La dimensi¨®n de la libertad
La segunda mitad del siglo XX fue un periodo casi feliz para la humanidad. En cambio, ahora estamos asentados en un polvor¨ªn: hay desconfianza en el sistema democr¨¢tico y todo gira en torno a la seguridad y la reducci¨®n de riesgos
Hace poco m¨¢s de cien a?os, los habitantes de las grandes ciudades comenzaron a buscar f¨®rmulas para contrarrestar el hacinamiento y la poluci¨®n que volv¨ªa irrespirable la atm¨®sfera urbana. Buscaron, al parecer sin mucho ah¨ªnco, a juzgar por la falta de espacio y la calidad del aire que tienen hoy nuestras ciudades.
Bolton Hall fue un c¨¦lebre activista que a finales del siglo XIX inici¨® un movimiento para incitar a la gente, que estaba harta de vivir en Nueva York, a que se mudara al campo. Los pormenores de este proyecto los escribi¨® en uno de sus libros, Three Acres and Liberty (1907), que se puede consultar online de forma gratuita. Ah¨ª expone las ventajas de instalarse en el campo, en una casa rodeada de tres acres de terreno (1,2 hect¨¢reas), un espacio suficiente para montar una granja, un huerto, un plant¨ªo, algo que produjera ganancias.
Otros art¨ªculos del autor
La aventura de independizarse en el campo que Hall propon¨ªa en su libro no era solo para liberar al ciudadano de la poluci¨®n y del hacinamiento; el objetivo principal era independizarlo del sistema econ¨®mico que estaba articulado, como sigue hasta la fecha, por unos cuantos due?os y una angustiosa multitud de empleados que hab¨ªan vendido su tiempo, y a la larga su vida, a la empresa de un particular. La idea de Hall no era en ese tiempo ninguna novedad, pero el t¨ªtulo de su libro, Tres acres y libertad, nos hace ver la dimensi¨®n que ten¨ªa entonces esta palabra. Hall invitaba a sus lectores a embarcarse en una aventura incierta, llena de riesgos, que iba a ser implementada por gente de la ciudad que, seguramente, no sab¨ªa ni orde?ar una cabra ni dar un golpe a la tierra con el azad¨®n; esa vida azarosa, sin ninguna clase de seguridad, ofrec¨ªa Hall a sus valientes seguidores, a cambio de una sola recompensa: la libertad.
La sociedad ha cambiado mucho en los ¨²ltimos a?os, la libertad, esa palabra que en el siglo XX gozaba de un s¨®lido prestigio, comienza a perder lustre en este convulso siglo XXI, como sugieren los n¨²meros que expongo a continuaci¨®n.
Seg¨²n datos del Pew Research Center, el 40% de los j¨®venes en Estados Unidos cree que el Gobierno deber¨ªa regular la libertad de expresi¨®n cuando lo que se dice es ofensivo, piensa incluso que la autoridad deber¨ªa intervenir antes de que el discurso ofensivo ocurra. En la segunda mitad del siglo pasado solo el 20% cre¨ªa que el Gobierno deb¨ªa regular la libertad de expresi¨®n, y unos a?os antes, en la d¨¦cada de los a?os cuarenta, la cifra se reduce al 12%.
En EE UU y Europa ha crecido la intolerancia al discurso que se sale de la correcci¨®n pol¨ªtica
Este creciente rechazo a la opini¨®n que no es del gusto de la mayor¨ªa, se redondea con otros n¨²meros muy significativos. De acuerdo con un estudio del World Values Survey, antes de la II Guerra Mundial, el 72% de los estadounidenses pensaba que la democracia era un sistema imprescindible para gobernar un pa¨ªs; hoy solo piensa eso el 30%, y adem¨¢s hay un 24% que piensa que la democracia es, directamente, una mala idea.
