Alimento para nost¨¢lgicos
La pel¨ªcula ¡®The Post¡¯ desata evocaciones del periodismo, pero el del siglo XXI no debe parecerse al del XX
Estos d¨ªas proliferan los art¨ªculos eleg¨ªacos motivados por The Post, la pel¨ªcula de Spielberg sobre los papeles del Pent¨¢gono. Grandes periodistas evocan esos a?os con cierta nostalgia proustiana: ?ah, el tiempo perdido! Atribuyen al director, al modo de Wordsworth, haber rescatado la grandeza del recuerdo aunque nada pueda ya devolver ¡°el esplendor en la hierba¡±. Y celebran su filme, que The New Yorker califica de oda al periodismo, en clave de r¨¦quiem.
Como suele suceder, la tentaci¨®n del ¡°cualquier tiempo pasado fue mejor¡± es discutible, incluso sobre el periodismo, que ciertamente atraviesa tiempos dif¨ªciles. Conviene leer bien la copla de Manrique, porque ¨¦l escrib¨ªa ¡°c¨®mo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor¡±. La clave es ese a nuestro parecer, es decir, el espejismo de pensar que el tiempo pasado fuese mejor porque ¨¦ramos j¨®venes y ten¨ªamos ilusiones. Estos d¨ªas, tras ver The Post, hay algo de esto. O mucho.
Ciertamente hay unos a?os brillantes para el periodismo americano, entre la cobertura de la matanza de My Lai de Hersch, los papeles del Pent¨¢gono, el Caso Watergate o lo de Jack Anderson sobre la guerra India-Pakist¨¢n. Era un periodismo que arrastraba la mala conciencia de la Guerra Fr¨ªa y el maccarthysmo, cuando actuaron como quinta columna de la Casa Blanca, e incluso callaron la enfermedad de Eisenhower para no debilitar a EE?UU. En todo caso, confundir esos ¡°momentos estelares de la humanidad¡± con la realidad del periodismo es absurdo. Para verse en el cine, es m¨¢s f¨¢cil en Primera plana, con un cinismo al borde de todos los pecados, o Ausencia de malicia, sobre los periodistas usados como transmisores de mensajes no contrastados. Puestos a pensar en la profesi¨®n, eso ha sido m¨¢s el d¨ªa a d¨ªa que la ¨¦pica no exenta de narcisismo de Graham y Bradlee.
Hay quien se consuela creyendo que Internet mat¨® al peri¨®dico, y a partir de ah¨ª todo se jodi¨® como el Per¨² de Varguitas. Es una visi¨®n irreal. Philip Meyer, en The vanishing newspaper, ya analizaba la trayectoria err¨¢tica de editores codiciosos que no invert¨ªan en un periodismo que pecaba, y ah¨ª abunda el catedr¨¢tico D¨ªaz Nosty, de oficialismo. Los diarios ¡ªy los a?os de la burbuja fueron el remate¡ª se dejaban ir haciendo mucha caja con un periodismo institucional. Las rutinas f¨¢ciles se impon¨ªan, de modo que, como ya ironizaba Walkter Karp, incluso se le llamaba periodismo de investigaci¨®n al mero hecho de ir a buscar noticias con cierta dificultad.
Desde los a?os noventa, los sondeos del Centro Pew apuntaban una creciente p¨¦rdida de credibilidad. El periodismo se percib¨ªa m¨¢s cercano al poder que al lector. De hecho era un poder (incluso el 3? m¨¢s que el 4?, protestaban muchos jueces) m¨¢s que un contrapoder. Ese poder medi¨¢tico produjo grandes cosas, pero tambi¨¦n perversiones. Ben Bagdikian, el buen reportero a quien gusta ver en The Post, despu¨¦s profesor en Berkeley, acabar¨ªa escribiendo libros como Media Monopoly o Las m¨¢quinas de informaci¨®n sobre los efectos del poder econ¨®mico en los medios, su influencia en los contenidos, la publicidad¡ La norma no fue el new journalism, sino el new cinism, como apunt¨® Paul Starobin.
Time ha dicho sobre The Post que es ¡°la pel¨ªcula sobre periodismo que necesitamos ahora¡±. En definitiva es una pel¨ªcula muy contra Trump. A nadie se le escapa en el gui¨®n alguna iron¨ªa sobre el presidente en boca de Meryl Streep, descalificada rencorosamente por ¨¦ste. Eso pervierte las lecturas sobre este werstern urbano de buenos y malos. Hacer pensar el periodismo actual reflejado en aquel periodismo, como quienes evocan la Transici¨®n confundiendo los ideales hermosos con la calidad, es err¨®neo.
El periodismo en el siglo XXI no puede parecerse al del siglo XX. Aquellos diarios eran realmente una parte del poder, un gran poder; ahora son voces en un sistema m¨¢s ancho y l¨ªquido, entre las redes, y, s¨ª, a la b¨²squeda de un nuevo modelo de negocio. Pero, de hecho, cada vez se le oye m¨¢s a grandes maestros de la profesi¨®n que ¡°hoy se est¨¢ haciendo mejor periodismo que nunca¡±, al margen de los consumos tipo fast food de quienes antes sencillamente no le¨ªan nada. Es impopular, por la precariedad, pero es as¨ª, y los medios aportan contenidos potentes a diario. James Badock en un remitido a The Economist abundaba: ¡°?Qu¨¦ crisis medi¨¢tica? La nueva edad de oro del periodismo¡±. Por m¨¢s que los nost¨¢lgicos, tras ver The Post, acaben pareciendo un coro de pla?ideras en un entierro. Mal mensaje.
Teodoro Le¨®n Gros es profesor titular de periodismo en la Universidad de M¨¢laga.
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