1968: el a?o de las utop¨ªas
Europa y el mundo vieron como durante unos meses la historia se hac¨ªa en las calles y universidades de algunos pa¨ªses. Fue la puesta en cuesti¨®n de una sociedad que termin¨® legitimando la innovaci¨®n frente al ¡®statu quo¡¯
A veces el tiempo no solo es el marco de la historia, sino que hace la historia. Tal es el caso de la serie de movimientos de cambio social y pol¨ªtico, en ocasiones como el mayo franc¨¦s creadores de utop¨ªas, que se suceden a lo largo de la d¨¦cada de los a?os sesenta y culminan en 1968. Las caracter¨ªsticas de los mismos son muy diversas, pero tienen rasgos comunes que indican un origen compartido. Responden a experiencias colectivas situadas a distancia de una generaci¨®n respecto del fin de la Segunda Guerra Mundial.
En un clima de bienestar econ¨®mico, los a?os sesenta sentaron las bases para un ansia generalizada de cambio, partiendo de la era Kennedy, con su amplio despliegue de movimientos reivindicativos y expresiones de protesta, reflejados en la m¨²sica y en las universidades, en el pacifismo contra la guerra de Vietnam. Eran Joan Baez y Scott MacKenzie, Hair, frente a los B-52. La revoluci¨®n musical acentu¨® su impacto popular con los Beatles y los Rolling, con Bob Dylan. La p¨ªldora marc¨® un cambio en las relaciones sexuales. Renaci¨® en el Este una presi¨®n por aflojar la camisa de fuerza de los reg¨ªmenes sovi¨¦ticos, singularmente en Polonia y Checoslovaquia. Hasta la Iglesia pareci¨® salir con Juan XXIII de un estancamiento secular. Las utop¨ªas del 68 son el fruto de ese complejo de cambios.
Un acontecimiento irrelevante puede actuar como detonador del movimiento social
¡°La insolencia es una de las mayores armas revolucionarias¡±. La pintada de mayo refleja la gestualidad con que los rebeldes de Nanterre inauguran su movimiento. Ejemplo, la respuesta de un estudiante de Sociolog¨ªa, Daniel Cohn-Bendit, quien sorprendi¨® al rector que le pregunta por su uso del tiempo: ¡°Hac¨ªa el amor, algo de lo que usted es incapaz¡±. Fue un desaf¨ªo abierto a una jerarqu¨ªa acad¨¦mica tan ritualizada como la francesa, actitud que se apoy¨® en lo que ser¨¢ otra idea clave del movimiento: la contestaci¨®n, esto es, la puesta en tela de juicio de todo aquello que se basa en el principio de autoridad. La ruptura parece espont¨¢nea y no lo es. Responde a un proceso de diferenciaci¨®n de la juventud respecto del orden de sus mayores, que antes ha tenido expresiones de masas en apariencia tan inocuas en Francia como la m¨²sica ¡ªel fen¨®meno yey¨¦¡ª, el vestido con la minifalda o m¨¢s f¨ªsicas relaciones sentimentales. Surge lo que Edgar Morin llam¨® una bioclase, una generaci¨®n consciente de su identidad, y que desde ella acaba enfrent¨¢ndose al mundo adulto. La Universidad ser¨¢ el terreno privilegiado para esa confrontaci¨®n.
