Igualdad en libertad
La democracia es incompatible con la discriminaci¨®n de las mujeres
El 8 de marzo, D¨ªa de la Mujer, ha adquirido este a?o una significaci¨®n y emotividad especial. Las mujeres han sido llamadas en Espa?a a una huelga general de 24 horas o a paros parciales y movilizaciones en todo el mundo.
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La protesta tiene uno de sus pilares en el ¨¢mbito laboral, donde persiste una importante brecha salarial y de responsabilidades, pero tambi¨¦n en el dom¨¦stico, donde la desigualdad en las tareas y cuidados es a¨²n m¨¢s acusada, sin olvidar la violencia y el acoso sexual, una lacra que nos sacude y revuelve en lo m¨¢s hondo como sociedad. Su objetivo es trasladar un mensaje rotundo: que es necesario poner fin a la discriminaci¨®n, la subordinaci¨®n, el acoso y la violencia que sufren todas las mujeres solo por el hecho de serlo. Son reivindicaciones justas, que hace tiempo que ten¨ªan que haber sido alcanzadas y que no se pueden sino compartir.
Hay quienes ven en el feminismo una ideolog¨ªa excluyente dirigida contra los hombres. Es un error: la igualdad entre hombres y mujeres, consagrada en el art¨ªculo 14 de la Constituci¨®n, es la base de una sociedad democr¨¢tica y, por tanto, configura un mandato constitucional que nos obliga a todos.
La democracia ha hecho mucho por acabar con la discriminaci¨®n de las mujeres. Pero todav¨ªa queda por hacer. La consecuci¨®n de la igualdad requiere propuestas de actuaci¨®n concretas. En el caso laboral, se precisa corregir las discriminaciones salariales, evitar que la maternidad se convierta en un obst¨¢culo para el ascenso, evitar los guetos de trabajos feminizados, precarios y mal pagados e incentivar los permisos de paternidad. Todo ello requiere nuevas normas, mejores controles, m¨¢s transparencia, cuotas que ayuden a lograr la paridad en los puestos directivos, as¨ª como la obligatoriedad de realizar auditor¨ªas salariales y desarrollar planes de igualdad y buenas pr¨¢cticas en las empresas.
Hay que acabar con el machismo, el acoso y la discriminaci¨®n en cualquiera de sus formas
En el ¨¢mbito jur¨ªdico, las leyes y medidas contra la violencia machista est¨¢n logrando concienciar a la sociedad y a los poderes p¨²blicos sobre la necesidad de proteger de forma efectiva a las mujeres. Toca ahora mejorar la lucha contra el acoso sexual en el ¨¢mbito laboral y los espacios p¨²blicos, mediante medidas sancionadoras, pero tambi¨¦n preventivas, que ayuden a visualizar un problema hasta ahora oculto o relegado a un segundo plano.
En otros ¨¢mbitos, sin embargo, la discriminaci¨®n se origina en h¨¢bitos culturales y sociales profundamente asentados, tanto en hombres como en mujeres, que no son sencillos de modificar. La educaci¨®n, en las familias y las escuelas, los medios de comunicaci¨®n de masas, el mundo de la cultura, la publicidad o la moda, son esenciales para detener la reproducci¨®n del machismo. Especialmente entre los j¨®venes, donde se observa un repunte de actitudes machistas, violentas y discriminatorias, el trabajo de educaci¨®n tiene que ser mucho m¨¢s intenso de lo que ha venido siendo.
Lograr que todos esos factores trabajen en el sentido contrario al que lo han venido haciendo hasta la fecha no es una tarea f¨¢cil, ni que pueda ser impuesta por decreto: debe contar con la colaboraci¨®n activa y c¨®mplice de la sociedad, algo que solo una gran conversaci¨®n social y pol¨ªtica puede lograr. Los hombres, cuyo concurso es imprescindible para poner fin al machismo, deben sumarse a esta reivindicaci¨®n, sin miedos ni excusas. Y por supuesto tambi¨¦n los partidos pol¨ªticos, organizaciones sindicales y asociaciones empresariales, que son quienes tienen que articular y concretar este objetivo.
Los hombres deben sumarse a la batalla femenina sin miedos ni excusas
El machismo es el soporte en el que se asienta la discriminaci¨®n de las mujeres. Sea como actitud individual, cultural o institucional, sea practicado de forma individual o imbuido en las estructuras pol¨ªticas, econ¨®micas o familiares de nuestra sociedad, es radicalmente incompatible con la democracia. Oponerse a ¨¦l es defender la democracia, no una expresi¨®n ideol¨®gica o partidista. No hay, por tanto, espacio para el debate acerca del qu¨¦: toca acabar con el machismo, el acoso y la discriminaci¨®n, en cualquiera de sus formas.
S¨ª cabe, por el contrario, la confrontaci¨®n de ideas y propuestas sobre c¨®mo actuar. Como demuestra la discusi¨®n en torno al sentido y alcance de la convocatoria del 8 de marzo, el feminismo es tan plural, abierto, transversal y libre como la sociedad a la que interpela. En ¨¦l hay muchas voces distintas y meritorias y propuestas de actuaci¨®n muy variadas. Todas deben ser escuchadas, discutidas y evaluadas.
La igualdad entre hombres y mujeres a la que aspira una sociedad democr¨¢tica solo puede ser lograda desde la libertad, individual y colectiva. Su defensa no es ideol¨®gica ni puede ser instrumentalizada: forma parte del n¨²cleo de valores que articulan el coraz¨®n mismo de nuestras democracias. Tampoco rechazada, ridiculizada o ignorada. Porque la b¨²squeda de la igualdad y la b¨²squeda de la libertad son sin¨®nimos, una no cabe sin la otra. Luchando por la igualdad de las mujeres lograremos nuestra libertad, como personas y como sociedad, y daremos valor a nuestra democracia.
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