Consejos para tiempos sombr¨ªos
Merece la pena acudir a nuestros antiguos maestros para que nos gu¨ªen en el laberinto de la cacofon¨ªa omnipotente, donde Internet se ha convertido en el campo de batalla de las belicosas formaciones populistas y totalitarias
Thomas Jefferson, uno de los padres de la democracia norteamericana, anot¨® en 1786: ¡°La opini¨®n p¨²blica es la base de nuestro sistema, y la tarea m¨¢s importante es mantener este derecho. Si tuviera que decidir si debemos tener un gobierno sin prensa o prensa sin gobierno, no dudar¨ªa en preferir lo segundo¡±.
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Ojal¨¢ que estas palabras ¡ªun s¨®lido acto de fe en el sentido de la existencia de la prensa independiente, as¨ª como en la necesidad de periodistas valientes y honrados¡ª sean nuestra gu¨ªa.
Merece la pena acudir a nuestros antiguos maestros en busca de ayuda y consejo, pues son m¨¢s sabios que nosotros. Son ellos quienes pueden guiarnos por el laberinto de estos tiempos sombr¨ªos.
Por eso deber¨ªamos recordar el caso Dreyfus, cuando un peri¨®dico independiente franc¨¦s, gracias a la pluma del gran escritor ?mile Zola, salv¨® a un hombre inocente, as¨ª como el honor de todo Francia frente a una acusaci¨®n falsa, formu?ada por el statu quo de depravados ac¨®litos del chovinismo, el militarismo, el antisemitismo... el estatus de una ¨¦lite enfundada en uniformes militares y elegantes trajes de la clase dirigente: la ¨¦lite francesa.
Recuperamos hoy la memoria de Jefferson y Zola, reafirmados por la importancia de la prensa independiente en los esc¨¢ndalos de los Papeles del Pent¨¢gono y el Watergate. Incidimos en ello, pues tenemos la sensaci¨®n de que los valores entonces amenazados y defendidos, vuelven a ser objeto de una agresi¨®n por parte de los sectores populistas, chovinistas e intolerantes de la ultraderecha, cuya fuerza no hace sino aumentar. Vuelven as¨ª los demonios de las ideolog¨ªas totalitarias, con su desprecio al pluralismo, al Estado de derecho, a la igualdad de los ciudadanos, el di¨¢logo y el compromiso. Vuelve el desprecio al Otro, a la persona de otra religi¨®n, nacionalidad o color de la piel. En nuestro mundo vemos cada vez m¨¢s xenofobia y homofobia, mientras que en otros lares crece el fundamentalismo isl¨¢mico, el cual suele empu?ar el arma criminal del terrorismo.
La prensa independiente, cercenada en Turqu¨ªa y Rusia, y liquidada en Budapest, adem¨¢s de en otros pa¨ªses de Europa central, resulta ser el ¨²ltimo baluarte en defensa de la constituci¨®n y del orden democr¨¢tico.
John Stuart Mill explic¨® que el inter¨¦s de la verdad exige la diversidad de opiniones
El populismo de la ultraderecha ¡ªcomo sucede tambi¨¦n con la izquierda radical¡ª manifiesta su desprecio por el sistema de valores cristiano y por la raz¨®n ilustrada; suplantar los argumentos con invenciones no es sino eliminar el respeto a la verdad, aparte de igualar esta con la mentira. Y es que la verdad y la mentira no son dos puntos de vista diferentes. Al igual que el negro y el blanco no son dos tipos de blanco. La mentira y las fake news no son m¨¢s que veneno al servicio de la estupidez m¨¢s intransigente, que considera a la libertad como su mortal enemigo.
