El mercado ataca de nuevo
ESE AMONTONAMIENTO que ven, ese desorden, esa barah¨²nda, esos fardos cargados a la espalda de unos bultos, esa indiscriminaci¨®n, esa falta de individualidad, todo ese revuelto, en fin, todo ese hacinamiento tan cruel como parece, es mera biolog¨ªa al servicio de una econom¨ªa animalizada, en la que resultar¨ªa imposible hallar trazas de pensamiento racional. Los vol¨²menes de debajo corresponden a otros tantos cuerpos de mujeres que cada d¨ªa atraviesan la frontera de Marruecos con Ceuta para adquirir bienes que, embutidos en las mallas, trasladan luego a Marruecos para revenderlos con un margen de beneficio equis.
Cada d¨ªa de sus vidas, estas mujeres madrugan para hacer cola a las puertas del Tarajal, pues as¨ª es como se conoce esta frontera cuya actividad evoca la de un hormiguero. Observen, si no, la relaci¨®n entre el tama?o de los cuerpos y el de los fardos para entender por qu¨¦ el valor de estos seres humanos est¨¢ calculado en funci¨®n de sus capacidades biol¨®gicas, es decir, a partir de los kilos que sean capaces de pasar por el estrecho agujero de reloj de arena (el reloj de arena de la Muerte) que une el primer mundo con el tercero.
Como es l¨®gico, de vez en cuando, y dada la desproporci¨®n brutal entre la cantidad de porteadoras y las estrecheces de los ojales fronterizos, se producen avalanchas en las que perecen dos o tres o cinco porteadoras de las que ni siquiera llegamos a saber sus nombres porque a lo mejor ni lo tienen. ?Duro? Pues la verdad, s¨ª, pero, como dec¨ªa uno de los cerebros m¨¢s brillantes de su generaci¨®n, es el mercado, amigo.?
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