Trump en un mundo mejor
Nunca la humanidad ha vivido con tanto progreso y con menos violencia. La paradoja es que en este contexto Estados Unidos haya elegido a un presidente que es un emisario de la utop¨ªa regresiva y que representa un riesgo civilizatorio
Siempre es buen momento para decir que todo anda mal. Quien celebra la bondad de sus tiempos cae bajo la iron¨ªa de Voltaire, encarnada en su invencible personaje Pangloss, quien, en medio de guerras y desastres sin fin, cre¨ªa siempre estar viviendo en el mejor de los mundos posibles.
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La novela de Pangloss, que lleva el elocuente nombre de su disc¨ªpulo, C¨¢ndido, es una mordaz demolici¨®n del optimismo que acompa?a al esp¨ªritu del progreso. El progreso existe, sin embargo, pese a Voltaire. El progreso material se prueba por s¨ª solo en la calidad y la duraci¨®n de la vida humana de hoy, comparada con la de hace 100, 500 o 2.000 a?os.
El progreso moral tambi¨¦n puede probarse por el hecho extraordinario de que el hombre, el animal m¨¢s peligroso del reino zool¨®gico, es hoy menos sanguinario y cruel de lo que ha sido nunca en su historia. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, como quer¨ªa Pangloss, pero es un hecho que vivimos en el menos violento de los mundos conocidos.
Oigo re¨ªr al lector, pero esta es la materia asombrosa y consistente del libro de Steven Pinker: The better angels of our nature. Why violence has declined? (Penguin 2011). Pinker demuestra ah¨ª, con lujo de estad¨ªsticas hist¨®ricas, que la humanidad nunca ha sido menos violenta que ahora. Nunca ha muerto menos gente en campos de batalla, ni la guerra ha cobrado menos vidas, como en los ¨²ltimos 50 a?os. Nunca la especie humana ha compartido valores civilizatorios tan altos.
La visi¨®n de Pinker es cualquier cosa menos un recetario de optimismos hist¨®ricos. Es una exploraci¨®n cient¨ªfica de la disminuci¨®n de la violencia en la historia. Me extender¨¦ un poco sobre los n¨²meros de Pinker, porque contradicen el saber com¨²n, y vale la pena o¨ªrlos con alg¨²n detalle.
El lugar m¨¢s seguro para vivir que ha existido en la historia de la humanidad es la Europa Occidental de hoy, donde el ¨ªndice de homicidios es de 1 por cada 100.000 habitantes. La zona m¨¢s peligrosa que ha existido nunca es la comunidad de Kato, California, en los a?os 1840, donde la tasa de violencia lleg¨® a ser de 1.500 homicidios por cada 100.000 habitantes.
La exploraci¨®n forense de sitios arqueol¨®gicos ha permitido medir la incre¨ªble proporci¨®n de seres humanos que mor¨ªan violentamente en la prehistoria. En promedio, un 15% de las muertes totales: 524 homicidios por cada 100.000 habitantes. El primer gran arco de disminuci¨®n de la violencia fue el fin del nomadismo primitivo, esencialmente predador, y la aparici¨®n de las sociedades agr¨ªcolas sedentarias, que dieron paso a distintas formas de Estado.
El lugar m¨¢s seguro para vivir que ha existido en la historia es la Europa Occidental de hoy
El Estado fue entonces el gran pacificador. Tambi¨¦n fue el origen de las guerras subsecuentes de la historia: las peque?as, las grandes y las hemocl¨ªsmicas.
Pero, en t¨¦rminos del proceso civilizatorio, como lo llam¨® Norbert El¨ªas, la violencia que el Estado redujo fue superior a la que cre¨®. El Estado teocr¨¢tico azteca ten¨ªa una tasa de 250 homicidios; muy alta, pero la mitad de la de las sociedades prehist¨®ricas, anteriores al Estado.
La Francia de la Revoluci¨®n y de las guerras napole¨®nicas tuvo un promedio de 70 homicidios por cada 100.000 habitantes, cifra sorprendentemente baja comparada con la de siglos anteriores. Las guerras mundiales del siglo XX arrojaron tasas de violencia de 144 muertes en Alemania y 135 en la URSS.
