Medicina en camino
El fot¨®grafo Siegfried Modola acompa?a a un equipo de M¨¦dicos sin Fronteras a la aldea de Thaker, en Sud¨¢n del Sur, reciente escenario de enfrentamientos entre diferentes grupos armados
Pueblos enteros de la parte sur del ahora dividido y disputado Estado de Unidad (Sud¨¢n del Sur) han sido reducidos a cenizas. Aqu¨ª unos y otros han hecho atrocidades; no importa mucho a qui¨¦n apoyen o qu¨¦ defiendan. Y, una vez m¨¢s, son los civiles quienes m¨¢s est¨¢n sufriendo las consecuencias de la violencia.
El progresivo avance de la l¨ªnea de frente ha dejado a miles de personas inmersas en medio de los combates entre fuerzas gubernamentales y opositoras. La poblaci¨®n no tiene acceso a los servicios b¨¢sicos para sobrevivir y la comida y la asistencia sanitaria son casi inexistentes. Exceptuando la ayuda que logran hacer llegar las organizaciones humanitarias, que solo pueden hacer su trabajo cuando la situaci¨®n de seguridad lo permite, no hay nada m¨¢s.
Durante estos ¨²ltimos meses, la poblaci¨®n ha sido evacuada de sus hogares en varias ocasiones. Algunos han tenido que abandonar sus casas y son conscientes de que nunca podr¨¢n volver a ellas. Muchas de las 110.000 personas que residen hoy en d¨ªa en el centro de protecci¨®n de civiles de la ONU en Bentiu provienen de esta zona meridional que divide el antiguo Sud¨¢n.
En julio de 2016, tras unos meses de relativa calma, la poblaci¨®n tuvo que huir de nuevo de lugares como Leer y Thonyor. M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) se vio obligada entonces a evacuar a sus equipos internacionales. En septiembre, cuando una calma relativa volvi¨® a ambas localidades, MSF estableci¨® un programa b¨¢sico de salud m¨®vil para poder llegar a la poblaci¨®n que se encontraba aislada en las zonas m¨¢s afectadas y que llevaba casi dos meses sin recibir ning¨²n tipo de asistencia m¨¦dica. A trav¨¦s de una red local de trabajadores de salud, promotores sanitarios y consejeros de salud para las mujeres, la organizaci¨®n pudo continuar prestando asistencia sanitaria.
La escena que nos encontramos al bajar del avi¨®n es desoladora: a algunas decenas de metros hay varios tukuls (casetas de barro), pero no se ve a nadie dentro ni tampoco alrededor
Los trabajadores sanitarios locales est¨¢n capacitados para tratar los problemas de salud m¨¢s comunes (afecciones de la piel, infecciones de las v¨ªas respiratorias, enfermedades transmitidas por el agua y malaria). Se quedan siempre con la comunidad y, si esta tiene que huir, se trasladan con ella hasta los lugares donde se desplacen para continuar prest¨¢ndoles atenci¨®n m¨¦dica. MSF les proporciona suministros m¨¦dicos, hace una supervisi¨®n continua de su trabajo y organiza sesiones de formaci¨®n impartidas por sus equipos internacionales.
Inicio el viaje para acompa?ar a los equipos de MSF en el aeropuerto internacional de Juba, la capital de Sud¨¢n del Sur. Este aeropuerto se ha convertido en el eje de la actividad humanitaria y en el centro de operaciones de muchas organizaciones que tratan de llegar a la poblaci¨®n. El avi¨®n de MSF tiene solo ocho plazas y dos de ellas est¨¢n ocupadas por la doctora Philippa Pett y por Georg Geyer, encargado de la seguridad y jefe del equipo. Es un vuelo de casi dos horas hasta nuestro destino en Thaker, una aldea en el condado de Leer, en el norte de Sud¨¢n del Sur.
