La mejor defensa es no parecerte a ellos
Escudarse en lo que hacen mal los otros para evadir responsabilidades, como ha hecho el PP en el 'caso Cifuentes', socava la confianza en las instituciones
El caso Cifuentes y la gesti¨®n de esta crisis permiten extraer algunas lecciones acerca de qu¨¦ est¨¢ pasando en el centro derecha espa?ol. Las encuestas, y las tendencias que se traslucen de ellas, confirman una realidad que no requiere de mucha hermen¨¦utica ni de grandes elaboraciones teor¨¦ticas. Para entender lo que le sucede al partido que ven¨ªa representando casi en exclusiva al centro derecha espa?ol no es necesario acudir a la renovada hegemon¨ªa gramsciana de Podemos en el discurso pol¨ªtico e intelectual. Ni tampoco al lakoffiano ¡°no pienses en un elefante¡±, del que hicieron gala los socialdem¨®cratas que cre¨ªan construir el nuevo r¨¦gimen para acabar reivindicando los h¨¢bitos del ancient regime y volver a la libertad de los antiguos, donde ¡°aun en las relaciones m¨¢s dom¨¦sticas, la autoridad interven¨ªa¡± (Benjamin Constant),
Marco Aurelio, el emperador fil¨®sofo, nos da una pista en sus Pensamientos para uno mismo que bien sirve para comprender los males que aquejan al centro derecha espa?ol y a nuestro sistema pol¨ªtico: ¡°la mejor defensa es no parecerte a ellos¡± (VI, 6). Pero para no parecerte a ellos, tienes que saber qui¨¦n eres. En definitiva, qu¨¦ te diferencia. La respuesta que desde el principio ofreci¨® el PP de Madrid al caso Cifuentes, con el aval o el silencio del PP nacional, representa una clara muestra de c¨®mo se ha pasado de la diferencia, constitutiva de la identidad, a una clara indiferencia, como revela el haber basado su defensa en el parecido con los otros, con el PSOE, Podemos y Ciudadanos. Pretender refugiarte en el mal hacer de los otros, tus adversarios pol¨ªticos, es una estrategia de recorrido corto, pero adem¨¢s causa un profundo da?o, no solo a la credibilidad del partido pol¨ªtico ¡ªya de por s¨ª mermada¡ª , sino a la confianza de los espa?oles en sus instituciones.
Si el m¨¦rito y la honradez fueron se?as de identidad del PP, es evidente que ha decidido enterrarlas
El Partido Popular, al aceptar esta ¡°estrategia¡± como respuesta al caso Cifuentes, reconoci¨® que es como los otros. Si el m¨¦rito y la honradez se contaron alguna vez entre sus se?as de identidad, es evidente que ha decidido enterrarlas y seguir la senda de sus contrarios, ya no solo en lo relativo a las pol¨ªticas p¨²blicas (basta ver c¨®mo se ha sumado a las pol¨ªticas identitarias, minoritarias pero muy ruidosas), sino en su propio ADN. Pero, adem¨¢s, la desafortunada gesti¨®n del caso ha puesto en entredicho la que era una de sus mayores ventajas competitivas en t¨¦rminos electorales: ser un ¡°partido de Gobierno¡±. Los populares se diferenciaban por una cierta seriedad, de la que incluso hicieron gala como eslogan electoral en las elecciones de junio de 2016 con el ¡°Espa?a en serio¡±, frente al temor que despertaba ¡ªen pasado¡ª Podemos, un PSOE a la b¨²squeda de sentido y los ¡°inexpertos lenguaraces¡± a los que recientemente se refer¨ªa el presidente del PP.
