Las revoluciones del consumo: una historia de lo exclusivo
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Desde los albores de la democratizaci¨®n del lujo, all¨¢ por el siglo XVIII, la relaci¨®n del ser humano con el placer apenas ha cambiado: es una mezcla de ansia y frustraci¨®n. Pero ya no se trata solo de poseer las cosas m¨¢s preciadas: el acceso privilegiado es hoy el nuevo objeto del deseo.
Siempre han existido dos clases de lujo. Una reside en el exceso, el gasto, el esplendor de las fiestas, celebraciones, banquetes, bailes y fuegos artificiales.
La otra reside en la posesi¨®n de objetos exclusivos que hacen la vida m¨¢s agradable.
Por un lado, consumo para disfrutar del momento presente; por otro, acumulaci¨®n de objetos. En ambos casos se trata de epatar y de provocar la envidia del vecino: se trata de ostentaci¨®n. Por una parte, poder permitirse gastar sin contar; por otra, exhibir objetos de prestigio.
Las fiestas de las cortes imperiales o reales, las de los nuevos ricos romanos o los sultanes se corresponden con la primera clase de lujo, y siempre han suscitado a un tiempo admiraci¨®n y esc¨¢ndalo. La posesi¨®n de alfombras, sedas, joyas, piezas de orfebrer¨ªa y perfumes se corresponde con la segunda clase, y provoca admiraci¨®n y envidia.
Un factor clave en relaci¨®n al consumidor es el progreso del individualismo en unas sociedades masificadas y cada vez m¨¢s ricas
Es, claro est¨¢, el nivel de riqueza de una sociedad lo que determina el equilibrio entre ambas clases de lujo. A su vez, esa riqueza depende de numerosos factores: capacidad de producci¨®n, tanto en t¨¦rminos de savoir faire como de materiales (alfombras, orfebrer¨ªa, etc¨¦tera); capacidad de aprovisionamiento (colores, piedras y metales preciosos, especias, perfumes, productos ya transformados¡), modos de consumo autorizados por las costumbres y la religi¨®n (leyes suntuarias contra el lujo, competiciones de ostentaci¨®n, moda, ascetismo, hipocres¨ªa¡). Por ejemplo, en la Francia del siglo XVII, la fundaci¨®n de la f¨¢brica real de tapices y porcelana vino dictada por la necesidad de disponer de industrias nacionales del lujo en terrenos hasta entonces abandonados a pa¨ªses extranjeros, con la consiguiente salida de divisas.
Con estos rasgos generales como tel¨®n de fondo, el lujo ha conocido tres revoluciones que se corresponden con tres revoluciones masivas en el consumo.
La revoluci¨®n del confort
A fines del siglo XVIII y a lo largo del XIX, primero en Europa y despu¨¦s en Estados Unidos, el desarrollo econ¨®mico y, sobre todo, los progresos industriales y t¨¦cnicos impulsan el lujo de confort.
Se trata de una primera democratizaci¨®n del lujo que abarca los escenarios de vida, las artes decorativas, los equipamientos dom¨¦sticos, los medios de transporte. El cuarto de ba?o y todo lo relativo a la higiene corporal y la belleza; la iluminaci¨®n y la calefacci¨®n dom¨¦sticas, y seguidamente el aire acondicionado; los muebles, la decoraci¨®n interior (especialmente la difusi¨®n del papel pintado), los servicios de mesa y cocina y, muy pronto, el tren y el paquebote constituyen ese lujo de confort que va a alcanzar progresivamente todas las capas de la sociedad o casi. Durante mucho tiempo ser¨¢ un lujo tener agua corriente, una ba?era, iluminaci¨®n a gas o el¨¦ctrica; despu¨¦s, el ¡°confort moderno¡± ser¨¢ la norma en los equipamientos. Del mismo modo, durante mucho tiempo, el tren, el barco y luego el avi¨®n ser¨¢n lujos y m¨¢s tarde se democratizar¨¢n ¡ªy esta evoluci¨®n se prolonga hasta una ¨¦poca reciente con las compa?¨ªas a¨¦reas low cost, que ponen los viajes en avi¨®n al alcance de la mayor¨ªa¡ª. Entonces el lujo ya no es del todo un lujo, y a veces la experiencia se vuelve francamente desagradable, pero el desplazamiento y el turismo lo siguen siendo.
