Un premuerto
A veces, antes de que la pantalla del ordenador acabe de encenderse, te retiras de ella para no escribir
La pantalla del ordenador, antes de iluminarse, funciona como un espejo oscuro donde aparece el rostro de alguien que est¨¢ a punto de ponerse a escribir. Ponerse a escribir da miedo, cr¨¦anme. No importan los a?os que lleves haci¨¦ndolo. Estar a punto de ponerse a escribir es como estar a punto de tirarte por la ventana de un s¨¦ptimo piso: de un lado lo deseas, para acabar con todo, pero de otro notas c¨®mo el p¨¢nico, que tiene una mano grande y vigorosa, en cuyo interior cabe todo el sistema digestivo, comprime tus v¨ªsceras. El p¨¢nico se concentra ah¨ª, en las v¨ªsceras. Entonces abandonas el borde de la ventana y regresas temblando al interior de la habitaci¨®n. Ese d¨ªa no morir¨¢s. Ese d¨ªa, como vienes haciendo el resto de tus d¨ªas, te duchar¨¢s, te afeitar¨¢s y saldr¨¢s a la calle igual que cualquier mi¨¦rcoles. Pero ha ocurrido algo: te has enfrentado a la posibilidad de probar el sabor del vac¨ªo. Los dem¨¢s no percibir¨¢n nada. A lo largo de la jornada estrechar¨¢s las manos de los que te salgan al paso como un muerto. No como un muerto completo, claro, sino como un premuerto. Ser¨¢s un premuerto el resto de tu vida.
A veces, antes de que la pantalla del ordenador acabe de encenderse, te retiras de ella para no escribir. Te acaba de venir a la memoria que tienes que arreglar la tapadera de la taza del retrete, lo que implica acercarte a la ferreter¨ªa para adquirir una bisagra. El dependiente no percibir¨¢ que no est¨¢s escribiendo. No advertir¨¢ que en el ¨²ltimo instante te has alejado del ordenador como el suicida de la ventana y que ahora eres un escritor muerto. Caminas como un cad¨¢ver por el barrio y a lo mejor te cruzas con el tipo que no se tir¨® hace un par de horas por la ventana. Quiz¨¢s al veros os reconozc¨¢is.
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