Contra la basura
Aunque solo tenga que anotar un tel¨¦fono, una fecha, un simple nombre en el reverso de una factura, escribo con pluma o, como mucho, con l¨¢piz.
De vez en cuando se me quedan ?mirando, estiran un dedo para se?alarla y me lo preguntan con el ce?o fruncido.
¡ª?Qu¨¦ es eso?
En la Universidad?descubr¨ª que las plumas estaban hechas para m¨ª y abandon¨¦ los bol¨ªgrafos para siempre jam¨¢s. Nunca me he arrepentido.
Muchos ni?os y ni?as nacidos en el siglo XXI ya no saben lo que es una pluma estilogr¨¢fica. Qu¨¦ boli m¨¢s raro, dicen a veces, o qu¨¦ punta m¨¢s rara tiene tu boli, y yo les explico lo que es, sin dar importancia a la sonrisa apurada, casi avergonzada, de sus padres. Les cuento que no han inventado nada mejor para escribir, que la pluma lo hace sola, desliz¨¢ndose como si bailara, que no tengo que apretarla contra el papel y por eso me canso mucho menos que si usara cualquier otro instrumento, pero en la mayor¨ªa de los casos ni siquiera logro interesarles. Bueno, yo escribo con un roller y tampoco tengo que apretar, me respondi¨® una vez una ni?a lista y mayor, casi una muchacha. Es cierto, reconoc¨ª, llevas raz¨®n, pero los rollers se quedan sin tinta y se tiran a la basura. Esta pluma, en cambio ¡ªy se la ense?¨¦¡ª, me la regal¨® un amigo, un poeta mexicano que muri¨® hace a?os, y yo la sigo usando, la recargo cuando se acaba la tinta y puedo seguir escribiendo con ella. Tengo muchas plumas que me han regalado personas a las que quiero, y al usarlas me acuerdo de cada uno de ellos, les sigo agradeciendo que me las regalaran, es como si estuvieran a mi lado¡
Ni siquiera me acuerdo de mi primera pluma. S¨®lo s¨¦ que la ped¨ª por mi Primera Comuni¨®n y que la romp¨ª enseguida. A continuaci¨®n decret¨¦ que las estilogr¨¢ficas eran un engorro, un artefacto demasiado delicado, demasiado complicado para mi torpeza, y segu¨ª escribiendo con bol¨ªgrafo, cultivando un hermoso callo, que todav¨ªa conservo, en el lado izquierdo del dedo coraz¨®n de mi mano derecha, un bulto que a¨²n se enrojece, y palpita, y duele, cuando escribo a mano durante un rato largo. Mucho m¨¢s tarde, estando ya en la Universidad, volv¨ª a pedir una pluma de regalo en alguna ocasi¨®n que no recuerdo. Tampoco me acuerdo del motivo. Supongo que me pareci¨® un detalle elegante y exc¨¦ntrico, una forma refinada de llamar la atenci¨®n. Entonces, poco antes de completar mi educaci¨®n y, con ella, la rutina diaria de escribir a mano durante varias horas, descubr¨ª que las plumas estaban hechas para m¨ª y abandon¨¦ los bol¨ªgrafos para siempre jam¨¢s. Nunca me he arrepentido.
Ahora tengo muchas plumas, y un caj¨®n lleno de cajas de cartuchos y ¨¦mbolos de casi todas las marcas. Algunas no me gustan. Porque pesan demasiado poco, porque tienen el punto demasiado grueso, porque son feas o porque resbalan m¨¢s de la cuenta. Hay excepciones, claro. Un lector taxista me regal¨® hace unos meses, a cambio de la dedicatoria de un libro que hab¨ªa comprado ¨¦l mismo, una Waterman finita, de pl¨¢stico rosa, que no pesa nada pero uso con frecuencia, porque se la agradec¨ª mucho. Sin embargo, por lo general, hago turno rotatorio de mis favoritas, la mayor¨ªa modernas y con cartuchos recargables, algunas antiguas y de ¨¦mbolo, que tengo que lavar, limpiar y secar con cuidado cuando vuelvo a usarlas, como la Parker que me regal¨® Jos¨¦ Emilio Pacheco en la FIL de Guadalajara, hace ya muchos a?os. Algunas de mis plumas preferidas son caras, otras muy baratas. Altern¨¦ durante una larga temporada una Cross de plata y una Pelikan de baquelita verde, el modelo m¨¢s popular entre los colegiales alemanes de hace casi un siglo. Ahora siempre llevo en el bolso dos Kaweco en su propio, y precioso, estuche de hojalata, y casi siempre dos Lamy que me regal¨® mi amigo Fortu cuando empezamos la promoci¨®n de mi ¨²ltima novela, pero siempre tengo a mano alguna Faber-Castell, que son mi debilidad. Porque, aunque tenga que anotar un tel¨¦fono, una fecha, un simple nombre en el reverso de una factura, escribo con pluma o, como mucho, con l¨¢piz. Los l¨¢pices tambi¨¦n me gustan mucho, casi tanto como los cuadernos, pero esa es otra historia.
Ahora quiero volver a la ni?a de los rollers, o rotuladores de punta fina, o comoquiera que se llamen esos pseudobol¨ªgrafos que tambi¨¦n permiten escribir sin apretar y se deslizan, o se pseudodeslizan, de forma semejante a las estilogr¨¢ficas. Porque lo que m¨¢s me impresion¨® de ella fue su ¨²ltima r¨¦plica. Mucho m¨¢s c¨®modo tirarlos a la basura cuando se terminan, ?no?, me dijo. Y sonri¨®, como si fuera evidente.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.