Sobre papel

A lo largo de la historia fue suficiente una tablilla de barro, una corteza de ¨¢rbol, un papiro, un pergamino, un papel o una pizarra en el aula para alumbrar las ideas que desde el cerebro humano se deslizaban armoniosamente por el brazo impulsadas por los latidos del coraz¨®n. Al llegar a los dedos de la mano, las ideas envueltas en sangre se encontraban con un punz¨®n, con un l¨¢piz de carb¨®n, con una pluma de ave o con una tiza, que las convert¨ªa en signos, en n¨²meros, en palabras escritas, perdurables. La imprenta fue un gran avance mec¨¢nico, pero de este ingenio conoc¨ªamos sus entra?as y sab¨ªamos c¨®mo funcionaba. Hasta finales del siglo XX, toda la sabidur¨ªa de la humanidad hab¨ªa sido grabada con estos instrumentos rudimentarios, a trav¨¦s de los cuales se asom¨® al exterior el pensamiento de los fil¨®sofos, de los cient¨ªficos, de todos los creadores. Pero hoy, las ideas que bajan desde el cerebro a la mano, antes de aparecer en la pantalla, atraviesan una selva digital impenetrable, llena de elfos electr¨®nicos desconocidos, ante los cuales no hay sabio en este mundo que no sienta complejo de inferioridad. Esas criaturas cu¨¢nticas, invisibles, no siempre amigables, imponen una servidumbre de paso, hasta el punto que son ellas las que marcan el camino que debe seguir en adelante el cerebro humano. El ordenador ya es en s¨ª mismo una forma de pensar, de crear, de imaginar. Y tambi¨¦n de leer. Cuando con los ojos cerrados aspiramos las p¨¢ginas de un libro viejo su aroma nos lleva a la corteza de ¨¢rbol, al papiro, al pergamino, al punz¨®n, a la pluma, a la linotipia, a una sabidur¨ªa pegada a los sentidos; en cambio, las palabras electr¨®nicas son l¨ªquidas y emergen de una jungla virtual insondable. Anal¨®gico o digital, un libro ser¨¢ siempre un tesoro, pero no se sabe si la inteligencia rob¨®tica artificial un d¨ªa ser¨¢ tambi¨¦n humanismo.

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