El siglo XXI se viste con los ropajes del XIX
Los discursos nacionalistas recuperan hoy viejos reclamos identitarios y evitan enfrentarse a los retos del presente
Hay algunos episodios que est¨¢n ocurriendo ahora que parecen remedar a otros que sucedieron en el siglo XIX. Mejor dicho, durante el ¨²ltimo tercio del siglo XIX. Por entonces se produjo ya una primera globalizaci¨®n que conect¨® a gentes de pa¨ªses distintos y que facilit¨® enormemente la comunicaci¨®n entre mundos que antes hab¨ªan vivido de espaldas, ignor¨¢ndose por completo. Se produjeron, adem¨¢s, un mont¨®n de atentados: la rabia y el rencor crecieron en los m¨¢rgenes del sistema y floreci¨® el nihilismo. Muchos anarquistas encarnaron esa furia y, como hacen hoy los terroristas islamistas (salvando las distancias, los m¨¦todos, los objetivos y todo lo que se quiera), procedieron a liquidar a jefes de Estado, primeros ministros, pol¨ªticos de la m¨¢s variada ralea e, incluso, a la emperatriz Sissi. Iba paseando con una de sus damas de compa?¨ªa, se le acerc¨® un tipo con un estilete, se lo clav¨® en el coraz¨®n. Fin.
Fue tambi¨¦n una temporada en que florecieron los nacionalismos. Esta fiebre, que arranc¨® con los rom¨¢nticos, fue tomando posiciones cada vez m¨¢s agresivas y sofisticadas. El gran desaf¨ªo era el de seducir a las masas y el camino m¨¢s r¨¢pido pasaba por encender sus emociones. La nueva pol¨ªtica decidi¨® entonces explotar a fondo los s¨ªmbolos. Himnos, marchas, monumentos, mitos. ¡°Hab¨ªa que inventar juegos y deportes p¨²blicos, festejos y ceremonias, con el fin de que el pueblo pudiera imbuirse de la virtud del patriotismo y resistirse a distracciones como la de teatros, ¨®peras o comedias¡±. La recomendaci¨®n era de Rousseau, y los nacionalistas la siguieron al pie de la letra.
Richard Wagner fue uno de los grandes art¨ªfices en la recuperaci¨®n de las aut¨¦nticas esencias de Alemania. Supo trasladar a sus ¨®peras los anhelos ut¨®picos de la clase media, y lo hizo a trav¨¦s de una f¨®rmula feliz: el alma deb¨ªa hacer un esfuerzo para alzarse por encima del mundo presente ¡°hasta alcanzar una unidad superior mediante memorias ancestrales¡±. As¨ª explic¨® el historiador George L. Mosse en su libro sobre la nacionalizaci¨®n de las masas el poder del mythos, el camino m¨¢s r¨¢pido para conectar con lo m¨¢s profundo del Volk, del pueblo, e instalarse en el ser verdadero e inmutable.
En ¨¦sas andamos. Y lo peor de todo es que ya no son s¨®lo los nacionalismos los que reclaman a las masas que recuperen su verdadero ser. Tambi¨¦n le han entrado esos apretones a la izquierda, que ya no anda pensando en pol¨ªticas concretas que favorezcan a los m¨¢s desprotegidos, sino que no deja de mirarse en el espejo para reconocer qui¨¦n de todos los que la encarnan es de verdad el m¨¢s aut¨¦ntico.
Nietzsche estuvo muy pr¨®ximo a Wagner y la ruptura con su gran amigo fue para ¨¦l devastadora. Cuando luchaba por superarla escribi¨® El viajero y su sombra. Harto de todos los curadores de almas que invitaban a realizar grandes viajes para encontrar esas esencias remotas, reclamaba ocuparse de ¡°las cosas m¨¢s cercanas¡±, que son las que de verdad importan. Quiz¨¢ sea un buen momento para escucharlo, ahora que en el siglo XXI tan fascinados estamos por las cuitas del XIX.
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