Verdad y justicia
Soy un hombre de tama?o medio y ya de cierta edad. La otra noche, volviendo a mi casa, cinco individuos j¨®venes y fuertes me obligaron a entrar en un portal y, sin blandir navajas ni otras armas, me conminaron a entregarles todos los objetos de valor que portase. Asustado por la intimidaci¨®n, les di el reloj, el m¨®vil y el dinero que llevaba en la cartera. Ahora dudo en si denunciar o no el hecho, porque quiz¨¢ no me resist¨ª lo suficiente, no grit¨¦, no los amenac¨¦, no opuse resistencia f¨ªsica ni verbal, no arriesgu¨¦ mi vida para salvar mis pertenencias. Quiz¨¢, pueda pensar alguien, colabor¨¦ en el robo y hasta disfrut¨¦ con ¨¦l. ?Les suena?¡ª Juan Antonio Bueno ?lvarez. Madrid.
Ahora, con menos ruido en las calles y tras leer con calma la sentencia ¡ª371 folios¡ª sobre esa sucia manada, no me cabe duda de la dificultad de un caso en el que abundan las zonas grises. De hecho, la prueba principal ¡ªunos v¨ªdeos repulsivos¡ª sirve a la acusaci¨®n y a la defensa, respectivamente, como prueba de cargo y de descargo. Por eso me atrevo a destacar, como ciudadano de a pie, el concienzudo empe?o del tribunal ¡ªtambi¨¦n del magistrado discrepante¡ª en que prevalezca la justicia. Sin embargo, el rechazo social a una condena ¡ªnada balad¨ª¡ª de nueve a?os de prisi¨®n por abusos sexuales viene a confirmar que, tras un juicio popular sumar¨ªsimo, los reos ya fueron condenados por violaci¨®n mientras las televisiones cebaban sin descanso el morbo de la audiencia. Esta movilizaci¨®n sin precedentes ha logrado, y es lo m¨¢s grave, que los dirigentes pol¨ªticos se suban a la ola populista. En tal escenario, solo cabe desear que el tribunal que finalmente deba resolver lo haga sin que el mar de fondo le aparte de la verdad, por cruda y s¨®rdida que sea. Solo as¨ª podr¨¢, en ¨²ltima instancia, hacer justicia.¡ª Manuel Sierra. Pamplona.
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