El secreto zen de Rajoy

Cuando deje de ser presidente del Gobierno (si tal cosa llega a suceder, y no se jubila en el cargo), Mariano Rajoy har¨ªa carrera como coach. En un par de libros y unos tutoriales de Internet, podr¨ªa revelarnos los secretos de su serenidad. Ni mindfulness,ni yoga, ni meditaci¨®n, ni nada: un poco de prensa deportiva, un puro de vez en cuando y caminar deprisa por el monte. Y algo m¨¢s que no nos ha contado a¨²n y que explicar¨ªa c¨®mo sigue tan pancho a la cabeza de un Gobierno en minor¨ªa tan d¨¦bil que no puede ni aprobar unos Presupuestos y que debe gestionar la mayor crisis pol¨ªtica de la historia democr¨¢tica desde 1978. Por mucho menos, hay monjes budistas que se han derrumbado en ataques de ansiedad y p¨¢nico.

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Pero a Rajoy (y a todo su Gobierno) no solo no se le descoloca la corbata, sino que se permite la chuler¨ªa de amenazar a sus socios de investidura, dici¨¦ndoles que no los necesitan para los Presupuestos porque, a decir verdad, no necesitan ni Presupuestos. Lo dijo Montoro, que es el encargado de decir estas cosas. Y tiene raz¨®n. No se va a hundir el pa¨ªs por una pr¨®rroga de Presupuestos. Tampoco se hundi¨® cuando estuvo un a?o sin Gobierno. Los trenes salieron a su hora, los funcionarios cobraron su n¨®mina cuando tocaba y se recaudaron los impuestos sin novedad. El Estado, como cualquier sistema complejo, funciona en buena medida solo, y la Administraci¨®n espa?ola es moderna y eficaz. Tambi¨¦n se ha liquidado (hasta que haya nuevo presidente) la Generalitat de Catalu?a y en las Ramblas no han dejado de vender flores.

La fortaleza de Rajoy se basa en la convicci¨®n de que nadie ni nada es imprescindible y de que el mundo funciona al margen de las voluntades de quienes creen manejarlo. Una especie de nihilismo activo, muy contradictorio, pero pr¨¢ctico, que ni siquiera se pregunta qu¨¦ pasar¨¢ cuando los ciudadanos se den cuenta de que la tranquilidad del capit¨¢n se debe a que el piloto autom¨¢tico lleva mucho tiempo puesto y no hay ninguna intenci¨®n de coger los mandos. ?Para qu¨¦ queremos un capit¨¢n, entonces?

Un Estado que funciona demasiado bien puede dejar obsoletos a los pol¨ªticos, como los robots dejaron sin trabajo a muchos obreros. Pero, por grande que sea el descr¨¦dito de los partidos y de algunas instituciones, un Estado tecnocr¨¢tico sin orientaci¨®n ni direcci¨®n pol¨ªtica es lo m¨¢s cerca que podemos estar de una pesadilla de Kafka. Alguien deber¨ªa romper el ¨¦xtasis zen de Rajoy e inocularle un poco de estr¨¦s y ansiedad. Incluso de p¨¢nico. Cualquier cosa que le obligue a coger los mandos o a ced¨¦rselos a otro que tenga ganas de pilotar.