Rogativas contra la corrupci¨®n
El llamamiento de la Cumbre de las Am¨¦ricas servir¨¢ de poco sin medidas efectivas
Nueva avalancha de ret¨®rica del pasado, esta vez en Lima, sobre una lacra primigenia y aparentemente incurable mientras no se siembre decencia en hogares, colegios e instituciones. La Cumbre de las Am¨¦ricas denunci¨® la corrupci¨®n regional sin pasar del voluntarismo a la obligatoriedad de acciones concretas, a la coerci¨®n democr¨¢tica contra la impunidad, espoleta de casi todos los males. Las causas de la corrupci¨®n son complejas, pero la fundamental es la impunidad: la incapacidad de los Estados para castigar a los delincuentes en gobiernos y administraciones. El expediente Odebrecht es un manual de instrucciones de un fen¨®meno transversal en Latinoam¨¦rica. No solo roban los funcionarios.
Como el universo de las triangulaciones en para¨ªsos fiscales es complejo, la ciudadan¨ªa se subleva con los esc¨¢ndalos llamativos. Ayudado por una monja, un exministro argentino fue sorprendido escondiendo en un convento 160 bolsas repletas de efectivo, otro brasile?o camufl¨® 16 millones de d¨®lares en maletas, y un exsenador mexicano matricul¨® un Ferrari en tierra de nadie. Las rogativas de las cumbres de poco sirven si no se acompa?an de mecanismos que realmente combatan la depredaci¨®n de las arcas p¨²blicas. Los pronunciamientos acordados en Lima y, peri¨®dicamente, en otras reuniones de jefes de Gobierno y Estado, son un brindis al sol mientras las fiscal¨ªas y los organismos investigadores no conquisten su independencia, se disocien de los partidos y Ejecutivos de turno, y dispongan de los medios necesarios para cumplirnsu trabajo.
La transparencia, el conocimiento del n¨²mero de delitos investigados y sentenciados con condenas, y la masiva divulgaci¨®n de los proyectos de Estado contra los Ferraris y los dineros de sacrist¨ªa contribuir¨ªan al esfuerzo com¨²n contra una enfermedad cr¨®nica y antigua en Am¨¦rica Latina. No todo es negativo. Afortunadamente, la tolerancia disminuye, el juicio cr¨ªtico se agudiza, y la coalici¨®n de redes sociales, periodismo y jueces movilizados contra la corrupci¨®n obtiene resultados.
Esa toma de conciencia, sin embargo, no ha logrado revertir un fen¨®meno presente en el ADN latinoamericano. La sucesi¨®n de esc¨¢ndalos, desde hace decenios, as¨ª lo demuestra. El compromiso asumido en Lima por la VIII Cumbre de las Am¨¦ricas, titulado Gobernabilidad democr¨¢tica frente a la corrupci¨®n, derrocha la grandilocuencia de las anteriores cumbres cuando se trata de abordar problemas estructurales. El diagn¨®stico de la enfermedad es certero, pero la medicaci¨®n muy d¨¦bil. La declaraci¨®n final impulsa y promueve sin obligar, sin definir los resortes de la coerci¨®n. No puede hacerlo. De implementarse las recomendaciones aprobadas por aclamaci¨®n en Lima, los avances ser¨ªan sustantivos.
La utilizaci¨®n de sistemas electr¨®nicos para las compras gubernamentales, la contrataci¨®n de servicios y la obra p¨²blica garantizar¨ªa mayor transparencia; la bancarizaci¨®n de ingresos y gastos de los partidos en campa?a electoral permitir¨ªa su identificaci¨®n, y la autonom¨ªa judicial, independencia a la hora de dictar sentencia. En tierras de plomo o plata, la protecci¨®n de los denunciantes, testigos e informantes de actos de corrupci¨®n es tan urgente como imprescindible.
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