John Milton pregunt¨® en Areopag¨ªtica (1644): ¡°Y aunque todos los vientos de la doctrina huvieran de desatarse para azotar la tierra (...) ?acaso se ha visto alguna vez que la Verdad sea derrotada en una confrontaci¨®n franca y leal?¡±. John Stuart Mill a?adi¨® que ello significa la necesidad de ¡°una b¨²squeda de la verdad concienzuda y consciente¡±. Y precis¨®: ¡°Debido a la condici¨®n imperfecta de la mente humana, el inter¨¦s en la verdad exige la diversidad de opiniones¡±.
Es precisamente esta diversidad la que ataca el populismo de la ultraderecha ¡ªo de la izquierda radical¡ª cuando se erige en el due?o y se?or de la Verdad ¨²nica y definitiva. De esta forma, consciente o inconscientemente reproduce las ideas totalitarias de los a?os 30, tristemente famosas, cuando los nazis y los bolcheviques proclamaron la muerte de la democracia liberal. Aquello fue entonces ¡ªal igual que hoy¡ª un campo abonado para la dictadura de la mentira en la vida p¨²blica.
El gran escritor franc¨¦s Michel de Montaigne era de la opini¨®n de que la mentira es ¡°la mayor ofensa que se nos puede infligir con la palabra¡± y a?adi¨®: ¡°?el vicio de mentir es algo que repugna! Hubo un autor cl¨¢sico que lo describi¨® de forma sumamente ofensiva, diciendo que ello implica ¡°dar testimonio de que se tiene a Dios por menos que nada, al tiempo que se teme a los dem¨¢s¡±. ¡°Resulta incre¨ªble alabar una y otra vez la repugnancia de semejante vileza:?qu¨¦ cabr¨ªa imaginar m¨¢s repulsivo que ser cobarde con los dem¨¢s, y osado con Dios? Al realizarse nuestro entendimiento ¨²nicamente por la palabra, aquel que la falsea traiciona la relaci¨®n p¨²blica. Es la ¨²nica herramienta que a¨²na voluntades e ideas, pues viene a ser el traductor de nuestra alma. Si llega a faltarnos [la verdad] dejamos de sostenernos, dejamos de reconocernos mutuamente. Si nos enga?a, rompe nuestro trato disolviendo todos los lazos de nuestra sociedad¡±.
El estancamiento puede paralizar al mundo democr¨¢tico, lo que favorecer¨¢ a las fuerzas autoritarias
Estas palabras del sabio franc¨¦s tienen hoy un gran peso, cuando la mentira prolifera en Internet, y la cacofon¨ªa omnipresente ha liquidado el antiguo fantasma de la censura. Internet ¡ªese gran descubrimiento de nuestros tiempos¡ª ampl¨ªa el espectro de libertad, pero este mismo Internet abre de par en par las puertas a la mentira, el odio y la manipulaci¨®n. Cuando la raz¨®n se anestesia y se despiertan los fantasmas, el debate pol¨ªtico suele convertirse en puro espect¨¢culo.
Internet es el nuevo campo de batalla de las belicosas formaciones populistas y totalitarias, enemigas del sistema democr¨¢tico constitucional. La libertad de prensa es condici¨®n indispensable para la existencia de una democracia constitucional. Si los medios de comunicaci¨®n mueren, la democracia constitucional se queda indefensa. Cuando se infringe la constituci¨®n, se est¨¢ condenando a la prensa libre a la pena de muerte.
