El ¡®troll¡¯ no tiene duende
Los mentirosos, gamberros y asaltadores no merecer¨ªan ser designados con una palabra amable
Los mentirosos, gamberros y asaltadores diversos que pululan por Internet y las redes se llaman trolls. Viven de la iniciativa y de las ideas ajenas, para arruinarlas; ensucian cualquier debate limpio y lo enredan con ramificaciones incontroladas; insultan, difaman, provocan. No merecer¨ªan, por tanto, ser designados con una palabra amable.
La influencia del t¨¦rmino troll en nuestra cultura ha seguido dos v¨ªas. La primera de ellas tiene su origen en el noruego, lengua donde ese vocablo designa a un ¡°ser sobrenatural¡±. El troll de la mitolog¨ªa escandinava es, en efecto, un ¡°monstruo maligno que habita en bosques o grutas¡±. As¨ª lo define nuestro Diccionario en la entrada ¡°trol¡±, que la Academia castellaniz¨® en 1989 con una sola ele.
Y el segundo camino de este vocablo se traza a partir del ingl¨¦s. La voz troll es usada ahora en ese idioma ¡ªy tambi¨¦n por quienes hablan espa?ol¡ª para describir a quien emprende en las redes alguna acci¨®n de torpedeo de cualquier debate sensato o exposici¨®n razonable.Esta versi¨®n no ha llegado a nuestro Diccionario acad¨¦mico, pero s¨ª se ha reflejado en manuales y consejos ling¨¹¨ªsticos. Por ejemplo, una nota de la Fund¨¦u (Fundaci¨®n del Espa?ol Urgente) lo relaciona con to troll, verbo que significa ¡°pescar¡± (si bien esta acepci¨®n no aparece en el voluminoso diccionario Collins). Un art¨ªculo de la revista Letras libres firmado por Naief Yehya (18 de marzo de 2015) ofrec¨ªa como explicaci¨®n de este nuevo sentido de ¡°pescar¡± que en los principios de Internet los gamberros soltaban una carnaza en un ciberforo para que mordieran el cebo los incautos, lo cual en ingl¨¦s se puede designar como trolling. La semejanza entre el verbo que refer¨ªa esa provocaci¨®n y el sustantivo aplicado a los seres imaginarios, que aqu¨ª provocaban con su anzuelo, hizo lo dem¨¢s.
Pero troll significa tambi¨¦n en ingl¨¦s ¡°duende¡± (ese sentido s¨ª lo recoge el Collins), en cierta conexi¨®n con los seres mitol¨®gicos noruegos.
Por tanto, en ingl¨¦s se puede asociar hoy en d¨ªa a los reventadores con los duendes; y tambi¨¦n en espa?ol si se traduce como el Collins indica.
Esta palabra castellana, ¡°duende¡±, cuenta a su vez con una historia curiosa. Comenz¨® siendo peyorativa, pero termin¨® con el signo opuesto. Naci¨® de la antigua locuci¨®n duen de casa (due?o de la casa), que se redujo a duen de (Juan Gil, 300 historias de palabras). Los duendes propietarios dejar¨ªan paso con el tiempo (m¨¢s bien a finales del siglo XV) a los ocupantes ilegales y fant¨¢sticos, a la vez que diminutos; unos esp¨ªritus que se adue?aban de una mansi¨®n y causaban en ella trastornos y estruendo.
Ni trolls, ni ¡°troles¡± ni ¡°duendes¡± existen (tampoco los gnomos ni los pitufos, ya que estamos hablando de todo un poco), as¨ª que ser¨¢n como nosotros los queramos ver. De hecho, con el tiempo su iconograf¨ªa ha ido mejorando. En ingl¨¦s tambi¨¦n pasaron del horror al humor. Los seres peque?os pero temibles de hace siglos se transformaron en simplemente traviesos, como recogen Corominas y Pascual en su diccionario etimol¨®gico. Ah¨ª est¨¢n los duendes de la imprenta, a los que se culpa de las erratas. Y hoy en d¨ªa les otorgamos cierta magia, arte, creatividad: ¡°Ese m¨²sico tiene duende¡±, decimos.
Sin embargo, con los trolls de Internet y las redes regresa la antigua idea de los duendes perversos. Los designa una palabra que ya se nos hab¨ªa hecho simp¨¢tica, pero siempre podremos llamarlos como lo que son: unos seres malignos sin gracia ninguna.
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