Acuse de recibo a Marta Rovira
Ensimismados en su particular universo, los secesionistas olvidaron que exist¨ªa un poderoso ¡°Estado espa?ol¡±
Estoy con usted, Marta. Si yo hubiera cometido un delito que pudiera llevarme a la c¨¢rcel 20 a?os (y no las 40 fechor¨ªas castigadas con seis meses que veros¨ªmilmente he perpetrado), habr¨ªa obrado igual que usted, me sintiera o no culpable: saliendo por pies o, en la jerga al uso, sustray¨¦ndome a la acci¨®n de la justicia.
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En la carta en que explica por qu¨¦ ha decidido huir a Suiza, alega que es la ¨²nica forma que tiene de recuperar su ¡°voz pol¨ªtica¡±. No se me antoja una raz¨®n v¨¢lida. Nadie le impide dejarla o¨ªr tan ruidosamente como lo hace una infinidad de correligionarios suyos. Cosa distinta es, claro, saltar del dicho al hecho; y consta, porque lo han visto nuestros ojos, al margen de calificaciones jur¨ªdicas, que usted, se?ora Rovira, lleva a?os impulsando rabiosamente una secesi¨®n de Catalu?a por la v¨ªa de los hechos consumados. Vale decir: rob¨¢ndonos a todos los espa?oles, entre otros bienes, el derecho a decidir si queremos cambiar o no una Constituci¨®n y unas leyes nacidas de un democr¨¢tico acuerdo entre todos.
Por el contrario, nada objeto a otra de las razones que alega para huir de Espa?a: ¡°Tengo una hija, Agn¨¨s... El exilio me permitir¨¢ hacer de madre...¡±. Irreprochable: ninguna meta en la esfera p¨²blica puede sobreponerse a la querencia por un hijo.
Entre la independencia formal que persiguen y la independencia efectiva que gozan, las distancias son min¨²sculas
Tanto menos cuando la meta es quim¨¦rica y cuando el proc¨¦s unilateral hacia ella ten¨ªa unas consecuencias perfectamente predecibles. Ah¨ª est¨¢ la cuesti¨®n de veras intrigante. Pongamos aparte aldeanos, menestrales y gentes de menor cuant¨ªa, para preguntarnos c¨®mo es posible que personas educadas, con formaci¨®n universitaria, y entre ellas una infinidad de picapleitos, no hayan previsto que quebrantamientos de la ley tan manifiestos como la proclamaci¨®n de independencia de una regi¨®n espa?ola deb¨ªan provocar la respuesta autom¨¢tica de la ley. Los separatistas no paran de hablar de intolerable represi¨®n brutal: m¨¢s exacto parecer¨ªa ineludible reacci¨®n legal. Porque el C¨®digo Penal carece del m¨ªnimo sentido del humor y se ha tomado en serio una broma pesada que no merecer¨ªa m¨¢s de un mes de arresto menor.
Pero, ?de d¨®nde viene la ceguera de los conspiradores? Intuyo una explicaci¨®n: que han vivido solo en una Catalu?a independiente, en la que Espa?a no pasa de una referencia remota, sin incidencia aut¨¦ntica en la realidad.
Nada nuevo. Para ahorrarme detalles bien conocidos, baste aducir como notario de la situaci¨®n a Juan-Jos¨¦ L¨®pez Burniol: ¡°Desde el siglo XVI Catalu?a ya se mueve como una naci¨®n moderna, aut¨®nomamente del resto de la Pen¨ªnsula, sin propon¨¦rselo y de forma espont¨¢nea¡±. Con el Estatuto en vigor, la burbuja se hincha aparatosamente: a las ampl¨ªsimas competencias de la Generalidad (educaci¨®n, sanidad, vivienda, orden p¨²blico, etc¨¦tera) se unen las esperanzas que abre su capacidad legislativa. La cotidianidad de un ingente grupo de catalanohablantes transcurre exclusivamente dentro de las coordenadas del Principado, y si Espa?a aparece a lo lejos es apenas como una sombra hostil a tales esperanzas, pero mayormente sin fuerza, paralizada, inactiva.
Quienes viven en el mundo cerrado de esas percepciones tienen buena parte de raz¨®n. No es que crean que Catalu?a es independiente: es que de hecho su Catalu?a es independiente. Entre la independencia formal que persiguen y la independencia efectiva que gozan, las distancias son min¨²sculas, simples flecos que a menudo se dejar¨ªan resolver con una humilde orden ministerial. Pero ensimismados en su particular universo, coci¨¦ndose en la salsa de su propio discurso, los secesionistas olvidaron que exist¨ªa un poderoso ¡°Estado espa?ol¡± y dieron en la ceguera de hacer las cuentas sin la hu¨¦speda.
Ahora bien: al primer topetazo con la realidad, con una justicia inevitable, los m¨¢s de ellos se han apresurado a renunciar al independentismo, a sus pompas y a sus obras unilaterales. No por cobard¨ªa, pienso, sino porque han comprobado qu¨¦ es lo que hay y c¨®mo es. ?Vale la pena enga?ar y poner en pie de guerra a una legi¨®n de ilusos y sacrificar la propia vida por el capricho de una soberan¨ªa formal, casi indistinguible de la que ya se detenta?
Recapac¨ªtelo, Marta. Declara usted la ¡°profunda tristeza¡± que siente al alejarse de tanta gente a la que quiere y dejar de ver ¡°los paisajes que la rodean desde la infancia¡±. Yo, Marta, le deseo de todo coraz¨®n que no tarde en volver a ¡°pasear por las ciudades donde ha vivido¡±, con Agn¨¨s, en una Catalu?a real y en paz consigo misma.
Francisco Rico es fil¨®logo e historiador de la literatura.
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