Adi¨®s, Forges
Antonio Fraguas convirti¨® el humor en el mejor camino para retratar medio siglo de Espa?a
El lugar donde durante a?os se ha publicado la vi?eta de Forges hoy est¨¢ vac¨ªo. Antonio Fraguas se ha ido y no hay otra manera para expresar la profunda desolaci¨®n que produce su ausencia que dejar en blanco ese espacio donde cada d¨ªa acud¨ªa para establecer contacto con los lectores. Ah¨ª est¨¢ esa pared desnuda para que cada cual la llene de palabras o de monigotes y pueda decirle as¨ª el ¨²ltimo adi¨®s a ese humorista que fue, al mismo tiempo, una suerte de espejo en el que los espa?oles vieron reflejados sus disparates, sus anhelos, sus contradicciones, sus esperanzas, sus rabias y complejos, sus miedos y sus pasiones, en una palabra, su vida.
Entre las numerosas cartas que se han recibido para expresar el dolor por la p¨¦rdida de Forges, hay una que recomienda al director que no se haga cambio alguno, que a partir de ahora simplemente se llene cada d¨ªa su espacio con sus antiguas vi?etas. Por desgracia esto no puede ser, pero no porque lo proh¨ªban las normas del oficio o los protocolos period¨ªsticos, que siempre se pueden transgredir: no puede ser porque la raz¨®n de ser de las vi?etas de Forges es que estaban pegadas al tiempo, al d¨ªa a d¨ªa. Su humor agarraba al vuelo lo que estaba pasando para devolverlo transfigurado tras pasar por su particular laboratorio: l¨¢piz, papel y talento a raudales.
Forges estuvo ah¨ª, en el filo de la noticia ¡ªen el barullo de la actualidad¡ª, desde que empez¨® a publicar all¨¢ por el a?o 1964. Pero no le toc¨® exactamente contar lo que nos iba pasando, como hace un cronista, ni tampoco analizar los derroteros por los que discurr¨ªan las circunstancias de nuestra vida pol¨ªtica y social y econ¨®mica y dom¨¦stica y, si quieren, incluso de nuestra vida ¨ªntima. Lo suyo era otra cosa: levantar vuelo, hincar el diente, afilar el estilete, rumiar el episodio para hurgar en sus secretos m¨¢s profundos... y dibujar (y llenar de palabras los bocadillos).
Nada m¨¢s que eso. Y, sin embargo, ahora que Forges se ha ido se empieza a comprender hasta qu¨¦ punto era necesaria su compa?¨ªa, cu¨¢n c¨¢lida, tantas veces dura y cr¨ªtica, de qu¨¦ manera nos sac¨® las verg¨¹enzas, c¨®mo se atrevi¨® con nuestras miserias, nuestros sue?os y, sobre todo, nuestras innumerables tonter¨ªas. Es curioso que un artista que fue capaz de llevar a la p¨¢gina lo peor de esta sociedad ¡ªsu conformismo, su pereza y dejadez, sus malos h¨¢bitos, su hipocres¨ªa, su banal convencionalismo, sus prejuicios¡ª supiera conectar tanto con esa misma sociedad. El humor fue, sin duda, su llave maestra. No tanto para producir una carcajada sino a veces s¨®lo un min¨²sculo rictus, una t¨ªmida sonrisa.
Esos somos, ah¨ª estamos, y os lo muestro: as¨ª trabajaba Forges (y nos desnudaba a todos). Ayer, su p¨¦rdida la lloraron representantes de todas las fuerzas pol¨ªticas, y eso que les dio duro cuando hizo falta. En estos tiempos en que la lucha pol¨ªtica parece reducida a la escu¨¢lida batalla de posturas intransigentes, produce admiraci¨®n la inteligencia con que Forges se pronunciaba sobre todo. Sus vi?etas eran parte de la opini¨®n de este diario, como la ¨²ltima con la que se despidi¨® y que hoy abre el peri¨®dico. Tomaba posici¨®n frente a cuanto pasaba en Espa?a, y en la vida de los espa?oles. Se ocupaba de la polis: hizo gran pol¨ªtica con el humor. Lo vamos a echar de menos.
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