Los datos vienen de Estados Unidos pero la realidad no es muy distinta en los pa¨ªses europeos, donde el desprestigio de los Gobiernos democr¨¢ticos ha crecido en los ¨²ltimos a?os, igual que la intolerancia al discurso que se sale del cauce de la correcci¨®n pol¨ªtica.
A un n¨²mero creciente de ciudadanos del mundo industrializado del siglo XXI les tiene sin cuidado qui¨¦n los gobierne; mientras les conserven su burbuja de bienestar y seguridad, no importa que el Estado, para protegerlos, tenga que espiar sus conversaciones privadas, ni que les reduzca su margen de libertad.
Antes que la libertad de expresi¨®n prefieren la libertad acotada, para no exponerse a opiniones pol¨ªticamente incorrectas o que difieran de las suyas. Todo gira en torno a la seguridad, a la reducci¨®n de riesgos que es la gran obsesi¨®n de este siglo, y ese n¨²mero creciente de ciudadanos ya ha puesto la seguridad por delante de la libertad.
En su ensayo The Complacent Class (St. Martin¡¯s Press, 2017), Tyler Cowen apunta una serie de elementos que perfila con m¨¢s detalle esta tendencia. La segunda mitad del siglo XX fue un periodo casi feliz para la humanidad: no hubo guerras mundiales, ni demasiadas epidemias, ni grandes descalabros econ¨®micos, y en cambio el siglo XXI est¨¢ afincado sobre un polvor¨ªn, a la desconfianza de la gente en el sistema democr¨¢tico, hay que sumar el esplendor de los fundamentalismos religiosos y de los nacionalismos ¨¦tnicos; todo esto invita a mirar el futuro con desconfianza, y qui¨¦n desconf¨ªa lo primero que hace es replegarse.
A muchos ciudadanos no les importa que el Estado, para protegerles, esp¨ªe sus conversaciones
La sociedad estadounidense, que fue forjada por miles de aventureros, desde los peregrinos del Mayflower hasta los incitados por Bolton Hall, ha perdido el gusto por la aventura. En los ¨²ltimos 50 a?os se ha reducido a la mitad el n¨²mero de personas que sal¨ªan de su Estado natal para ir a buscar una oportunidad en otro, y en los ¨²ltimos 40 el n¨²mero de ciudadanos menores de 30 a?os que son due?os de un negocio se ha reducido en un 65%, lo cual ya indica que los millennials ser¨¢n la generaci¨®n empresarial menos productiva de la historia de aquel pa¨ªs.
Otros datos redondean el panorama ab¨²lico que empiezan a ofrecer estos primeros a?os del siglo XXI: los empleados cambian menos de trabajo que sus padres y tienen mucho menos energ¨ªa para proyectar e innovar, seg¨²n los n¨²meros de la oficina de patentes, que vienen decayendo desde 1999. Y un dato m¨¢s, que es la viva met¨¢fora de la abulia, del repliegue o, para decirlo con todas sus letras, del miedo que hoy nos define: el n¨²mero de gente que aplica para conseguir el carn¨¦ de conducir decae continuamente desde la d¨¦cada de los a?os ochenta. A este paso, On the Road, la gran novela americana donde Jack Kerouac cuenta un largo viaje en autom¨®vil por Estados Unidos y M¨¦xico, va camino de convertirse en una historia absurda.
Parece que los ¨ªndices de bienestar con los que se vive en el mundo industrializado han convertido al ciudadano en una criatura temerosa y poco dada a la aventura, que se siente a sus anchas en el reino del pensamiento ¨²nico lo cual, necesariamente, reduce el espectro de la palabra libertad.
La libertad en los tiempos de Bolton Hall implicaba dejarlo todo y mudarse a vivir al campo en una parcela de tres acres. Establezcamos la escala: la medida de la libertad ha pasado, en poco m¨¢s de cien a?os, de tres acres a los 50 cent¨ªmetros cuadrados que mide la mesa en la que tenemos instalado el ordenador.
Jordi Soler es escritor. Su ¨²ltima novela es El cuerpo el¨¦ctrico (Alfaguara).
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