El conflicto
Ni un solo terrorista ser¨¢ expulsado de su pueblo: como mucho, recibir¨¢ un homenaje
Durante a?os ha existido un profund¨ªsimo conflicto en el Pa¨ªs Vasco del que el terrorismo no es su expresi¨®n m¨¢s llamativa, como dice ETA, sino algo m¨¢s prosaico: la clandestinidad con que se iba a visitar a los muertos y la exhibici¨®n con la que se va a visitar a los presos. Lo primero serv¨ªa hist¨®ricamente como estigma, una marca social que depositaba a todo a quien expresase dolor por el difunto en el centro de una oscura traici¨®n al pueblo. Lo segundo es un timbre de orgullo, una raz¨®n para organizar recaudaciones o poner nombre a una plaza, y un instrumento de presi¨®n pol¨ªtica (el acercamiento de presos) para intentar negociaciones de toda ¨ªndole, entre ellas la que se llev¨® por delante a Miguel ?ngel Blanco.
Ese conflicto no ha terminado ni ya terminar¨¢ nunca, porque ni la verg¨¹enza ni el remordimiento est¨¢n entre los planes de futuro no ya de los terroristas, sino de quienes los ampararon, justificaron y defendieron; ni uno solo de ellos tendr¨¢ que irse del pueblo: como mucho, recibir¨¢ un homenaje.
Entre ellos, los chivatos: los compa?eros de trabajo, los vecinos o los clientes habituales del bar que iban monitorizando en silencio los movimientos del siguiente cad¨¢ver, y que hoy se reconcilian con los que sobrevivieron a sus planes.
Entre ellos, los que esquivaban balas con mucha sobreactuaci¨®n hasta que alguien les hizo ver lo in¨²til de sus torsiones: la munici¨®n sal¨ªa en direcci¨®n contraria.
Entre ellos, en definitiva, los nuevos portavoces que, con la autoridad intelectual que da haber dejado de matar, empiezan a soltarse ante las c¨¢maras, como en esa entrevista de TV3 en la que uno dijo que no ped¨ªa perd¨®n ¡°por lo que hice y en el momento en que lo hice¡±. ¡°Mataste a un comerciante¡±, le hab¨ªa saludado la periodista. ¡°Eso dice la polic¨ªa¡±, responde ¨¦l ri¨¦ndose. ¡°Eso dice la polic¨ªa¡±, repite ella. Habr¨ªa que saber entonces a qu¨¦ se refiere cuando dice que no pide perd¨®n por lo que hizo y el momento en que lo hizo. Pero entonces no habr¨ªa conflicto.
El conflicto est¨¢ en la delicadeza con la que se trata a los terroristas; las prisas por homologarlos, como si no les hubiese llegado la hora de quererlos, como si se despojasen por fin de un peque?o obst¨¢culo que imped¨ªa el aplauso p¨²blico. El conflicto est¨¢ en pensar que el asesino contribuye a la paz cuando deja de serlo y se le debe un doble reconocimiento, el de la c¨¢rcel y el de la retirada, mientras que la v¨ªctima no tiene nada que dejar: seguir¨¢ siendo v¨ªctima, pero consuela saber que si decide pasar p¨¢gina ser¨¢ porque la ha memorizado antes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.