Woody Allen y el infierno
Las acusaciones de abusos contra el cineasta recuerdan al mundo literario de Kafka, donde todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario.
UNA ESCENA de Sin perd¨®n, la pel¨ªcula de Clint Eastwood. El she?riff del pueblo acaba de pegarle una paliza a un antiguo pistolero, interpretado por el propio Eastwood, a quien un grupo de prostitutas quiere contratar para vengarse de unos clientes desalmados; escandalizadas, las prostitutas le reprochan al sheriff su brutalidad, le gritan que su v¨ªctima era inocente; entonces el sheriff, interpretado por Gene Hackmann, las mira intrigado y pregunta: ¡°Inocente, ?de qu¨¦?¡±. George Steiner sostiene que esa an¨¦cdota condensa el mundo de Franz Kafka; tiene raz¨®n: el de Kafka es un mundo donde, a diferencia de lo que ocurre en un estado de derecho, todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario (y demostrarlo es imposible). Y por eso el mundo de Kafka es, con permiso de Dante, la mejor descripci¨®n que la literatura ha hecho del infierno.
Dylan?Farrow ha insistido en sus acusaciones, lo que ha provocado que un nutrido grupo de estrellas de Hollywood abomine p¨²blicamente de Allen
Hace unos meses publiqu¨¦ en esta columna un art¨ªcu?lo titulado Feminismo salvaje. Se trataba en lo esencial de un salvaje chiste antimachista en el que ven¨ªa a acusar a todos los hombres sin excepci¨®n, empezando por un servidor, de ser machistas por defecto, botarates b¨¢sicamente ocupados en averiguar qui¨¦n es m¨¢s macho, y en el que propon¨ªa castigar a los asesinos y maltratadores de mujeres con diversos tipos de tortura, a cu¨¢l m¨¢s cruel. Como es natural, algunos machotes se apresuraron a acusarme de incurrir en el delito de odio. Angelitos. Cuento esto porque ahora mismo no conozco una causa m¨¢s justa que la de la igualdad entre hombres y mujeres, salvo la que combate la asquerosa violencia universal contra las mujeres. Pero la justicia tambi¨¦n es una cuesti¨®n de forma, no s¨®lo de fondo, y por eso en ella no es el fin lo que justifica los medios, sino los medios los que justifican el fin. Me explico con el caso candente de Woody Allen. Como saben, en 1993 Dylan Farrow, hija adoptiva de Allen y Mia Farrow, acus¨® al director neoyorquino de abusar sexualmente de ella, que entonces contaba siete a?os. La denuncia fue investigada por los servicios de bienestar infantil de Nueva York y por un hospital de Connecticut, y ambos concluyeron que no hubo abuso. Pero, al calor de las campa?as antimachistas surgidas a ra¨ªz del caso Weinstein en la industria cinematogr¨¢fica norteamericana, Farrow ha insistido en sus acusaciones, lo que ha provocado que un nutrido grupo de estrellas de Hollywood abomine p¨²blicamente de Allen y que se haya desatado un torrente de solidaridad con ella; en el momento en que escribo estas l¨ªneas, el esc¨¢ndalo es de tal calibre que los productores de la ¨²ltima pel¨ªcula de Allen se est¨¢n planteando dejarla sin estrenar. De nada ha servido que el director haya proclamado una y otra vez su inocencia, que haya sostenido que todo fue orquestado por su exmujer, Mia Farrow, para vengarse de que la abandonara por otra de sus hijas adoptivas, que alegue las dos investigaciones independientes que le absolvieron e incluso el testimonio de otro hijo adoptivo suyo y de Farrow, seg¨²n el cual fue ¨¦sta quien invent¨® las acusaciones: que yo sepa, casi nadie en Hollywood se ha atrevido a defender abiertamente a Allen, sin duda por temor a ser acusado de machista, de amparar a un verdugo frente a una v¨ªctima, as¨ª que todo parece indicar que el director ha sido ya condenado. Menudo espanto. Porque nadie parece advertir que aqu¨ª lo esencial no es atacar o defender a Allen, quien por supuesto podr¨ªa ser culpable; lo esencial aqu¨ª es que, a menos que decidamos convertir nuestro mundo en el mundo de Kafka, Allen es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Ese es el principio de la civilizaci¨®n; tambi¨¦n el final: m¨¢s all¨¢ s¨®lo est¨¢ el infierno. La lucha por la igualdad y la integridad de las mujeres es una lucha just¨ªsima, pero, mal defendida, la lucha m¨¢s justa puede convertirse en la m¨¢s injusta.
Cuando estall¨® el caso Weinstein, Allen declar¨® a la BBC que aquella era una historia tr¨¢gica, retorcida y triste, sin ganadores. A?adi¨®: ¡°S¨®lo espero que no nos lleve a una caza de brujas¡±. A juzgar por lo que est¨¢ ocurriendo con el propio Allen, es evidente que sus esperanzas no se han cumplido. Malas noticias para una buena causa.
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