Desde el fin de la II Guerra Mundial, el n¨²mero de muertos en guerras, entre naciones, guerras civiles, guerras ¨¦tnicas y religiosas, y actos terroristas, no ha hecho sino descender, al tiempo que asciende en todos los ¨®rdenes algo parecido a la ¡°paz perpetua¡± imaginada por Kant, en la que triunfan, paso a paso, los mejores impulsos de la naturaleza del animal moral que es el hombre: la empat¨ªa, el autocontrol, el sentido moral y la raz¨®n.
La melancol¨ªa social no se disipa con estad¨ªsticas, desde luego: en los a?os en que menos seres humanos mueren en conflictos b¨¦licos tenemos la sensaci¨®n t¨¦rmica de un mundo violento como nunca. La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn puso fin a la Guerra Fr¨ªa y abri¨® paso a un momento de paz y prosperidad cuyo trofeo mayor fue la unificaci¨®n de Occidente en los valores de la democracia, la prosperidad, el libre comercio, la cooperaci¨®n entre las naciones, la globalizaci¨®n y el fin del fantasma de la hecatombe nuclear.
La construcci¨®n del muro de Trump resume y representa lo contrario: la llegada al poder, en la potencia hegem¨®nica de Occidente, de un presidente cuya utop¨ªa regresiva (¡°Make America Great Again¡±) est¨¢ construida con el viejo discurso de la discriminaci¨®n racial, el rechazo al libre comercio, el unilateralismo diplom¨¢tico, el aislacionismo estrat¨¦gico y la amenaza nuclear, vertida en estos d¨ªas sobre Corea del Norte.
El ¨²nico riesgo es la confrontaci¨®n nuclear, con la que Trump amenaza a Corea del Norte
Apenas puede exagerarse la intensidad con la que se abren paso en los pa¨ªses centrales de Occidente algunos de los viejos demonios aislacionistas, nacionalistas, xen¨®fobos, racistas y a¨²n antisemitas. Es una oleada de regreso a lo peor del pasado ante la frustraci¨®n por lo peor del presente. Explica por igual el Brexit, el ascenso del nacionalismo, la xenofobia y la derecha en Europa, as¨ª como la victoria de Trump, vocero de la parte m¨¢s vieja, menos abierta al futuro, de su sociedad.
La paradoja no deja de ser inquietante: la sociedad m¨¢s moderna del mundo ha elegido como presidente al emisario de una utop¨ªa regresiva que quiere volver el reloj de la historia atr¨¢s y reponer la grandeza pasada de Estados Unidos: con riesgo nuclear, con exclusi¨®n migratoria, con discriminaci¨®n racial, con proteccionismo comercial, con bilateralismo diplom¨¢tico, con aislacionismo, m¨¢s que con responsabilidad de gran potencia.
Regreso a Pinker y a su visi¨®n del progreso civilizatorio. Si algo falta en ella es la sospecha tr¨¢gica, probada por la historia, de que los mejores ¨¢ngeles de nuestra naturaleza suelen ser vencidos por nuestros peores demonios. La primera guerra mundial interrumpe una de las m¨¢s largas eras de paz y civilizaci¨®n conocida hasta entonces por Europa.
El proceso civilizatorio de los ¨²ltimos cincuenta a?os tiene s¨®lo un riesgo, uno solo, de tornarse s¨²bitamente su contrario. Es el riesgo de una confrontaci¨®n nuclear, el riesgo con el que Trump juega en estos d¨ªas en su batalla de amenazas contra Corea del Norte. Si sus amenazas tienen efecto, si el dictador de Corea del Norte llega a convencerse de que efectivamente ser¨¢, junto con su pa¨ªs, borrado del planeta, ?qu¨¦ incentivos tendr¨ªa para no lanzar su propia bomba?
La deriva de Trump no solo representa un acoso a la civilizaci¨®n, sino un riesgo civilizatorio. De modo que vivimos en el menos malo de los mundos posibles, salvo Trump.
H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn es escritor y director de la revista Nexos.
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