Un acontecimiento irrelevante puede actuar como detonador del movimiento social. Para el mayo franc¨¦s ese papel fue desempe?ado por el malestar de los estudiantes relegados fuera de Par¨ªs, al campus aislado de Nanterre. La respuesta a una serie de actuaciones juzgadas represivas desemboc¨® el 22 de marzo en la ocupaci¨®n parcial de la Universidad. Cohn-Bendit anunci¨® los objetivos: nos negamos a convertirnos en ejecutivos para la explotaci¨®n de los trabajadores. Una serie de errores del poder propici¨® enseguida la expansi¨®n del movimiento, empezando por el cierre de Nanterre y la ocupaci¨®n policial de la Sorbona. Las movilizaciones y los dur¨ªsimos enfrentamientos nocturnos en los bulevares del Barrio Latino llevaron la lucha al centro de Par¨ªs, con la formaci¨®n de barricadas, e hicieron retroceder al Gobierno de Pompidou, pero ello sirvi¨® solo para propiciar las ocupaciones de la Sorbona y el Ode¨®n. La rebeli¨®n abr¨ªa paso a la utop¨ªa, cre¨¢ndose una aut¨¦ntica Comuna universitaria. ¡°Lo que sucede hoy¡±, resumi¨® Cohn Bendit, ¡°es que toda una juventud se expresa contra una determinada sociedad¡±. El 13 de mayo, la huelga general fue pr¨®logo de la alianza con los sindicatos obreros, que por unos d¨ªas estuvo a punto de derribar al Gobierno, hasta que De Gaulle volvi¨® reconfortado de una confusa visita al general Massu, jefe de las fuerzas francesas en Alemania. No iba a ceder. El 30 de mayo, De Gaulle emplaz¨® a los partidarios del orden, que al d¨ªa siguiente llenaron los Campos El¨ªseos en una manifestaci¨®n multitudinaria. Convoc¨® elecciones y las gan¨®. La utop¨ªa se desvaneci¨®.
El valor del mayo franc¨¦s no residi¨® en los miles de palabras gastadas, en la oposici¨®n a los ex¨¢menes, en sus esl¨®ganes, sino en la puesta en cuesti¨®n de una sociedad, de su concepto de la jerarqu¨ªa y de los usos sociales; en la negativa juvenil a aceptar un amor y una libertad estrictamente regulados. La rebeli¨®n de mayo hizo que la juventud impusiera su presencia en la vida privada, en la cultura, y legitimase la innovaci¨®n frente al statu quo.
No fue la ¨²nica utop¨ªa del 68. La voluntad de ruptura alcanz¨® a otros lugares, como la UNAM de M¨¦xico o entre nosotros al mundo universitario que tras meses de agitaci¨®n estall¨® en el recital de Raimon, el 18 de mayo en Madrid.
Tampoco falt¨® la Espa?a de Franco a la cita, con el estado de excepci¨®n de enero del 69
Desde otras coordenadas, la primavera de Praga, hasta su aplastamiento, alent¨® el sue?o de un comunismo democr¨¢tico, donde la justicia social fuera compatible con el pluralismo y la libertad intelectual. Fue tambi¨¦n un ensayo ut¨®pico, radicalmente enfrentado al marxismo sovi¨¦tico.
Hubo, en fin, otra gran utop¨ªa, iniciada en 1966, la Revoluci¨®n Cultural china, fruto esta vez de la ambici¨®n de un personaje, Mao Zedong, que quiso crear una sociedad de cientos de millones de hombres, estrictamente igualitaria y entregada al culto hacia su persona. Y que como mitolog¨ªa incidi¨® con fuerza sobre las ideas revolucionarias en Europa occidental.
La primavera fue breve. En Francia, una vez restablecido el orden y ganadas las elecciones por De Gaulle, las promesas de reforma cedieron paso a la denuncia del comunismo y a la persecuci¨®n de los izquierdistas. En Praga, los tanques del Pacto de Varsovia impusieron su ley y solo fue cosa de tiempo regresar al patr¨®n sovi¨¦tico. Peor fueron las cosas en M¨¦xico, donde en las matanzas de Tlatelolco y m¨¢s tarde del Corpus, ni siquiera pudieron contar los muertos porque los cad¨¢veres eran quemados. Tampoco falt¨® la Espa?a de Franco a la cita, con el estado de excepci¨®n de enero del 69 y Fraga super¨¢ndose a s¨ª mismo en su campa?a sobre el asesinato del estudiante Ruano. Seg¨²n sus palabras, no iba a ¡°esperar a una jornada de mayo¡± para acabar aqu¨ª con ¡°la org¨ªa de nihilismo, de anarquismo y de desobediencia¡±. En definitiva, odiaba la libertad.
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica y va a publicar Utop¨ªas del 68 (Pasado&Presente).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.