Espa?a es otro pa¨ªs
La Semana Santa se ha convertido en un im¨¢n tur¨ªstico por la vitalidad de sus tradiciones culturales
La Semana Santa ya est¨¢ de nuevo aqu¨ª y Espa?a se llena de procesiones. Es el momento de las cofrad¨ªas y de los costaleros, de las trompetas y de los tambores, de las tallas que recorren las ciudades y de las saetas que rompen el silencio para rendir homenaje a las figuras que cuentan la vieja historia de la Pasi¨®n de Cristo. Las calles se llenan de gente y la puesta en escena de cada procesi¨®n est¨¢ cargada de resonancias religiosas: cadenas, pies descalzos, capirotes, palabras que hablan de Jes¨²s y de la Virgen. Cualquier turista podr¨ªa, a primera vista, quedar impactado por la intensidad de los v¨ªnculos que conserva todav¨ªa Espa?a con su tradici¨®n cat¨®lica.
Salvo que permanezca un rato m¨¢s, porque entonces no tardar¨¢ en observar que las procesiones est¨¢n vinculadas al pasado de este pa¨ªs, s¨ª, pero que han dejado de ser ya un ritual fuertemente vinculado a la fe cat¨®lica y que son, antes que nada, otra muestra de su imponente riqueza cultural. Habr¨¢ muchos que todav¨ªa acuden a las citas de Semana Santa para expresar su compromiso religioso, pero para la gran mayor¨ªa las procesiones han salido del ¨¢mbito de las creencias y no son otra cosa que una oportunidad m¨¢s de volver a visitar las tradiciones. Unas tradiciones que se cuidan con un esmero meticuloso y una maestr¨ªa muchas veces deslumbrante.
Todav¨ªa a finales de los a?os sesenta del pasado siglo, e incluso m¨¢s tarde, la Semana Santa remit¨ªa a la autoridad de la Iglesia, a sus exigencias rituales y a los deberes que los fieles tienen con su propia fe. En la Espa?a del siglo XXI, la religi¨®n forma parte de la vida privada de cada cual y lo m¨¢s corriente es que las procesiones sean nada m¨¢s que una buena excusa para disfrutar de la vitalidad de unas antiqu¨ªsimas formas culturales. No se trata de frivolizar, solo de recordar que el nacionalcatolicismo del franquismo ha quedado ya, afortunadamente, demasiado lejos. Por mucho que algunos sigan defendiendo lo contrario.
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