En la experiencia del lujo, la diferenciaci¨®n social es indispensable para que la ostentaci¨®n siga funcionando
Este deslizamiento del lujo hacia el confort ha sido explotado inteligentemente por cierto n¨²mero de industriales que lo han convertido en la base de su ¨¦xito: Louis Vuitton o Herm¨¨s construyeron su reputaci¨®n instal¨¢ndose a partir de la segunda mitad del siglo XIX en el sector del viaje, las traves¨ªas en barco, el deporte ¡ª?tenis, equitaci¨®n y luego automovilismo¡ª; en resumen: del ocio y el turismo, que iban a convertirse en industrias de masas. Esto no impidi¨® en absoluto que los sectores tradicionales de la industria del lujo, como la perfumer¨ªa, la joyer¨ªa, las artes de la mesa o la alta costura, siguieran funcionando bien, e incluso se desarrollasen, pero un nuevo mundo hab¨ªa nacido.
La revoluci¨®n del consumo
La segunda revoluci¨®n del lujo data del siglo XX.
Es la lujurizaci¨®n del consumo; es decir, la tendencia de los consumidores a buscar productos de consumo m¨¢s o menos corrientes, pero vendidos con la etiqueta del lujo.
![Los megayates son uno de los s¨ªmbolos de la ostentaci¨®n. En la imagen, el 77m Silver Fast.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/7XTFWX3QJNUSZFXULHKFUE7LR4.jpg?auth=021f669ba2dbf50f75eb98af5a3afe4f05d22d11e8340c321bc9679d8770bd19&width=414)
Por parte de las empresas, esta evoluci¨®n debe ?mucho a los progresos del marketing y las estrategias comerciales. Para ampliar su mercado, las grandes firmas empiezan a transformar sus productos de lujo en otros m¨¢s accesibles: esto vale para los perfumes, los productos de belleza, la moda, los art¨ªculos deportivos, los de marroquiner¨ªa, pero tambi¨¦n para los autom¨®viles, los tel¨¦fonos m¨®viles, los aparatos electr¨®nicos, sin olvidar otras formas de consumo como la hoteler¨ªa, la restauraci¨®n o el turismo.
Por parte de los consumidores, el factor decisivo es el progreso del individualismo en una sociedad masificada y cada vez m¨¢s rica. Incluso cuando se trata de productos corrientes como zapatos, prendas de diario, vestimenta deportiva o autom¨®viles, hay que diferenciarse llevando marcas o equipos que nos singularizan y que ¡°los otros¡± no tienen, o al menos no de la misma calidad. Es muy sintom¨¢tico que una cadena de tiendas de moda espa?ola se llame Desigual, una forma de confesar muy a las claras esa b¨²squeda de singularidad.
Los ricos y los superricos son los que hacen funcionar la industria del lujo. Pero los ¡®no ricos¡¯ tambi¨¦n quieren acceder a las marcas
Esta revoluci¨®n, que es la de la sociedad de consumo, fue diagnosticada en los a?os cincuenta por analistas como Vance Packard, en Estados Unidos, as¨ª como por los situacionistas y por soci¨®logos como Jean Baudrillard o escritores como Georges Perec, en Francia. M¨¢s recientemente se ha extendido a la mayor¨ªa de los pa¨ªses de crecimiento r¨¢pido que acceden a la riqueza, como por ejemplo China o India.
El problema de esta revoluci¨®n del consumo es que beneficia a la industria del lujo al tiempo que le crea importantes dificultades.
Le beneficia en t¨¦rminos de crecimiento de su mercado en el segmento de los productos vendidos por las perfumer¨ªas, las tiendas de aeropuerto, los centros comerciales. Al mismo tiempo, estos nuevos productos banalizados y democratizados ya no son factores de discriminaci¨®n ostentosa. Ahora tienen que competir por abajo con los productos de empresas de consumo corriente que ofrecen series de lujo o premium. Todos los fabricantes de zapatos deportivos ofrecen hoy series de gama alta. El mercado chino del lujo ha puesto de relieve esta contradicci¨®n: algunas marcas de gran lujo han tenido que reducir su oferta de productos derivados porque la clientela de nuevos ricos no quer¨ªa verse con los nuevos productos, o casi, que compraban los consumidores menos acomodados. Una soluci¨®n consiste bien en replegarse sobre los productos tradicionalmente costosos que han forjado la reputaci¨®n de la marca, incluso provocando cierta escasez (como es el caso de Herm¨¨s), bien en crear filiales que, bajo apelaciones emparentadas pero diferentes, se dedican a ofrecer ?diferentes grados de lujo. La forma en que ?Armani abarca un conjunto de marcas de calidad y precios diferentes es significativa.
