?En qu¨¦ consiste ¡°una extraordinaria novela de amor¡±?
El mito de Lolita se engendr¨® en los a?os 60, cuando el sexo era considerado un acto transgresor que condujo a cierta permisibilidad hacia el encuentro sexual ni?o-adulto
Otros art¨ªculos sobre Lolita
Lolita es una novela profunda y brillante, llena de matices y sugerencias, de inagotables lecturas, entre las que no cabe la apolog¨ªa de la violaci¨®n. No obstante, tanto su recepci¨®n, desde Lionel Trilling hasta Nina Berberova, como el imaginario que gener¨®, ayudada por la pel¨ªcula de Kubrick, vulgarizaron su contenido y la convirtieron en una aparente historia de amor de la que surgi¨® el mito de Lolita: adolescente seductora y provocativa, seg¨²n la RAE.
Poco a poco, los cambios sociales han modificado esta interpretaci¨®n hegem¨®nica centrando la atenci¨®n en el rapto y el abuso de la protagonista. Acorde con esta sensibilidad, en la nueva portada de Henn Kin para Anagrama encontramos la imagen de una ni?a atravesada por una cuerda para juguetes, subrayando su car¨¢cter de objeto, su indiscutible condici¨®n de v¨ªctima. Sin embargo, en el texto de la contraportada, la misma editorial sigue manteniendo que se trata de ¡°una extraordinaria novela de amor¡±.
Los sentimientos de una menor hacia un adulto no dan derecho al destinatario a colonizar el cuerpo infantil
?A qu¨¦ se debe esta insistencia pertinaz?, ?podemos denominar amor a una relaci¨®n de abuso? Objetar¨¢n algunos que quiz¨¢s se refiera a la obsesi¨®n de Humbert por Dolores. Pero, ?podemos considerar amor su deseo? Humbert le pega, la soborna, la considera vulgar, no hay ninguna reciprocidad entre ambos: ¨¦l detenta el poder, ella es una ni?a hu¨¦rfana y sola. De su interioridad ¨¦l no sabe nada.
"¡ me impresion¨® el hecho de que sencillamente no sab¨ªa una palabra sobre el esp¨ªritu de mi ni?a querida, y que sin duda, m¨¢s all¨¢ de los terribles clich¨¦s juveniles, hab¨ªa en ella un jard¨ªn y un crep¨²sculo y el portal de un palacio: regiones vagorosas y adorables, completamente prohibidas para m¨ª, ajenas a mis sucios andrajos y a mis convulsiones".
Insistir en que se trata de una extraordinaria historia de amor es negar las evidencias en contra que salpican la obra. A¨²n as¨ª:
"Te quer¨ªa. Era un monstruo pent¨¢podo, pero te quer¨ªa. Era despreciable y brutal, y t¨²rpido y cuanto pueda imaginarse, mais je t?aimais, je t?aimais. Y hab¨ªa momentos en que sab¨ªa cuanto pasaba por ti, y saberlo era el infierno, mi peque?a Dolita, aguerrida Dolly Schiller".
Pero Humbert, como todos los abusadores, confiesan que aman a sus v¨ªctimas, aunque nadie les crea.
Ahora bien, ?no es acaso cierto, objetar¨¢n otros, que algunas ni?as se sienten atra¨ªdas por hombres adultos? Lo es. Lo hacen buscando ternura, por admiraci¨®n hacia ¨¦l; o bien porque experimentan un incipiente enamoramiento que el adulto interpreta como deseo er¨®tico. En ning¨²n caso esos sentimientos dan derecho al destinatario a colonizar el cuerpo infantil imponi¨¦ndole su sexualidad adulta. Tampoco esto puede ser considerado amor.
Nabokov en la famosa entrevista ofrecida a Bernard Pivot, en Apostrophe, afirmaba:
La atracci¨®n de los hombres por las ni?as viene de lejos; a¨²n hoy el matrimonio infantil es una lacra
"Lolita no es una ni?a perversa. Es una pobre ni?a a quien corrompen y cuyos sentidos no ceden jam¨¢s bajo las caricias del inmundo se?or Humbert¡"
Entonces, ?por qu¨¦ surgi¨® el mito? Si todo mito surge como respuesta a una necesidad humana de conocimiento, de inmortalidad, de explicaci¨®n o fusi¨®n con la naturaleza, ?cu¨¢l fue la necesidad que convirti¨® a una pobre ni?a en seductora y provocativa?
Remont¨¦monos a los a?os sesenta en los que apareci¨® la novela; la pel¨ªcula de Kubrick es del 62. Nos encontramos en pleno apogeo de la revoluci¨®n sexual americana, que en Europa culmin¨® en mayo del 68, del que ahora se cumplen 50 a?os. El sexo era considerado un acto de libertad, transgresor y revolucionario, lo que condujo a cierta permisibilidad hacia el encuentro sexual ni?o-adulto, si era consentido. Bajo el paraguas del consentimiento se obviaba la asimetr¨ªa. Hubo intelectuales franceses como Sartre o Simone de Beauvoir, el futuro ministro de cultura Jack Lang o Andr¨¦ Gluckmann, que firmaron cartas de apoyo a algunos pederastas detenidos. La sexualidad escapaba de la represi¨®n victoriana del XIX y se expand¨ªa gozosa, alegremente. Lolita, se difundi¨®, pues, en terreno abonado. ?A qu¨¦ necesidad serv¨ªa?
La atracci¨®n de los hombres por las ni?as viene de lejos; a¨²n hoy el matrimonio infantil es una lacra contra la que luchan los gobiernos de Pakist¨¢n o la India. El patriarcado ense?a a los hombres a dominar a las mujeres, y cuanto m¨¢s j¨®venes m¨¢s moldeables son. Como Pigmali¨®n, el due?o de una ni?a puede conformarla a su antojo. La revoluci¨®n sexual legitim¨® estos deseos. Sin embargo, reconocerlos abiertamente entraba en contradicci¨®n con un contexto donde tambi¨¦n se enaltec¨ªa la igualdad entre los sexos y se aplaud¨ªa el placer y la autonom¨ªa de la mujer, antes negados. ?Es posible que la ola de defensa de la pederastia surgiese como reacci¨®n a la igualdad reivindicada por las mujeres?, ?que los hombres a?orasen a la mujer callada y d¨®cil, y que a medida que esta exig¨ªa sus derechos volviesen la mirada hacia las ni?as? Ser¨ªa una tesis sustanciosa.
El caso es que, entre el reconocimiento de la igualdad y el deseo de seguir contando con una mujer-ni?a sumisa, la soluci¨®n solo pod¨ªa ser una: que el abusador proyectase en la menor su pasi¨®n fabulando un encuentro rec¨ªprocamente deseado. Inventar a las Lolitas. Llamar a todo esto historia de amor.
Lola L¨®pez Mond¨¦jar es escritora.
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