En el Parlamento
La pol¨ªtica se debe hacer en las instituciones, no en la calle
En los ¨²ltimos meses, diversos colectivos se han lanzado a la calle para hacer valer sus reivindicaciones. Como ocurriera en el pasado con las marchas a favor de la educaci¨®n o sanidad p¨²blicas, anteriormente con las movilizaciones en torno al 15-M, o m¨¢s recientemente con las manifestaciones convocadas por asociaciones feministas o colectivos de pensionistas, las demandas de estos grupos cubren un amplio espectro ideol¨®gico y apelan a valores e intereses que trascienden la estricta l¨®gica partidista.
Nada hay que objetar al ejercicio del derecho de reuni¨®n y manifestaci¨®n, amparado en el art¨ªculo 21 de la Constituci¨®n. Al contrario, la vida democr¨¢tica requiere, adem¨¢s de partidos y sindicatos, asociaciones y organizaciones capaces de articular y dar voz a los intereses de la ciudadan¨ªa.
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No se puede, sin embargo, ignorar el contexto de completo bloqueo legislativo en el que vive Espa?a en estos momentos. La debilidad del Gobierno, pareja a la de la oposici¨®n, ha convertido el Parlamento en un teatro en el que en lugar de hacerse pol¨ªtica, alcanzarse pactos y buscar compromisos que impulsen el pa¨ªs y atiendan las necesidades de los ciudadanos, se escenifica d¨ªa tras d¨ªa la incapacidad de unos y otros para ir m¨¢s all¨¢ de las batallas ret¨®ricas campales.
El resultado son decenas los proyectos legislativos y proposiciones de ley atascados. Por no hablar de las comisiones parlamentarias que en teor¨ªa deber¨ªan cimentar grandes acuerdos ¡ªconstitucionales, educativos o sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones¡ª que est¨¢n mostrando su m¨¢s absoluta inoperancia para desesperaci¨®n de la ciudadan¨ªa, que percibe la falta de liderazgo, ejemplaridad y un proyecto modernizador del pa¨ªs en nuestra clase pol¨ªtica.
Mientras el Parlamento languidece, o peor, imita a la calle, cae sobre la calle la tentaci¨®n de imitar al Parlamento y as¨ª usar las avenidas y plazas de nuestras ciudades para interpelar al Gobierno y al Parlamento para que act¨²e o legisle en favor de las demandas que all¨ª se expresan. Las fuerzas parlamentarias, conscientes del bloqueo y del desprestigio que sufren, tienen ante s¨ª la tentaci¨®n de alentar o recoger estas demandas para impulsarse pol¨ªticamente y legislar en caliente desde y con el aliento de la calle. As¨ª lo hemos constatado recientemente en los intentos de Podemos de apropiarse de las demandas de pensionistas o mujeres, y en los del Partido Popular y Ciudadanos de instrumentalizar las emociones de la ciudadan¨ªa en torno a a prisi¨®n permanente revisable.
Toca recordar que en democracia la medici¨®n del peso relativo de cada demanda solo puede derivarse de los apoyos obtenidos en las urnas por los leg¨ªtimos representantes de la ciudadan¨ªa y su correspondiente atenci¨®n o satisfacci¨®n solo puede articularse mediante el juego normal de mayor¨ªas y minor¨ªas en sede parlamentaria. Y que nada bueno nos espera si en lugar de desbloquear el pa¨ªs, los partidos pol¨ªticos se valen de la calle para recargar a¨²n m¨¢s las instituciones de demandas y convierten lo que queda de legislatura en un choque de fuerzas cruzadas entre calle y Parlamento en lugar de un espacio para el di¨¢logo y el pacto. La calle no puede ser el ¨¢rbitro de una pol¨ªtica bloqueada.
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