Hoy, el PP no puede hacer bandera de la seriedad, ni del m¨¦rito, ni de nada que pueda diferenciarle de los otros. Puede exponer los datos econ¨®micos, s¨ª; pero adem¨¢s de no resultar suficiente para los espa?oles, no dejan de ser un recordatorio del constante incumplimiento de sus compromisos electorales en materia impositiva. Por si esto fuera poco, ahora su empe?o reside en ser como los otros, en el mejor de los casos, con las negativas consecuencias que ello acarrea no solo para la formaci¨®n pol¨ªtica, sino tambi¨¦n para al sistema pol¨ªtico. No es de extra?ar que los principales sonrojados y avergonzados con la reacci¨®n ante el caso Cifuentes sean los pol¨ªticos populares que ¡ªbajo la ley del silencio¡ª a¨²n conciben la vocaci¨®n pol¨ªtica dentro de un proyecto ambicioso para su pa¨ªs y que, a su vez, estiman que la acci¨®n pol¨ªtica tiene un car¨¢cter moral y, por ello, que los pol¨ªticos deben ser ejemplares y ejemplarizantes. Porque la pol¨ªtica, su actividad, tiene efectivamente consecuencias e implicaciones morales sobre las que se asienta la comunidad y su convivencia. Escudarte en lo que hacen mal los otros para evadir responsabilidades y normalizar lo anormal, como se ha hecho a trav¨¦s de campa?as en las redes sociales o en sede parlamentaria, socava los pilares b¨¢sicos sobre los que se sostiene la confianza en las instituciones y en quienes tienen el deber de velar por su continuidad y correcto funcionamiento.
A un pol¨ªtico se le puede exigir que sea ejemplar porque representa el ideal del buen ciudadano
Por si no quedara claro: del mismo modo que un ciudadano no puede justificar que no paga impuestos porque su vecino tampoco lo hace, un responsable pol¨ªtico no puede eludir su responsabilidad, encontrar consuelo o mantenerse en el poder porque los dem¨¢s tambi¨¦n mientan. Entre otras cosas, porque un pol¨ªtico es tambi¨¦n un ciudadano, pero si a este no se lo puede exigir ¡ªque s¨ª desear¡ª que sea ejemplar, al primero s¨ª. Porque quien se ocupa de los asuntos de todos tiene que representar el ideal del buen ciudadano y en ning¨²n caso olvidar que ¡°el bien verdadero consiste en lo que es honesto y el mal verdadero est¨¢ en lo vergonzoso¡± (II, 1).
La reflexi¨®n de Marco Aurelio sobre el bien verdadero y el mal verdadero nos lleva tambi¨¦n a afirmar que lo vergonzoso del caso Cifuentes no es ya tanto su principio, el m¨¢ster, como su final. El final pol¨ªtico de Cifuentes con la publicaci¨®n de un v¨ªdeo comprometedor revela, en primer lugar, que el sistema de elecci¨®n de los candidatos a representar a los ciudadanos no se basa en criterios objetivos de adecuaci¨®n, conocimiento y, ni tan siquiera, de ciertas exigencias morales. A la vista est¨¢ que Cifuentes nunca debi¨® ser candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, y los dirigentes populares har¨ªan bien en explicar qu¨¦ sab¨ªan y qu¨¦ no, porque su responsabilidad no acaba con la dimisi¨®n de la expresidenta. En segundo lugar, abre sombr¨ªos interrogantes sobre el uso de dossieres para derribar a quien ostenta el poder o beneficiarse de su mantenimiento a trav¨¦s de la obtenci¨®n de favores, seg¨²n convenga. En tercer, y ¨²ltimo lugar, demuestra, una vez m¨¢s, que el ¡°magistral¡± manejo de los tiempos constituye una clara incomprensi¨®n de la actividad pol¨ªtica, que exige cuidar la base de nuestro modelo pol¨ªtico: la confianza.
Mal har¨ªamos en buscar moralistas en los pol¨ªticos, pero todos tenemos la obligaci¨®n c¨ªvica ¡ªy m¨¢s quienes tienen mayores responsabilidades¡ª de impedir que la pol¨ªtica y su actividad sean un fangal.
Jorge Mart¨ªn Fr¨ªas es editor de Red Floridablanca.
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