La cultura de la violaci¨®n
La cultura de la violaci¨®n est¨¢ instalada en todos los ¨¢mbitos, incluido el sistema judicial y legal que es el reflejo de nuestra sociedad rota
La cultura de la violaci¨®n de la pornograf¨ªa machista y de la prostituci¨®n, n¨²cleo duro del machismo, nos dice que las mujeres estamos disponibles sexualmente para los hombres, es m¨¢s, que esa es nuestra obligaci¨®n. Y que ellos pueden usarnos y convertirnos en objetos sexuales, cuando quieran. Nos dice adem¨¢s que en el fondo nos encanta ser usadas, nos gusta el asedio sexual, que de una forma o de otra podemos sacar beneficios de eso. Ya sea un disfrute sexual inesperado, regalo grupal de unos desconocidos, o de un conocido, ya sea dinero ¡°f¨¢cil¡±. Nos dice tambi¨¦n que si sufrimos alg¨²n da?o, la culpa es nuestra, por habernos puesto en esa situaci¨®n o por no habernos resistido. Salvo si el resultado es que nos matan, entonces s¨ª que recibimos casi de manera unitaria comprensi¨®n y apoyo p¨®stumo. Y digo casi de manera unitaria porque todav¨ªa quedan personas que cargan la culpa sobre la v¨ªctima muerta.
Esta cultura de la violaci¨®n, del porno y de la prostituci¨®n ha sido fervientemente difundida por las publicaciones y pel¨ªculas porno, pero tambi¨¦n por las publicaciones ordinarias y por la publicidad (recordemos las im¨¢genes sublimando una violaci¨®n en grupo), y actualmente adem¨¢s, y de manera masiva, a trav¨¦s de internet. Y por supuesto mediante la normalizaci¨®n de los ¡°eventos de ocio¡± que consisten en compras del cuerpo de las mujeres para que act¨²en como robots al servicio del putero. La cultura de la violaci¨®n est¨¢ instalada en todos los ¨¢mbitos, incluido el sistema judicial y legal que es el reflejo de nuestra sociedad rota.
La idea de que una mujer basta con que no est¨¦ suplicando de manera indiscutible (las s¨²plicas pueden ser interpretadas como un juego er¨®tico) por su vida para que se considere que est¨¢ disfrutando mientras la penetran brutalmente, recuerda mucho a los guiones de pel¨ªculas porno y a lo que relatan mujeres en situaci¨®n de prostituci¨®n, donde no es raro que los amigos acudan juntos a tener una juerga sexual, en la que los ¨²nicos que est¨¢n de juerga son ellos.
Muchas personas que defendemos los derechos humanos estamos hartas de que se considere normal que mujeres en situaciones vulnerables, simplemente por ser ni?as, o por estar bebidas, o en zonas de conflictos armados, o por andar solas por la calle, en vez de recibir apoyo y cuidado, o como m¨ªnimo respeto, por parte de todos los hombres, haya alguno que aproveche esa situaci¨®n para tocar sexualmente, incluso violar. Es una atrocidad que ante una chica bebida haya hombres que se acerquen para violarla en vez de para preguntar si necesita ayuda. Es una atrocidad que se produzcan violaciones de mujeres en situaciones de guerra incluso por hombres de la ONU. Es una atrocidad que el futuro que se presente a las mujeres que huyen de guerras o desastres naturales, sea la explotaci¨®n sexual. ?Es eso lo que puede ofrecer nuestra sociedad a las mujeres en situaciones de crisis?
No creo que esta cruda realidad sea, respecto de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual, la misma que hace diez a?os. En mi opini¨®n hay un empeoramiento muy significativo, en buena parte debido a que la cultura de la violaci¨®n, del porno y la prostituci¨®n, ha llegado a niveles muy crueles y, adem¨¢s, se extiende como la p¨®lvora a trav¨¦s de internet. Ni?os est¨¢n viendo porno cruel en internet, donde las mujeres son penetradas en grupo como si fueran objetos con m¨²ltiples agujeros, y lo ¨²nico que importa es la fuerza y prepotencia masculina. Se difunden adem¨¢s videos de violaciones o que simulan violaciones, obvi¨¢ndose el sufrimiento de la mujer.
La cultura de la violaci¨®n, del porno y de la prostituci¨®n deshumaniza a las mujeres. Se nos despoja de nuestros deseos, de nuestros sentimientos, de nuestros derechos.
Necesitamos un sistema judicial y legislativo que no perpet¨²e esa deshumanizaci¨®n, sino que acabe con ella. Es urgente concretar conceptos indeterminados por los que se cuelan prejuicios machistas o se nos escapa la situaci¨®n de las mujeres. El cambio judicial y legal es posible si trabajamos en com¨²n desde todos los sectores implicados sin ira, con humildad, sentido de corresponsabilidad y vocaci¨®n de servicio. Es el momento de aprender de la experiencia y sumar conocimiento porque necesitamos un cambio total del sistema para garantizar la igualdad entre hombre y mujeres, y restituir la confianza en las instituciones. Ahora m¨¢s que nunca, debemos recordar que sin igualdad no hay justicia, y sin ella no hay paz social.
Amparo D¨ªaz Ramos es abogada especialista en violencia de g¨¦nero.
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