El juego macabro de ¡°se?alar¡± al discrepante
En Espa?a hay demasiada gente dispuesta a promover el linchamiento p¨²blico
Las movilizaciones sociales contra decisiones judiciales miden no solo los posibles fallos de la justicia, sino tambi¨¦n el sano nivel de libertad de expresi¨®n de un pa¨ªs. Ha ocurrido con la sentencia de La Manada como pasa en otros lugares con veredictos pol¨¦micos. En Francia, por ejemplo, los jueces condenaron a diez a?os a una mujer que mat¨® al marido que la hab¨ªa maltratado durante dos d¨¦cadas. Miles de ciudadanos pidieron su liberaci¨®n. El entonces jefe del Estado, Fran?ois Hollande, termin¨® indultando parcialmente a la acusada. Un nuevo caso, de una mujer que mat¨® al marido que la pegaba, la violaba y la prostitu¨ªa, se est¨¢ analizando bajo el prisma de aquella condena tan rechazada.
La sentencia de La Manada demuestra que la sociedad espa?ola es hoy mucho m¨¢s sensible a las agresiones sexuales y que la justicia deber¨¢ tomar nota, aun en el caso de que las leyes sigan siendo las mismas. Lo que el caso ha destapado tambi¨¦n, sin embargo, es un juego mucho menos edificante: el af¨¢n de se?alar culpables. ?No empiezan as¨ª los linchamientos? Ha ocurrido con uno de los jueces del tribunal de la Audiencia de Navarra, Ricardo Gonz¨¢lez, por emitir un voto particular en contra de la condena dictada contra los cinco acusados. Porque una cosa es rebatir los argumentos de su voto discrepante y otra distinta es ponerle en la picota, buscar tachas en su historial o pedir su inhabilitaci¨®n. Son, en fin, reacciones m¨¢s propias de una sociedad inquisitorial y justiciera que de una sociedad confiada en sus instituciones democr¨¢ticas. La justicia es humana, dijo en el caso franc¨¦s el decano de los abogados de Par¨ªs, y puede equivocarse. En Espa?a hay un sistema garantista que no evita los errores, pero muchas veces los subsana. ?Por qu¨¦ no confiar en ello y respetar los procedimientos?
La cosa es que para cuando se ha producido este ataque, ya se hab¨ªa iniciado la ofensiva del se?alamiento. Unos gamberros hac¨ªan pintadas en las sedes catalanas de los partidos constitucionalistas y unos profesores ped¨ªan a sus alumnos que se identificaran p¨²blicamente si eran hijos de guardias civiles. Poco despu¨¦s, unos inciviles hac¨ªan pintadas ante la que creyeron que era la casa de vacaciones en Catalu?a del juez Pablo Llarena, por instruir el caso por rebeli¨®n contra los l¨ªderes independentistas. El m¨¦todo tiene ida y vuelta. Es un c¨ªrculo infernal. Una vez que la fiscal¨ªa ha denunciado a esos profesores, entonces otros v¨¢ndalos hicieron pintadas contra ellos en los colegios y algunos medios han publicado sus nombres y sus fotos. ?Para qu¨¦? ?Por si alguien se anima a ir un poco m¨¢s lejos? ?Justo cuando la justicia ya estaba en ello?
Hay demasiada gente en este pa¨ªs que desconf¨ªa de la justicia y demasiada tambi¨¦n que se presta al juego macabro del se?alamiento. El problema es grave si se tiene en cuenta que el mism¨ªsimo ministro de Justicia, Rafael Catal¨¢, se ha sumado asegurando que el juez discrepante ¡°tiene un problema singular¡±. El ministro, que deber¨ªa haber dimitido ya, no ha aclarado su enigm¨¢tica denuncia. Y ya, para que no quede duda del problema ¡°singular¡± de algunos espa?oles, unas p¨¢ginas web se han lanzado a dar los datos de la v¨ªctima de La Manada. Definitivamente, Espa?a tiene un problema. ?No es ese el que la sociedad deber¨ªa se?alar para ponerle remedio?
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