El avi¨®n est¨¢ repleto de suministros m¨¦dicos y de otros equipos necesarios para nuestra estancia sobre el terreno, que se prolongar¨¢ por ocho d¨ªas. Aterrizamos con bastante viento en un polvoriento claro junto al bosque. Y la escena que nos encontramos al bajar del avi¨®n es desoladora: a algunas decenas de metros hay varios tukuls (casetas de barro), pero no se ve a nadie dentro ni tampoco alrededor.
Thaker fue escenario de enfrentamientos entre diferentes grupos armados hace apenas dos semanas y mucha gente ha abandonado la aldea. Los pocos que quedan nos explican que la mayor¨ªa de los hombres j¨®venes se han ido junto al ganado en busca de un lugar m¨¢s seguro.
Nada m¨¢s llegar al pueblo, James, coordinador de los trabajadores de salud locales que hab¨ªa designado MSF, explica a la doctora Phillippa que hay una mujer embarazada con graves complicaciones. Est¨¢ dentro de una caba?a cercana esperando la llegada de la doctora. Nos despedimos de los pilotos del avi¨®n que ponen rumbo hacia otro lugar con el resto de trabajadores de MSF y nos acercamos a la casa de aquella mujer.
Cuando llegamos, el parto est¨¢ bastante avanzado. Lleva dos d¨ªas sufriendo fuertes contracciones. Nos cuenta que hab¨ªa dejado de sentir al beb¨¦ moverse hac¨ªa 24 horas. ¡°Necesita que la atiendan en nuestro hospital en Bentiu¡±, afirma la doctora Philippa. ¡°Su estado de salud es delicado y aqu¨ª no podemos hacer nada por ella¡±.
Tras recibir el visto bueno del equipo de MSF en Juba, Georg llama por radio al avi¨®n para que regrese de inmediato. Afortunadamente, la evacuaci¨®n es solo cuesti¨®n de minutos y en apenas unas horas la mujer es ingresada de urgencia en el hospital que MSF gestiona dentro de la base de la Misi¨®n de la ONU en Bentiu. A lo largo de la tarde recibimos la maravillosa noticia de que la madre evoluciona bien y que el beb¨¦, aunque ha nacido muy d¨¦bil, est¨¢ vivo. La noticia supone un inmenso alivio y una enorme alegr¨ªa para todos.
Unas pocas horas despu¨¦s de nuestra llegada a Thaker, el equipo establece una cl¨ªnica m¨®vil al aire libre. Delimita una zona para hacer fila y los pacientes reciben su tarjeta m¨¦dica. Los trabajadores de MSF pesan a los ni?os en otra ¨¢rea, les toman la temperatura y chequean si presentan signos de desnutrici¨®n. El resto de pacientes va pasando uno tras otro al ¨¢rea de consulta y una vez all¨ª esperan para realizarse an¨¢lisis de orina, pruebas de malaria o simplemente para ir al dispensario y recibir medicamentos.
Apenas son las doce del mediod¨ªa y ya hay varias docenas de personas bajo la sombra de las acacias esperando a ser atendidas. La mayor¨ªa son mujeres y ni?os, y tambi¨¦n hay algunos ancianos. Apenas hay j¨®venes. Thaker es un lugar inh¨®spito y caluroso. Me hab¨ªan advertido de que a medio d¨ªa se alcanzan habitualmente los 35 grados y que el clima es realmente seco. Y debe ser verdad, porque ya empiezo a sentir los efectos del calor y de la falta de aire: el viento aqu¨ª quema la piel y la sensaci¨®n de sed es constante. No es el lugar perfecto para empezar a ponerse enfermo, as¨ª que tengo que cuidarme. No paro de preguntarme c¨®mo todas estas madres y ni?os sobreviven en este ambiente tal hostil, la verdad.
