En defensa del catal¨¢n
Si alguien pretende fraguar una unanimidad en la rebeld¨ªa, lo tiene f¨¢cil, toque el trig¨¦mino de la lengua
Al tirar a la basura la placenta del separatismo, cuiden de no eliminar tambi¨¦n la criatura catalana por ¨¦l secuestrado.
Catalu?a es el catal¨¢n.
No busquen eliminar ¡ªen el fragor del pulso contra la secesi¨®n¡ª la riqueza econ¨®mica, cultural y ling¨¹¨ªstica que aportan los catalanes, su acento europeo, ese talento para emprender y contrapuntear, que a buen seguro sobrevivir¨¢ a todas las asechanzas: las propias y las ajenas.
No lo busquen esos del nacionalismo espa?ol a los que se les adivina el cuidado por aprovechar la met¨¢stasis nacionalista catalana para imponer a don Pelayo, que qui¨¦n sabe si existi¨®.
Es un consejo de doble anclaje. Primero, porque el esfuerzo in¨²til conduce a la melancol¨ªa. En la defensa, promoci¨®n y emoci¨®n del idioma catal¨¢n est¨¢n, de una u otra forma, todos: los de socarrel y los charnegos; los de comarcas y los metropolitanos, los federales, los autonomistas y los pluscuamperfectos, adem¨¢s de los soberanistas. Si alguien pretende fraguar una unanimidad en la rebeld¨ªa, lo tiene f¨¢cil, toque el trig¨¦mino de la lengua.
Y segundo, porque la pujante pluralidad ling¨¹¨ªstica es lo que asimila m¨¢s a la Espa?a real con la Europa de la diversidad real ¡ªuna riqueza, no una cat¨¢strofe¡ª y confiere a Espa?a un hecho diferencial respecto a los dem¨¢s grandes Estados miembros de la Uni¨®n.
Cuando algunos, como los de Ciudadanos, pretenden que el catal¨¢n no sea un requisito para acceder a la funci¨®n p¨²blica, sino un mero m¨¦rito, una asignatura mar¨ªa, mellan ¡ªquiz¨¢ sin quererlo¡ª el patrimonio cultural espa?ol global, no solo el catal¨¢n.
Y apuntan un sesgo iliberal en un partido que se proclama liberal: lo decisivo no es el proveedor p¨²blico de servicios (el funcionario), sino su cliente (el ciudadano); aquel debe estar presto para servir a este en todos los idiomas oficiales.
Cuando otros ¡ªcomo el Gobierno¡ª exploran normas sobre la ense?anza que pudieran quebrar el equilibrio escolar, fracturar en dos la sociedad (catalanes antiguos bienestantes, pluriling¨¹es; los m¨¢s precarios procedentes de la inmigraci¨®n, solo monoling¨¹es) y abrir paso a una guerra incivil, toda llamada a la prudencia ser¨¢ poca. El sistema podr¨¢ y deber¨¢ mejorarse. Pero la pasi¨®n por el catal¨¢n no se toca.
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