La revoluci¨®n de la experiencia
La tercera revoluci¨®n la estamos viviendo desde hace una veintena de a?os.
Es la revoluci¨®n del acceso a las experiencias.
El lujo ya no consiste solo en objetos exclusivos, sino en experiencias exclusivas.
Esta revoluci¨®n recupera la dimensi¨®n de exceso, gasto y disfrute que acompa?a al lujo desde siempre, solo que se produce en condiciones t¨¦cnicas, geogr¨¢ficas y demogr¨¢ficas que no tienen comparaci¨®n posible con las del pasado.
Jeremy Rifkin diagnostic¨® en el a?o 2000 el advenimiento de la era del acceso: lo que se buscar¨ªa ya no ser¨ªan bienes, sino acceso a servicios. Este advenimiento concierne tambi¨¦n al lujo. Demogr¨¢fica y geogr¨¢ficamente, ata?e a masas de consumidores por todo el mundo como consecuencia de la globalizaci¨®n, de la creciente uniformizaci¨®n de los comportamientos y de las facilidades de comunicaci¨®n tanto virtuales (Internet) como reales (desplazamientos, viajes). Y reposa sobre todo en nuestra inmensa capacidad de producci¨®n y control de las experiencias. La organizaci¨®n de una gran fiesta principesca con m¨²sica, fuegos artificiales, iluminaci¨®n, movimientos de actores, bailarines y figurantes era dif¨ªcil o, en todo caso, complicada en la ¨¦poca predigital, preelectr¨®nica y pretelef¨®nica. Por no mencionar que resultaba pr¨¢cticamente imposible controlar sonidos, olores y humedad. El dise?o completo de situaciones, decorados, ambientes y atm¨®sferas manipulando sonidos, luces, olores y calidad del aire ?permite hoy no solo producir f¨¢cilmente experiencias complejas, sino inventar otras nuevas.
Todo empez¨® con el marketing experiencial a comienzos de los a?os noventa, partiendo de una reflexi¨®n sobre los parques de atracciones y ocio que, seg¨²n el modelo Disneyland, propon¨ªan ambientes y entornos in¨¦ditos adem¨¢s de fant¨¢sticos. El lujo sigui¨® tambi¨¦n esta v¨ªa: hoteler¨ªa de lujo al estilo Philippe Starck, nuevos conceptos gastron¨®micos al estilo Ferran Adri¨¤, concept stores al estilo de Colette o Prada, cruceros y paquetes de exploraci¨®n tur¨ªsticos, espacios y trato vip en bares, discotecas y hoteles¡ El lujo de objetos sigue teniendo ¨¦xito, sobre todo cuando integra a su vez una dimensi¨®n experiencial, como en las boutiques de lujo y el acto de compra teatralizado y personalizado, pero asistimos a una progresi¨®n inmensa de este consumo de experiencias que no dejan sino recuerdos. En estas experiencias, la diferenciaci¨®n social es m¨¢s indispensable que nunca para que la ostentaci¨®n contin¨²e funcionando: algunas experiencias ser¨¢n tan costosas y exclusivas que estar¨¢n reservadas a los hiperricos ¡ª?como el turismo espacial o el consumo de ciertos vinos y alimentos extraordinarios¡ª. Otras se ir¨¢n graduando en ofertas diferentes, como los cruceros con cabinas de precios variables seg¨²n sus dimensiones, emplazamiento y servicios. O el acceso a los espacios vip y a los servicios de conserjer¨ªa de los hoteles de lujo.
T¨¦cnicas y riquezas. Las dimensiones del lujo y sus funciones apenas han cambiado a lo largo de la historia y en las diferentes culturas; se trata siempre de gasto, confort, hedonismo y ?ostentaci¨®n. Sin embargo, la tecnolog¨ªa y el nivel de riqueza han modificado y siguen modificando su naturaleza.
La tecnolog¨ªa es cada vez m¨¢s poderosa y sofisticada. La revoluci¨®n digital introdujo a partir de 2005 cambios cuyos efectos a¨²n no somos capaces de medir. Por ejemplo, las empresas de lujo no han encontrado todav¨ªa una soluci¨®n satisfactoria para la venta por Internet.
