Los rotos
En todas partes parecen surgir diferencias irreparables que condenan a cada pa¨ªs a vivir dividido en dos
En Colombia llaman a la ruptura una terminada. Las terminadas sucesivas componen la educaci¨®n sentimental. Pero quiz¨¢ la idea de terminar una relaci¨®n como algo conclusivo y definitivo deja de lado lo que contiene la palabra ruptura de diferente. Porque lo quebrado no est¨¢ finalizado, sino que se prolonga como un eco y cualquiera sabe que los rotos del pasado perduran dentro. En cierto modo, los colombianos lo aprendieron con el refer¨¦ndum que coronaba las negociaciones de paz entre Gobierno y guerrilleros de las FARC. La victoria del no puso en evidencia lo latente desde tiempo atr¨¢s: la partici¨®n cada vez m¨¢s profunda de la sociedad en dos mitades irreconciliables. Tras las votaciones del domingo se reafirma que la batalla para elegir al sucesor del presidente Santos se libra en los extremos de esa ruptura que con tanto veneno aliment¨® un despechado Uribe, sombra rectora de la derecha que se enfrenta al izquierdista Petro.
Pero no se trata de algo local ni que se circunscriba a los caracteres latinos, sino que vive un periodo de expansi¨®n general, convertida ya la disputa pol¨ªtica en una especie de dicotom¨ªa universal. En todas partes parecen surgir diferencias irreparables que condenan a cada pa¨ªs a vivir roto en dos, un poco al modo en que los parisienses trazaban una raya radical entre la orilla derecha e izquierda del Sena. Esta facilidad para dividir, para aceptar que el de enfrente es enemigo, ha permitido que los l¨ªderes pol¨ªticos ya no busquen un consenso sino capitanear una de las facciones. Subidos a una ola favorable, tratan de alcanzar los n¨²meros para imponerse aunque sea por la m¨¢s rid¨ªcula de las ventajas. Basta con vencer por la m¨ªnima para as¨ª negar y desautorizar a los rendidos perdedores.
La inevitable consecuencia de esta estrategia de choque entre opuestos es el surgimiento de una camada de l¨ªderes oportunistas, pues el oportunismo es el arte de aprovechar la coyuntura favorable, el impulso m¨¢s efervescente, sin ofrecerse para la mediaci¨®n y el acuerdo sino para capitanear una facci¨®n hasta donde lleguen las fuerzas. Presuponen que toda ruptura arroja dos bandos pero se equivocan, mejor ser¨ªa decir que nos equivocan, que juegan a equivocarnos. Porque todo el mundo sabe que lo roto requiere pegamento, reconciliaci¨®n, recuperaci¨®n de lo que abrazaba. Dos partes rotas son in¨²tiles ambas. Empiezan a proliferar los pa¨ªses rotos en dos orillas, caldo feliz de los oportunistas, incapaces de mirar m¨¢s all¨¢ de su ambici¨®n por terminar definitivamente con el otro, ignorantes de que uno es todos sus fragmentos, sin exclusi¨®n. Las rupturas no son finales, son continuaciones cargadas de complejidad.
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