?Ha acabado la tolerancia con la tolerancia?
Es una frivolidad concluir que en Espa?a no hay libertad de expresi¨®n, pero se perciben tentaciones oscurantistas... de derecha a izquierda
A semejanza de una tormenta perfecta, la sociedad espa?ola se resiente de un debate extremo sobre la libertad de expresi¨®n. Y han comparecido de inmediato los medios extranjeros para certificar la biopsia, sobrentendiendo con cierto exotismo y nostalgia un regreso de la Santa Inquisici¨®n.
Hay argumentos, noticias, fen¨®menos, sentencias, cuya repercusi¨®n subraya el peligro del oscurantismo. Pero no es un rasgo espec¨ªfico de la sociedad espa?ola. El dogmatismo de la tolerancia ha terminado coartando la tolerancia misma. Y la estilizaci¨®n de la correcci¨®n ha transformado Occidente en un templo pacato, mojigato,? infantilizado, de forma que la ferocidad y los peores instintos se amontonan en las redes sociales, como subconsciente de nuestra cultura, como fuerza compensatoria en su impunidad y como magma justiciero al acecho.
Espa?a es noticia como pod¨ªan serlo Francia o EEUU en la perspectiva del neopuritanismo y la tolerancia enfermiza, pero la tormenta perfecta se ha desencadenado entre nosotros con una narraci¨®n bastante arbitraria a la que, sin embargo, es sencillo dotar de un libreto perfecto: un rapero que va a la c¨¢rcel por enaltecer el terrorismo, un libro secuestrado por la autoridad judicial, un artista evacuado de ARCO por su versi¨®n de la crisis catalana y hasta un sujeto condenado a 480 euros de multa por haber imitado en un selfie el dolor sobrenatural de Cristo.
La ferocidad y los peores instintos se amontonan en las redes sociales, como subconsciente de nuestra cultura
La conspiraci¨®n podr¨ªa haberla urdido Torquemada. Y ser¨ªa ilustrativa de una regresi¨®n a la que conviene a?adir la participaci¨®n de una cierta progres¨ªa o de una izquierda indignada cuyos dolorosos m¨¢rtires deciden ellos mismos fijar y garantizar los l¨ªmites de libertad de expresi¨®n. Hacen suya la causa de Valtonyc cuando el rapero balear se convierte en rapsoda de ETA, pero se movilizan con estupor de adventistas cuando un autob¨²s de la extrema derecha se desplaza por las ciudades con el eslogan ¡°un pene es un pene, una vulva es una vulva¡±.
Interviene entonces el paternalismo y la pulsi¨®n tutelar. Y se inmiscuye el debate oportunista de los l¨ªmites del ofensor y del ofendido. Brazo de hierro para golpear. Piel de seda para encajar. Un combate desequilibrado que desluce el debate mismo de la libertad de expresi¨®n, restringi¨¦ndola al partidismo y a la propia sensibilidad ideol¨®gica o cultural, pero no a su incolumidad absoluta.
El independentismo ha abusado de la libertad y de las libertades. Ha instalado un pensamiento ¨²nico y un dogmatismo religioso.
Tanto se indigna Ada Colau con el sacrificio de Santiago Sierra en Arco que parece haber olvidado las consignas pol¨ªticas con las que hizo eliminar de Barcelona un retrato del maestro Juan Jos¨¦ Padilla, como reclamo del World Press Photo,? y otra imagen de Morante de la Puebla en que evocaba el genio de Salvador Dal¨ª. Eran fotograf¨ªas desprovistas de sangre o de violencia, pero el mero oficio de sus protagonistas -toreros- predispuso una ordenanza para impedir que los vecinos de Barcelona se expusieran al contacto visual con un espect¨¢culo prohibido en la capital catalana, como si fueran yihadistas. Y como si el esfuerzo o enfoque art¨ªstico de ambas obras de arte tuviera que subordinarse al moralismo de la alcaldesa.
Se antoja un ejemplo elocuente del posibilismo que pervierte el gran debate. Y un motivo a?adido al amaneramiento y dimensi¨®n coercitiva de la sociedad espa?ola. Urge modificar el c¨®digo penal, despojarlo de la represalia carcelaria a la blasfemia, la provocaci¨®n art¨ªstica y hasta la ofensa m¨¢s dolorosa, siempre y cuando no se incurra en la difamaci¨®n o la injuria.
La censura y la autocensura han reprimido el pensamiento ilustrado.? la proliferaci¨®n de l¨ªderes populistas proviene de la capitulaci¨®n del buenismo occidental
No existe proporci¨®n entre la crueldad verbal de Valtonyc y la desmesura de los tres a?os y medio de prisi¨®n, como no ha existido mayor campa?a de difusi¨®n para Fari?a?que el anacr¨®nico secuestro del libro de Nacho Carretero, pero no conviene deducir de una y otra sentencia judicial -ambas sujetas a Derecho- que en Espa?a se persigue la libertad de expresi¨®n y se acosa al artista libertario, menos a¨²n cuando los sujetos pol¨ªticos m¨¢s indignados por la censura a la obra de Sierra han dilatado hasta extremos inconcebibles los l¨ªmites de la Constituci¨®n, de la libertad y de la convivencia.
El soberanismo y su ferocidad excluyente, tantas veces amparados en la credulidad de la izquierda podemista, deteriora las conquistas de nuestra sociedad, las somete al yugo fundamentalista,? hasta el extremo de haber vaciado de contenido la sem¨¢ntica del franquismo, la dictadura, el exiliado, el preso pol¨ªtico, el r¨¦gimen o la propaganda.
El independentismo ha abusado de la libertad y de las libertades. Ha instalado un pensamiento ¨²nico y un dogmatismo religioso. Y ha ejercido una presi¨®n descomunal sobre la tolerancia, de tal forma que la consternaci¨®n por el caso de Sierra se resiente de una embarazosa hipocres¨ªa, m¨¢s todav¨ªa cuando aspira a consolidarse la percepci¨®n de una Espa?a oscura y siniestra cuyas fauces pretenden cercenar el vuelo sagrado de la autodeterminaci¨®n.
No est¨¢n en absoluto comprometidas las libertades en Espa?a. Ni puede justificarse una tesis maximalista amontonando unos casos lamentables de la actualidad. Otra cuesti¨®n es la mansedumbre de las sociedades occidentales y el pudor enfermizo con que se penaliza la menor transgresi¨®n al orden. Los s¨¢tiros se han convertido en agitadores incendiarios. Los tribunales, en ocasiones, abusan de la moral. Y la censura y la autocensura han reprimido el pensamiento ilustrado. De hecho, la proliferaci¨®n de l¨ªderes populistas y de figuras redentoras proviene de la capitulaci¨®n del buenismo occidental respecto a debates tan inc¨®modos como el burka, la inmigraci¨®n, la seguridad, el laicismo y las aspiraciones patri¨®ticas.
Va a echarse de menos la clarividencia de Todorov en la crisis de identidad europea. El pensador francob¨²lgaro alertaba contra el peligro del oscurantismo. Y no se refer¨ªa s¨®lo al hacha primitiva del nacionalismo o la vitalidad de la patria decimon¨®nica. Alud¨ªa a los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n que se est¨¢n autoimponiendo las sociedades abiertas en una concepci¨®n enfermiza de la tolerancia. El miedo a ofender ha terminado por otorgar el p¨²lpito a los patriarcas del populismo. Y la dejaci¨®n de funciones y responsabilidades en asuntos capitales de sensibilidad ha fomentado la expectativa mesi¨¢nica. Por eso en Estados Unidos han elegido a un sheriff.
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