En cuanto a las desigualdades de riqueza, probablemente no sean m¨¢s escandalosas que en el pasado ¡ªincluso es posible que lo sean menos¡ª, cuando ser pobre significaba morirse de hambre, pero son mucho m¨¢s visibles y, sobre todo, est¨¢n mucho m¨¢s extendidas en todos los pa¨ªses. Hay ricos y superricos, y son ellos los que hacen funcionar la industria del lujo. Pero, al mismo tiempo, los pobres o, en todo caso, los no ricos tambi¨¦n quieren tener acceso a las marcas.
No hay motivos para pensar que las cosas vayan a calmarse por s¨ª solas. La limitaci¨®n vendr¨¢ m¨¢s bien por el lado de los riesgos ecol¨®gicos. No en vano, algunas sustancias y materiales ya no est¨¢n disponibles (pieles de animales salvajes, escamas de tortuga¡). Algunas experiencias muy demandadas, como el turismo, ponen en peligro los equilibrios del planeta. Por supuesto, podemos so?ar que alg¨²n d¨ªa las experiencias de la abstinencia y el ascetismo lleguen a convertirse en un lujo, pero lo que es seguro es que la perspectiva de una poblaci¨®n de m¨¢s de 7.000 millones de consumidores es y ser¨¢ el desaf¨ªo principal.
M¨¢s madera: es la guerra
La industria del lujo vuelve a recuperar el lustre exhibiendo un m¨²sculo econ¨®mico como no se recordaba al menos en una d¨¦cada. Inmersa en una codiciosa espiral de crecimiento, sus estrategias para mantener la relevancia no solo comercial, sino tambi¨¦n cultural, en un mercado cada vez m¨¢s dominado por los millennials, no pueden ser, sin embargo, m¨¢s belicosas.
En la muy shakespeariana trama del negocio de la moda actual, los reyes del lujo claman al cielo: mi reino por 6.200 millones de euros. He ah¨ª la ¨²ltima frontera a conquistar, esa plusmarca establecida por Gucci en 2017 merced a unos ingresos que casi duplicaron los del a?o anterior (hasta un 44,6%). La cifra ha pulverizado incluso los 5.450 millones de Herm¨¨s, referencial estandarte del sector hasta la fecha, con un m¨ªsero 9% de incremento en las ventas durante el mismo periodo.
El fragor de las espadas afiladas empieza a o¨ªrse de fondo, aunque antes de dejarse atrapar por ¨¦l conviene ponerse en contexto. La industria del lujo, bien, gracias. Al menos en t¨¦rminos financieros. Cierto que los bandazos de las divisas asi¨¢ticas la han dejado tocada desde 2014 y que una sucesi¨®n de catastr¨®ficas desdichas (el terrorismo isl¨¢mico en Europa, el Brexit, la pol¨ªtica arancelaria china, Donald Trump) la pusieron en un brete en 2016, pero 2017 ya puede considerarse como el a?o que consumimos compulsivamente los productos ¡ªy servicios, de los que derivan buena puerta de los beneficios que las compa?¨ªas registran en sus haberes como "ingresos de explotaci¨®n"¡ª que ofrece un negocio valorado hoy d¨ªa en 915.000 millones de euros, seg¨²n datos de The Boston Consulting Group. La principal consultora de estrategias de negocio internacional lo pinta adem¨¢s tan optimista que, para 2024, cifra el mercado en m¨¢s de un bill¨®n de euros.
Aun en su desaceleraci¨®n, Herm¨¨s se jacta de que el incremento en su margen operativo ha batido r¨¦cords el a?o pasado, acerc¨¢ndose al 35%, y que este ser¨¢ todav¨ªa mejor gracias, de nuevo, a ese eje Asia-Pac¨ªfico siempre al quite. Hasta Prada, sin levantar cabeza hace ya casi un lustro, asegura haber salido al fin de la "zona gris", despegando con una subida del 12% este marzo. Nada comparado, en cualquier caso, con la fanfarria de Louis Vuitton Mo?t Hennessy: "LVMH ha logrado otro a?o de r¨¦cord. Los excelentes resultados se deben en parte al boyante panorama, pero sobre todo a la excepcional fuerza creativa de nuestras marcas y su constante habilidad para reinventarse", expone su presidente y consejero delegado, Bernard Arnault.
