La paz en la pen¨ªnsula coreana ha de ser justa
Pyongyang debe renunciar al chantaje nuclear y poner fin a la pavorosa situaci¨®n que padece buena parte del pueblo norcoreano
La conculcaci¨®n masiva de los derechos humanos supone una amenaza a la paz y la seguridad internacionales, tal como han sentenciado diversos ¨®rganos de Naciones Unidas. Sin embargo, la paz no estriba solo en la ausencia de guerra. La paz ha de ser justa. Una paz de esa naturaleza en la pen¨ªnsula coreana exigir¨ªa no s¨®lo la liquidaci¨®n del chantaje nuclear que realiza Pyongyang sino tambi¨¦n el fin de la pavorosa situaci¨®n que padece buena parte del pueblo norcoreano, v¨ªctima de pr¨¢cticas atroces, calificadas por la ONU, la UE y otros actores internacionales de cr¨ªmenes de lesa humanidad. Se trata de un gobierno que firm¨® el Tratado de No Proliferaci¨®n de Armas Nucleares para obtener beneficios econ¨®micos y comerciales y del que se retir¨® cuando le vino en gana. Un r¨¦gimen tir¨¢nico de car¨¢cter din¨¢stico, miembro de Naciones Unidas -a quienes toma el pelo con la complicidad, hasta ahora, de Rusia y China- y que incumple las obligaciones jur¨ªdicas vinculantes que asumi¨® voluntariamente como Estado parte en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Pol¨ªticos.
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Kim Jong-un, el d¨¦spota actual al mando, ha sorprendido con un viraje estrat¨¦gico. De denostar a Corea del Sur y amenazar con el perfeccionamiento de un misil dotado de una peque?a cabeza nuclear capaz de alcanzar la costa oeste estadounidense, ha pasado a proponer reunirse con el presidente surcoreano Moon Jae-in y el norteamericano Trump en busca de la distensi¨®n. ?Se trata de un cambio sincero o de una maniobra para ganar tiempo? ?Es consecuencia de las recientes sanciones -las m¨¢s fuertes hasta la fecha- impuestas por la ONU, UE y EEUU, a las que Pek¨ªn se ha unido por primera vez con relativa contundencia?
Existen razones para el escepticismo. La dinast¨ªa Kim ha negociado con Washington desde 1994 con el prop¨®sito de obtener ventajas econ¨®micas a cambio de una supuesta renuncia al desarrollo nuclear con fines militares. En octubre de ese a?o el presidente Clinton firm¨® un acuerdo ejecutivo (no un tratado, para evitar su consideraci¨®n por el Congreso, bajo control republicano) con el d¨¦spota de entonces, Kim Jong-il, padre del actual. Acuerdo incumplido. Bush prefiri¨® la v¨ªa multilateral y propici¨® en 2003 las denominadas ¡°Conversaciones a seis¡±, con la participaci¨®n de China, Rusia, Jap¨®n y Corea del Sur. En 2005 Pyongyang anunci¨® que dispon¨ªa de armas nucleares y abandon¨® las conversaciones. Obama, escaldado por el fracaso de sus predecesores, estableci¨® la doctrina denominada ¡°Paciencia estrat¨¦gica¡±, acompa?ada de sanciones. Cuando Obama dej¨® el puesto, la paciencia continuaba pero Corea del Norte hab¨ªa realizado ya cuatro pruebas nucleares.
Otros Estados poseen el arma nuclear, pero ninguno de ellos, al menos por el momento, la esgrime de modo tan agresivo
Pesa sobre Corea del Norte una doble carga moral y pol¨ªtica. Juicio condenatorio a cargo de la ONU, con condena firme aunque no ejecutable, por ahora, a causa del veto de dos de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, China y Rusia. Los cargos, probados y verificados, son de naturaleza dual. Por un lado, desprecio absoluto por los derechos pol¨ªticos, civiles, sociales y econ¨®micos de su propia poblaci¨®n, lo que convierte a sus dirigentes en reos, en funci¨®n del mandato onusiano de la Responsabilidad de Proteger, que persigue de oficio el genocidio, depuraci¨®n ¨¦tnica, cr¨ªmenes de guerra y de lesa humanidad. Y por otro, la puesta en peligro de la seguridad en Asia que implica el paquete nuclear militar de que hace gala agresivamente.
Cierto que algunos otros Estados poseen el arma nuclear, pero ninguno de ellos, al menos por el momento, la esgrime de modo agresivo. La exclusiva nuclear, provocativa y temeraria, corresponde a Pyongyang. Asimismo, numerosos Estados conculcan los derechos humanos, pero ninguno con la intensidad, generalidad y car¨¢cter sistem¨¢tico de Pyongyang. Michael Kirby -el prestigioso jurista australiano que en 2014 encabez¨® la comisi¨®n ONU que realiz¨® un meticuloso estudio sobre el tema- ha declarado recientemente que ¡°la gravedad, escala y naturaleza de las violaciones de derechos humanos en Corea del Norte revelan un Estado sin paralelo en el mundo contempor¨¢neo¡±. Y lord Alton -presidente en la C¨¢mara de los Lores brit¨¢nica del Grupo sobre el pa¨ªs asi¨¢tico- afirma que ¡°Corea del Norte viola los treinta art¨ªculos, todos, de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos¡±.
Adem¨¢s, la falta de respeto por los derechos humanos del propio pueblo a quien se gobierna es indicativa de la naturaleza del r¨¦gimen. Un r¨¦gimen que se comporta as¨ª internamente despreciar¨¢ el sistema de normas y pautas de comportamiento que constituyen la base de la comunidad internacional. La relaci¨®n entre los cr¨ªmenes atroces y la seguridad y paz internacionales es directa. De ah¨ª que el intento de conseguir (v¨ªa cumbre Trump/Kim) una paz, estabilidad y seguridad duraderas exige no solo que Pyongyang renuncie al chantaje nuclear sino que tambi¨¦n la pavorosa situaci¨®n humanitaria en el denominado ¡°reino ermita?o¡± sea abordada, aunque, de momento y dada la concentraci¨®n de la atenci¨®n en el tema nuclear a causa de su inmediata peligrosidad, haya de hacerse -como prescribe la pr¨¢ctica diplom¨¢tica- ¡°en los m¨¢rgenes¡± de la reuni¨®n, pero advirtiendo al s¨¢trapa Kim que es un tema a tratar en breve plazo.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es Embajador de Espa?a.
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