No paro de preguntarme c¨®mo todas estas madres y ni?os sobreviven en este ambiente tal hostil, la verdad
Nyasunday*, de 25 a?os, que est¨¢ sentada junto a sus cuatro hijos, Nyapal (1 a?o), Nyakuoth (5 a?os), Nyabora (9 a?os) y Nyanhial (8 a?os), me explica su situaci¨®n mientras espera a que la doctora Philippa pueda atenderles. ¡°La guerra ha destruido nuestras casas y ahora estamos viviendo entre matorrales. Tenemos que escondernos constantemente por miedo a perder la vida. Mi marido est¨¢ en Juba y no puede volver, ya que la carretera no es segura. No est¨¢ aqu¨ª para ayudarme, as¨ª que me toca cuidar sola de mis hijos. Nos falta comida y estoy preocupada por el futuro. A menudo, comemos nen¨²fares para mantenernos con vida. Esto no es vida para mis hijos. Espero de verdad que la situaci¨®n mejore, pero mientras tanto seguiremos luchando¡±, me conf¨ªa con aire preocupado.
Veo a otra mujer acercarse a la cl¨ªnica ayudada por varios familiares, ya que no puede andar por s¨ª sola. Los familiares de Nyalolah*, de 16 a?os, me cuentan que ha sufrido varios colapsos y no tardo mucho en comprobar de qu¨¦ se trata exactamente. Nada m¨¢s llegar a la altura de la doctora, Nyalolah se desploma varias veces al suelo. Es como si de repente perdiera la sensibilidad en las extremidades y todo su cuerpo se tensara.
La doctora Philippa me explica que la causa de sus desmayos no est¨¢ clara y que el examen f¨ªsico que le ha hecho no ha reflejado nada fuera de lo normal. No tiene s¨ªntomas de epilepsia y las pruebas diagn¨®sticas de las que dispone el equipo de MSF son muy limitadas; sin embargo, todas las que le hacen acaban resultando negativas. En este contexto, es dif¨ªcil gestionar este tipo de casos. Podr¨ªa ser cualquier cosa, pero en una situaci¨®n as¨ª, lo ¨²nico que se puede hacer es estar alerta y seguir observ¨¢ndola durante algunos d¨ªas.
Al poco rato, otra mujer llega con una peque?a beb¨¦ que muestra graves s¨ªntomas de desnutrici¨®n. Tiene m¨¢s de un a?o, pero parece que apenas tuviera unos meses. La sensaci¨®n que te deja el ver a un beb¨¦ tan peque?ito en un estado de salud tan delicado es indescriptible y descorazonadora.
M¨¢s tarde llega una anciana acompa?ada por un pariente. Va caminando lentamente. Seg¨²n me cuenta su familiar, han caminado muchos kil¨®metros para que un m¨¦dico pueda verla
Una mujer se tumba en el suelo de la fila; est¨¢ demasiado d¨¦bil para sentarse o permanecer de pie. Los trabajadores de MSF, al tiempo que escribo estas l¨ªneas, est¨¢n estabilizando a otra mujer que se ha quedado inconsciente.
Un final abrupto para nuestro viaje: nos evacuan
Han pasado seis d¨ªas desde que dej¨¦ este texto aparcado y muchas cosas han cambiado desde entonces. Ayer por la tarde, varias personas nos advirtieron de que se estaban produciendo movimientos de grupos armados y que corr¨ªan rumores de que podr¨ªa producirse un ataque inminente. Ante estas informaciones, el coordinador del proyecto de MSF en Juba tom¨® la decisi¨®n de sacar al equipo internacional y minimizar el riesgo de que nos qued¨¢semos atrapados en el fuego cruzado.
En los tres primeros d¨ªas de trabajo el ritmo fue fren¨¦tico: el equipo de MSF trat¨® a m¨¢s de 200 pacientes por jornada. Y ayer mismo hab¨ªamos establecido una segunda cl¨ªnica en la localidad de Gier, a pocos kil¨®metros de Thaker. Sin embargo, hoy tenemos que volver a subirnos a ese mismo avi¨®n que hace menos de una semana nos trajo a Thaker.
