Prisi¨®n permanente revisable
Hay argumentos a favor y en contra de esta pena que deben ser escuchados. Pero primero se requiere que en las instituciones haya unos m¨ªnimos de integridad moral que ahora mismo no existen
Hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, Agnes Heller nos oblig¨® a reflexionar sobre el perd¨®n. ¡°Nadie puede perdonar en nombre de las v¨ªctimas. Ni siquiera sus familias ¡ªnos dec¨ªa¡ª porque nadie puede perdonar en nombre de otro¡±. A lo largo de mi vida he vuelto sobre esta idea en varias ocasiones y en estos ¨²ltimos meses la he rondado con frecuencia. La semana pasada le¨ª el sobrecogedor texto de Santiago Alba sobre los sucesos de Las Hortichuelas. Recuperando a Iv¨¢n Karam¨¢zov, extend¨ªa la reflexi¨®n sobre el perd¨®n y afirmaba: ¡°No es posible castigar lo que no se puede perdonar¡±.
Desde finales del mes de diciembre, una sucesi¨®n de noticias horribles ha conmocionado nuestro pa¨ªs. Tras la detenci¨®n de Jos¨¦ Enrique Abu¨ªn, pocas horas despu¨¦s de intentar secuestrar a otra joven mujer en el maletero de su coche, hemos sabido de hechos horrendos. Hemos aprendido el nombre de un ni?o y de muchos adultos que nos han devuelto los nombres de otras v¨ªctimas, todas ellas protagonistas involuntarias de historias espantosas, algunas todav¨ªa sin final. En el medio de este espanto, algunos han querido que nuestra sociedad, sobrecogida entre el horror y la compasi¨®n, respondiese de inmediato a la imposible pregunta de Dostoievski: c¨®mo castigar aquello que no se puede perdonar.
Espa?a es uno de los pa¨ªses de Europa con la tasa de criminalidad m¨¢s baja y m¨¢s poblaci¨®n presa
La principal trampa a la que nos condujo el debate as¨ª planteado es la de hacernos creer que podemos hablar de una pena sin reflexionar sobre todas las dem¨¢s, que podemos juzgar a un asesino sin tener en cuenta a todos los dem¨¢s. Seguramente las personas podemos hacerlo, podemos hablar sobre la prisi¨®n permanente revisable sin hablar del resto de las condenas que conforman el c¨®digo penal; quiz¨¢ cada una de nosotras podemos juzgar moralmente a una asesina confesa sin tener que considerar a todas las dem¨¢s.Pero las sociedades no pueden hacer eso, no deben hacerlo y de hecho no lo hacen. A trav¨¦s de sus ordenamientos jur¨ªdicos, las sociedades determinan las conductas que consideran intolerables y las ordenan. La modulaci¨®n establecida a trav¨¦s de la regulaci¨®n penal es la expresi¨®n m¨¢s elocuente de que al objetivo gen¨¦rico de la reinserci¨®n le acompa?a siempre el de la punici¨®n. El sistema penal tipifica, escala y jerarquiza las formas f¨¢cticas del mal, compar¨¢ndolas, midiendo unas frente a las otras, para finalmente cuantificar la profundidad del da?o que atribuye a cada crimen y determinar su pago en tiempo.Si el castigo no formase (tambi¨¦n) parte del sistema, no ser¨ªa posible cuantificar las condenas. Todas durar¨ªan lo mismo: hasta la rehabilitaci¨®n del criminal. Pero esto no es ni posible ni verdad.
Pensar como sociedad nos impide reflexionar sobre una pena sin reflexionar sobre todo el sistema penal que la sostiene. Pensar como sociedad nos obliga a hablar sobre qui¨¦nes deber¨ªan ir a la c¨¢rcel, por qu¨¦ motivos y durante cu¨¢nto tiempo a partir de las personas que hoy est¨¢n en prisi¨®n, los motivos por los que est¨¢n privados de libertad y el tiempo que llevan encarcelados.