Sobre el papel, esos 42.600 millones de euros que han ido a las arcas de LVMH en 2017 le sacan sin duda varias cabezas a los 15.500 millones que se ha embolsado Kering. Pero el quid de la cuesti¨®n no est¨¢ en el montante, sino en el crecimiento: mientras el holding franc¨¦s l¨ªder en la arena del lujo ha experimentado un alza del 13% con respecto al a?o anterior, su rival directo se ha disparado hasta el 27,2%. Y encima, con una cartera de negocios menos abultada y menor presencia cosm¨¦tica. El grupo de Pinault tiene, eso s¨ª, otras dos ense?as que van como un tiro: Yves Saint Laurent, con Anthony Vaccarello al frente, se pone en un 25,7%, sobrepasando los 1.500 millones, y la muy medi¨¢tica Balenciaga de Demna Gvasalia registr¨® la mayor ratio de crecimiento de todas las firmas de la casa. Si el patio anda alterado es por culpa de todo esto.
Los m¨¢ximos dirigentes de la liga de las estrellas de la moda se han lanzado a una carrera de fichajes loca que tiene despistados incluso a los expertos en el asunto. El anuncio de la llegada de Riccardo Tisci a Burberry en marzo (cuando todo el mundo lo situaba en Versace tras dejar Givenchy) dispar¨® casi al instante el valor de las acciones de la centenaria etiqueta brit¨¢nica, en tanto que el desembarco de Slimane en C¨¦line, desvelado en enero, puso de los nervios a m¨¢s de dos. Los ¨²ltimos y mareantes movimientos, con Kim Jones de Louis Vuitton a Dior Homme, Kris Van Assche de Dior Homme a Berluti y el mesi¨¢nico Virgil Abloh a Louis Vuitton, todos activos de LVMH y todos en el terreno del pr¨ºt-¨¤-porter masculino, tampoco dejan lugar a dudas.
Hay un detalle que dice muy poco de la situaci¨®n: al final, se trata de los mismos perros con distintos collares, los recurrentes nombres de siempre que parecen asegurar las apuestas, pero que empobrecen creativamente el sector. Por no hablar del tap¨®n generacional que suponen.
De hecho, la desconexi¨®n de la industria del lujo con la realidad ha jugado tanto en su contra como cualquier terremoto econ¨®mico chino. No es la primera vez que sucede, pero cuando la calle va por delante de la moda es que alguien no est¨¢ hablando el mismo lenguaje en la conversaci¨®n. "Antes, los dise?adores le dec¨ªan a la gente qu¨¦ llevar. Ahora es la gente, sobre todo la m¨¢s joven, la que les dice lo que quieren", sostiene Virgil Abloh, experto negociador en el encuentro entre moda de lujo y urbana. Por algo su firma, Off-White, es favorita de millennials. Justo lo que le ha valido su fichaje como director creativo de la colecci¨®n masculina de Louis Vuitton, que el a?o pasado ya pon¨ªa su pica en el Flandes del streetwear ali¨¢ndose con la etiqueta de culto skater Supreme en una colecci¨®n c¨¢psula que rompi¨® el mercado de la reventa en Internet. Gucci es la primera ense?a del sector en entrar en el top 10 de las marcas preferidas por los adolescentes, seg¨²n la ¨²ltima encuesta del banco de inversiones estadounidense Piper Jaffray.
Puede que tal reposicionamiento en loor de multitudes mil¨¦nicas (pero tambi¨¦n de esa mediana edad que insiste en un comportamiento eternamente joven) no deje de ser un parche temporal. Aunque si en alg¨²n momento baja la fiebre del streetluxe, como se denomina la reuni¨®n de exclusividad y calle, siempre quedar¨¢n los recursos habituales para que siga sonando la caja registradora. La estrategia cada vez m¨¢s com¨²n de rechazar rebajas y descuentos de temporada, se antoja vital para esta espiral de crecimiento.
En ese sentido, el progresivo encarecimiento de los productos es otra jugada que se repite temporada tras temporada. Una pol¨ªtica propugnada por Hedi Slimane en sus d¨ªas de trueno en Saint Laurent: producci¨®n m¨ªnima a precios elevados, igual a ping¨¹es m¨¢rgenes de beneficios. El pasado febrero, el buque insignia econ¨®mico de LVMH volv¨ªa a incrementar los precios de su marroquiner¨ªa: apenas un 2%, suficiente para que la marca haya crecido en el primer trimestre de este a?o un 10%. En fin, cuando Louis Vuitton va a abrir tres nuevas factor¨ªas consagradas a la manufactura de bolsos de aqu¨ª a 2020, tras seis a?os de expansi¨®n cero, es que pintan vacas gordas otra vez.
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