Al fin y al cabo, ?qu¨¦ pueden ofrecer a cambio los Estados autoritarios o las que Zakaria llama "democracias iliberales"? En el mejor de los casos, prosperidad sin libertad, como China. En el de Rusia, apenas una est¨¦ril nostalgia imperial.
Beatriz Becerra Basterrechea es vicepresidenta de la Subcomisi¨®n de Derechos Humanos del Parlamento Europeo y eurodiputada del grupo ALDE.
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