Espa?a es uno de los pa¨ªses de Europa con la tasa de criminalidad m¨¢s baja. De acuerdo con los datos de 2015, solo Portugal y Grecia ofrecen mejores resultados. Sin embargo, en nuestro pa¨ªs tenemos un 32% m¨¢s de personas encarceladas que en la media de los pa¨ªses europeos y nuestra tasa penitenciaria es la tercera m¨¢s alta de Europa. ?C¨®mo es esto posible? La respuesta est¨¢ en la duraci¨®n de las condenas. La pena media en Europa es de 7 meses mientras que en Espa?a alcanza los 18. Y todo para cronificar una poblaci¨®n reclusa mayoritariamente adicta al alcohol o a las drogas (el 65% de las personas encarceladas sufre alg¨²n tipo de adici¨®n) y mayoritariamente encarcelada por delitos contra la propiedad (40%) o contra la salud p¨²blica (20%). Pensar como sociedad nos obliga a reconocer que en Espa?a hay m¨¢s presos de lo debido y que las condiciones que rodean a la poblaci¨®n encarcelada ¡ªla duraci¨®n de las penas, la adicci¨®n a las drogas y el hacinamiento¡ª obstaculizan gravemente el camino hacia su reinserci¨®n.
Pero pensar como sociedad tambi¨¦n nos obliga a reconocer que existen criminales extremadamente violentos y reincidentes; nos obliga a reconocer que existe una forma de violencia machista muy enraizada y extremadamente cruel que agrede, mata y luego arroja a pozos profundos los cuerpos rotos de las mujeres, o asesina a sus hijos con el ¨²nico prop¨®sito de reventar el alma de sus madres. Pensar como sociedad nos obliga a reconocer que hay personas capaces de asesinar a un ni?o, o de violarlo, o de matarlo y quemarlo despu¨¦s. Esos criminales existen. Afortunadamente son muy pocos, pero existen.
Las condiciones que rodean a la poblaci¨®n encarcelada obstaculizan el camino de reinserci¨®n
El pasado jueves en el Congreso, el PP y Ciudadanos nos tendieron una trampa. Le tendieron una trampa a todo el pa¨ªs. Quisieron obligarnos a debatir como madres lo que deb¨ªamos debatir como sociedad. Impidieron que habl¨¢semos sobre el sistema penal espa?ol para obligarnos a hablar sobre c¨®mo castigar lo que no se puede perdonar. Fue una sesi¨®n indigna y bochornosa. Fingiendo que el actual Congreso tuviese la capacidad para derogar la prisi¨®n permanente revisable, forzaron la escenificaci¨®n para dejarlo todo exactamente como estaba. Vi¨¦ndolos tan exaltados y escuch¨¢ndoles tan comprometidos, entre v¨ªtores y gritos, casi lograron hacernos olvidar que la actividad legislativa del Congreso lleva bloqueada desde 2016, cuando el PP y Ciudadanos acordaron impedir la tramitaci¨®n de cualquier proposici¨®n cuya votaci¨®n pudieran perder. El Gobierno ya ha vetado 56 proposiciones de ley, y los grupos parlamentarios de Ciudadanos y el PP, utilizando su mayor¨ªa en la mesa del Congreso, han enterrado m¨¢s de una veintena de iniciativas legislativas a trav¨¦s de un procedimiento tan viejo como el parlamentarismo: pedir semana tras semana la ampliaci¨®n del plazo para la presentaci¨®n de enmiendas, de manera tal que la proposici¨®n de ley no deseada nunca pueda llegar a tramitarse.
El debate que mantuvimos el pasado jueves sobre la prisi¨®n permanente revisable, en tanto que maniobra t¨¢ctica de dos partidos, es con toda seguridad el gesto m¨¢s obsceno que he presenciado desde que entr¨¦ en el Congreso; seguramente no el m¨¢s grave desde el punto de vista pol¨ªtico, pero s¨ª el m¨¢s miserable desde el punto de vista moral.
Hay argumentos a favor y en contra de la prisi¨®n permanente revisable que deben ser escuchados; a favor y en contra de la modificaci¨®n de los plazos para la revisi¨®n de las penas; a favor y en contra de disminuir nuestra poblaci¨®n reclusa; y un d¨ªa tendremos que hablar sobre todos ellos, debatirlos como sociedad y legislar. Pero para que ese d¨ªa llegue, primero necesitamos contar con unos m¨ªnimos de integridad moral en las instituciones que ahora mismo no existen. Por eso, mientras tanto, lo mejor que podemos hacer es guardar silencio, expresar nuestro respeto a las v¨ªctimas y sus familias y seguir luchando porque la dignidad de nuestro pueblo logre, m¨¢s temprano que tarde, recuperar las instituciones para la gente buena.
Carolina Bescansa es cofundadora de Podemos y diputada en el Congreso.
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