Este no es pa¨ªs para vegetarianos
En Espa?a, aquellos que no prueban la carne, o que al menos intentan abandonar su ingesta cotidiana, son tratados todav¨ªa como un bicho raro.
Seg¨²n Lincoln, ¡°un dilema es un pol¨ªtico tratando de salvar sus dos caras a la vez¡±. Me enfrento desde hace tiempo a un dilema en el que esa salida ¡°pol¨ªtica¡± no es posible. Dejar o no de comer animales. He pasado temporadas intentando alimentarme como vegetariano. Tambi¨¦n fui vegano durante unos meses. Me sent¨ªa bien. Pronto comprend¨ª que lo peor era tener que explicarse. No, no era por moda, ni por militancia, ni por tocar las narices. Me sent¨ªa bien, eso era todo. Me sent¨ªa bien hasta que me sent¨ªa mal.
Este no es pa¨ªs para vegetarianos. Y menos todav¨ªa para veganos o antiespecistas. Visto lo visto, hasta me extra?a que no hayan incluido esos supuestos en la ley mordaza como conductas susceptibles de ser penalizadas por alterar el orden alimentario establecido y desobediencia a la autoridad carn¨ªvora competente. Hay quien sostiene que el colmo del aburrimiento es tener que o¨ªr a un vegetariano explicando su ¡°conversi¨®n¡±. Contra ese t¨®pico carn¨ªvoro, sugiero devorar El d¨ªa que dej¨¦ de comer animales, de Javier Morales, que entrelaza el sentir y el pensar.
El pulpo, cuando est¨¢ preso, tiene conciencia de estar prisionero. Y si sabe que est¨¢ prisionero, ama la libertad.
Como disidente alimentario, al principio, tratas de pasar inadvertido. La heterodoxia en Espa?a solo se consiente como autoconsumo. Pasa como con el cannabis. Son frecuentes las noticias de operaciones policiales en las que se descubren plantaciones de marihuana, que est¨¢ legalizada hasta en Alaska y que se recomienda como uso medicinal, y sin embargo nunca nos llegan noticias de intervenciones en alguna de esas explotaciones monstruosas donde los animales, encajonados, deformados, amputados, son simples bultos de engorde artificial. Una crueldad con los animales, que sienten dolor y tienen emociones y memoria, y un peligro para la salud humana. No todas las granjas son as¨ª, pero no pocas lo son.
En mi experiencia de vegetariano melanc¨®lico y fracasado, he intentado siempre evitar esas conversaciones en la mesa. Al contrario, est¨¢s deseando que nadie convierta tu comida en tema de conversaci¨®n. Trabajas con los guisantes a escondidas, como Beckett con las palabras. Pero en una comida p¨²blica, colectiva, la disidencia acaba casi siempre siendo descubierta. Y la persona vegetariana, si no est¨¢ arropada por otros verb¨ªvoros, acabar¨¢ siendo el bicho principal a masticar en el banquete antrop¨®fago.
La ventaja es que si eres tratado como bicho raro, reaccionas bien. Te defiendes como un animal salvaje¡ ?vegetariano!
En situaciones as¨ª, he resistido cocidos, ese acto ¨¦picamente modesto, pero heroico, de comer los grelos pero no el lac¨®n ni el chorizo, a riesgo de ser imprecado en p¨²blico como traidor.
Incluso en momentos y espacios donde parec¨ªa imposible mantener las posiciones sin desaparecer, como en aquel encuentro de escritores en un asador argentino:
¡ªLo siento. No puedo comer carne ¡ªle dije al muy amable capit¨¢n de camareros.
¡ª?Pero che! Si no quer¨¦s carne, ?com¨¦s pollo!
Pero he tenido y tengo un punto de debilidad. Y es el pulpo.
Desde que tengo memoria, es un ser que me fascina. Cuando le¨ª en la Enciclopedia Brit¨¢nica que el pulpo era ¡°el invertebrado m¨¢s inteligente del planeta¡±, me pareci¨® lo m¨¢s natural. Ulises, el navegante de la Odisea, era conocido por el apodo de El Pulpo. No me extra?a. Pero no se puede comparar la inteligencia del pulpo con la del ser humano. Es superior. La del pulpo, claro. Esa maravilla vanguardista de la naturaleza. Adem¨¢s de ingeniosa, astuta, ir¨®nica y art¨ªstica, tambi¨¦n lujuriosa. De chaval, o¨ªa hablar a la gente del mar de la intensa vida sexual de pulpas y pulpos. En los prados submarinos, hay fascinantes cortejos, seducciones y batallas sexuales. El amor cefal¨®podo es, por lo visto, un amour fou, un amor loco.
Mi simpat¨ªa aumentaba cada vez que le¨ªa una noticia informando de que el pulpo se resist¨ªa a reproducirse en cautividad. Parece que est¨¢n a punto de lograrlo, los tozudos sapiens, el criar pulpo en granjas marinas, pero a m¨ª no me parece una victoria. Ser¨¢ uno de esos tristes avances que tanto nos hacen atrasar. Aunque entonces aparecer¨¢ una nueva especie. La del pulpo fugitivo y liberto.
Porque hay algo decisivo en el pulpo. Lo cuenta en profundidad Peter Godfrey-Smith en otro gran libro para devorar, Otras mentes (El pulpo, el mar y los or¨ªgenes profundos de la consciencia). Y eso decisivo, absolutamente invencible, es que el pulpo, cuando est¨¢ preso, tiene conciencia de estar prisionero. Y si sabe que est¨¢ prisionero, ama la libertad.
¡ªLo siento, no puedo comer carne.
¡ª?Una de pulpo, che!
Que sea la ¨²ltima.
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