Cabe resaltar, sin embargo, que los enemigos a la libertad no son hoy el fil¨®sofo del derecho alem¨¢n Schmitt ni tampoco Vlad¨ªmir Lenin, sino sus caricaturas, los demagogos Marine Le Pen, Trump, Orb¨¢n o Kaczy¨½ski, y sobre todo Vlad¨ªmir Putin. Su misi¨®n es la destrucci¨®n del imperio de la democracia, sembrar la confusi¨®n y el caos. Tras la organizaci¨®n de los troles internautas a cargo de Putin se oculta siempre el mismo denominador com¨²n: apoyar al populismo y las tendencias antidemocr¨¢ticas m¨¢s radicales de la Uni¨®n Europea y EE. UU. Un camino que destruye la confianza en las instituciones del Estado democr¨¢tico de Derecho, vistas como un hatajo de corruptos. De esta forma, se destruye a los referentes, tildadas ¨¦lites mentirosas, granujas y ladrones, adem¨¢s de agentes extranjeros. En Rusia se ha presentado bajo esta luz a los galardonados con el Premio Nobel Pasternak y Solzhenitsyn, S¨¢jarov y Brodsky. En Polonia, por su parte, a Mi?osz y a Szymborska, a Andrzej Wajda y Bronis?aw Geremek. A estas autoridades de la vida p¨²blica se les ha embarrado y tratado exactamente igual que anta?o a los ¡°ap¨¢tridas cosmopolitas¡± o representantes del ¡°arte degenerado¡±. Los motivos para indignarse y mantenerse alerta son evidentes. Las formaciones chovinistas y xen¨®fobas acrecientan su empuje. El estancamiento puede paralizar al mundo democr¨¢tico, lo que favorecer¨¢ a las fuerzas autoritarias, si no sabemos defender nuestro mundo frente a sus agresores, disfrazados con la m¨¢scara del nacionalismo y del fanatismo religioso. Por eso merece la pena recordarnos a nosotros, los periodistas, aquellas palabras pronunciadas en las postrimer¨ªas de la Segunda Guerra mundial por el extraordinario escritor y periodista polaco Ksawery Pruszy¨½ski. Pruszy¨½ski escribi¨®:
¡°Siempre debemos hacer lo que hay que hacer, independientemente de que nuestra acci¨®n pueda tener efectos seguros o aunque solo podamos tener probabilidades de conseguir efectos e, incluso, aunque tengamos el temor de que no los conseguiremos, por mucho que alguien nos garantice que s¨ª. La tarea del comentarista no es, pues, tocar un interminable sztajerek [una polca briosa] para satisfacer el gusto del p¨²blico. La tarea del comentarista es explicar lo que ha entendido con su mente, independientemente de que el razonamiento en cuesti¨®n guste o no guste al poder, a la Iglesia, a las masas, a la sociedad, al pueblo, a la opini¨®n p¨²blica. Siempre defender la convicci¨®n de que los consejos que da o las advertencias que hace son justos, aunque no gusten. La tarea del comentarista es tambi¨¦n defender sus opiniones hasta el fin, a pesar de otros e, incluso, en contra de otros. Como dicen los anglosajones, again and again. Y el escritor tiene que defenderse solamente en el b¨²nker de su propia conciencia ante los reproches de que no gusta, que no cumple las esperanzas depositadas en ¨¦l o, lo que es a¨²n peor, que se est¨¢ quemando, que est¨¢ acabado. Tiene que saber decir lo que debe cumplir, tiene que repetirlo hasta el fin, aunque todo sea cada vez peor, y, en particular, cuando todo es peor, o cuando nadie le haga caso; especialmente cuando no le hacen caso¡±. Ksawery Pruszy¨½ski se mantuvo adem¨¢s fiel a esta declaraci¨®n de principios.
Un gran maestro de nuestra profesi¨®n, un hombre de un inconformismo total y absoluto y de una honradez sin par fue Georges Orwell
En 1944 escribi¨® Orwell a sus colegas periodistas: ¡°No vayan a creerse que durante a?os y a?os pueden estar haciendo de serviles propagandistas del r¨¦gimen sovi¨¦tico o de otro cualquiera y despu¨¦s pueden volver repentinamente a la honestidad intelectual. Basta con que una vez te prostituyas, para que te conviertes en una puta¡±.
Estas recetas son de incalculable valor para nosotros, redactores y periodistas, en nuestros tiempos nada f¨¢ciles y te?idos de negro.
Adam Michnik es el director de Gazeta Wyborcza.
(Traducci¨®n: Amelia Serraller)
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