A¨²n impresionado por todo lo que acaba de ocurrir, reviso en mi libreta la conversaci¨®n que tuve hace un par de d¨ªas con Georg, el coordinador del proyecto: ¡°La inseguridad nos afecta a todos. Tenemos que ser conscientes de que ahora todo est¨¢ en calma, pero la situaci¨®n podr¨ªa cambiar de un momento a otro, y tenemos que estar preparados para actuar acorde a los distintos escenarios que podr¨ªan producirse. Tenemos que valorar los posibles peligros y hacer un balance constante del contexto de seguridad. MSF no suele ser el blanco en los escenarios conflictivos, pero ya hemos sufrido distintos ataques en los ¨²ltimos a?os y la imprevisibilidad de la situaci¨®n significa que todo puede complicarse de un momento para otro¡±.
Y as¨ª ha sido.
Antes de dar por cerrado mi relato y de subirme al avi¨®n, me gustar¨ªa recuperar algunas de las palabras de los trabajadores sursudaneses de MSF; ellos son los que se quedan aqu¨ª cuando los cooperantes internacionales se tienen que marchar; ellos son quienes se encargan de dar un m¨ªnimo aliento a todas las personas que ahora dejamos atr¨¢s:
¡°El trabajo de los sanitarios es peligroso. Seguimos a la poblaci¨®n dondequiera que vaya, Una vez estuve ocho horas en unos pantanos para esconderme de los francotiradores junto a otras personas. Cinco de ellos fueron alcanzados por las balas y murieron ah¨ª mismo; justo al lado del lugar en el que estaba yo. Recuerdo la imagen de una mujer con un ni?o en brazos tratando de amamantarle. Ella no lograba aceptar que el ni?o hab¨ªa muerto. A pesar de las dificultades que entra?a, amo mi trabajo¡±, me dec¨ªa hace un par de d¨ªas James, el coordinador que nos recibi¨® el d¨ªa que llegamos. Lleva un a?o y medio trabajando en MSF y es una de las personas m¨¢s comprometidas que me he encontrado en mi vida.
Uno de los pa¨ªses menos desarrollados del mundo
Sud¨¢n del Sur, que en 2011 se separ¨® de Sud¨¢n despu¨¦s de d¨¦cadas de conflicto, ha estado sumido desde diciembre de 2013 en una cruenta guerra civil que ya se ha cobrado m¨¢s de 10.000 v¨ªctimas mortales. Adem¨¢s, dos millones de personas han tenido que abandonar sus casas para buscar refugio en otros pa¨ªses (m¨¢s de la mitad emprendieron la huida en 2017, convirtiendo a Sud¨¢n del Sur en el pa¨ªs del mundo que m¨¢s refugiados ha generado en el ¨²ltimo a?o y medio) y otros dos millones se han visto desplazadas a otros puntos del interior del pa¨ªs.
A pesar de poseer grandes yacimientos de petr¨®leo, tras tantos a?os de continuas guerras (ahora internas y antes con sus vecinos del norte), Sud¨¢n del Sur es uno de los pa¨ªses menos desarrollados del mundo.
Richard, de 34 a?os, es otro trabajador local de MSF. Lleva trabajando con la organizaci¨®n desde 2013, justo cuando se tuvo que suspender el proyecto debido a la inseguridad. ?l, como tantos otros trabajadores locales, se qued¨® entonces y sigui¨® trabajando con los suministros que MSF consegu¨ªa hacerle llegar cada semana. Hoy tambi¨¦n se queda cuidando de esta gente:
¡°Trabajamos en un ¨¢rea con poca seguridad. Aqu¨ª el principal problema es la falta de comida y de atenci¨®n sanitaria. Tenemos que estar concentrados y usar lo mejor que podamos los materiales b¨¢sicos que nos manda MSF semanalmente¡±, me dec¨ªa orgulloso. ¡°Es duro, pero hacemos lo que podemos para mantener vivas a todas estas personas¡±.
Ojal¨¢ los equipos de MSF puedan volver pronto. S¨¦ que Richard, George y muchos otros estar¨¢n haciendo todo lo que est¨¦ en sus manos por ayudar a esta gente, pero no es suficiente. La poblaci¨®n de Thaker necesita m¨¢s ayuda, y la necesita ya.
*Todos los nombres han sido cambiados por razones de seguridad.
Siegfried Modola es fot¨®grafo.
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