La timba de los tah¨²res en San Jer¨®nimo
Rajoy no puede liderar una crisis de Estado sin levantar el tel¨¦fono para hablar con sus socios
A la estela sonrojante de la sesi¨®n de control tras el CIS se le ha sumado ¡ªqu¨¦ semana¡ª la elecci¨®n de un t¨ªtere notoriamente xen¨®fobo para la Generalitat. Como la realidad tambi¨¦n imita al arte, se dir¨ªa que la pol¨ªtica espa?ola a veces trata de parecerse a la caricatura de trazo grueso con que la defini¨® Baroja: una timba de tah¨²res. El tacticismo de Rajoy y Rivera, el oportunismo de Puigdemont, el no-es-s¨ª desubicado de S¨¢nchez, un juego con cartas marcadas con mucho que ganar y que perder entre Catalu?a, presupuestos, encuestas y aritm¨¦ticas parlamentarias. Demasiados faroles. Baste decir que estos d¨ªas el partido m¨¢s coherente ha sido Podemos.
Rivera ha sido amonestado desde todos los frentes por romper la unidad del 155. No por falta de raz¨®n, sino por falta de raz¨®n de Estado. Si Wilde advert¨ªa que nada es m¨¢s artificial que la excesiva naturalidad, a veces nada resulta tan falso como la autenticidad excesiva. Y la ruptura indignada de Rivera con el 155 por el tacticismo de PP/PSOE puede ser real, pero son¨® sobreactuada, tanto m¨¢s 24 horas despu¨¦s del CIS donde queda lejos en esca?os, incluso del PSOE. El ¡°cuanto peor, mejor¡± puede funcionarle a Podemos, pero no a ellos. Claro que la elecci¨®n de Torra ha venido a avalarle despu¨¦s: en Catalu?a hay un proyecto xen¨®fobo y ninguna intenci¨®n de frenar, a pesar de la urgencia del PP y PNV. Por dem¨¢s, aunque es posible que la gente prefiera su dureza al dontancredismo de Rajoy, no hay atajos.
Rajoy es un veterano con piel de cocodrilo, y esta primavera ha roto la timba anteponiendo la obsesi¨®n de los Presupuestos a todo, incluso a la crisis de Catalu?a. Su ¡°aprobetxategui¡± pareci¨® un lapsus linguae freudiano. Como el PNV, est¨¢ obsesionado con Ciudadanos. Su trampa de tah¨²r a Rivera con las pensiones ha sido digna de un riverboat del Mississippi, o sea, indigna. No se puede pedir lealtad a un socio con el que se es tan desleal. Y no se puede liderar una crisis de Estado sin levantar el tel¨¦fono durante meses para hablar con sus socios. El liderazgo corresponde al presidente, y no ha ejercido. Le cedi¨® ese honor al juez Llarena buscando de perfil que se pudra el problema. Marca de la casa.
El PSOE presume de lealtad al Estado, y no se le podr¨¢ negar. Su problema es parecer, cada vez m¨¢s, actores secundarios sin protagonismo. El efecto S¨¢nchez se ha agotado, y ese vac¨ªo no lo va a llenar Margarita Robles. No salen, por decirlo al modo de Lakoff, del elefante. No imponen agenda, ni siquiera con Espa?a a la cabeza de Europa en pobreza laboral. Y en Catalu?a, con su background, tienen malas cartas. Por dem¨¢s, sus ataques a Rivera parecen dictados, como en el PP, por la fuga de votos en porcentajes inquietantes. Se les nota que han dejado de pelear con Rajoy para centrarse en Rivera. A su izquierda, el sorpasso vuelve a ser veros¨ªmil.
Hay una crisis de Estado y un paisaje da?ado tras la crisis, pero la pol¨ªtica parece una timba. Y tal vez la moral no sea una virtud esencial en pol¨ªtica, como apuntaba Ortega en su Mirabeau, pero una timba, cuando juegan tah¨²res dispuestos a romper las reglas, puede acabar peligrosamente de cualquier modo. A menudo, como vio Mark Twain, mal.
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